Ay, la Infidelidad. No sé
por qué tiene tan mala fama, en serio, porque estamos hechos de pequeñas y
constantes infidelidades. Cada vez que pensamos algo, somos infieles al resto
de los pensamientos. Cada vez que decimos algo, nos olvidamos del resto de las
palabras. Cada vez que miramos a alguien, no miramos a los otros. Siempre que
estamos con un amigo, estamos traicionando a los demás amigos, y así con todo
lo que se te ocurra. Pero, no sé por qué, todos estos deslices nos pasan
desapercibidos y sin embargo nos cuesta tolerar la infidelidad amorosa, ¿por
qué?. Por celos. Y los celos no se producen porque quieras mucho a alguien,
como se suele pensar, sino por el dichoso amor propio, que hace que te quieras
a ti mismo de una manera malsana. Yo creo que cuanto más quieres a alguien más
infiel le permites que sea, porque has descubierto que el protagonista de SU
vida no eres tú, sino él o ella. Entonces empiezas a valorar su libertad, a
darle el espacio que necesita para desarrollarse en todos los aspectos. Te das
cuenta de que sólo eres una parte de su vida -importante pero una parte- y
agradeces sencillamente el tiempo que desee compartir contigo, que será un
tiempo sumamente enriquecedor porque sabrás que ha optado libremente regalártelo.
¿Qué más me da a mí lo que hagas cuando no esté contigo, Jota? A mí me importa la calidad del tiempo que pasamos
juntos. ¿Te crees que no me he dado cuenta de que cuando estás con esa tal
Nerea buscas la sombra de un árbol para librarte de mí y quedaros a solas?.
Pues sí, me he dado cuenta. Pero yo quiero que seas feliz, y si esa felicidad
incluye que te relaciones con otras, pues lo acepto con agrado. Y si alguna vez
te cansas de mí y me quieres cambiar por otra sombra, también lo aceptaré con
naturalidad si es lo que deseas. Porque dándote esta libertad, y siendo tú
consciente de ella, es la única manera que tengo de asegurarme de que cuando estás
conmigo es porque realmente quieres estarlo. Y yo valoro mucho los momentos
auténticos.
Creo que la
libertad y la infidelidad son directamente proporcionales, es decir que cuanto
más infiel, más libre eres y cuanto más libre, más infiel te vuelves. Y tanto
tú como yo amamos mucho la libertad, Jota, por eso nos llevamos tan bien y
somos tan infieles –y paradójicamente también tan fieles- el uno al otro.
Porque aunque yo desaparezca de vez en cuando, no creas que me voy con otro.
Sólo voy a encontrarme conmigo misma. Además, me sentiría extraña siendo una
sombra distinta, porque tú me has dado forma y ya no sé dibujarme de otra
manera…
La sombra del paseante.
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