La siesta
Cuando terminaron de comer subieron a la habitación del
hotel, allí el servicio de habitaciones había instalado ya una camita
supletoria que parecía de niño, donde por el momento iba a dormir Bruttini, la
habían colocado a los pies de la cama de Carballo, pegada a la pared de
enfrente, presentaba un aspecto algo lamentable, como de campamento de refugiados,
pero Bruttini estaba tan fatigado por el viaje y el cambio horario que apenas
se recostó en ella quedó profundamente dormido y comenzó a roncar, a Carballo
le producía tanta ternura el muchacho que le quitó como pudo la chaqueta, los
zapatos y la corbata, y le aflojó el botón de la camisa y el cinturón del
pantalón para que estuviera más cómodo mientras descansaba, Bruttini resopló
como agradecido, se estremeció ligeramente y se dio la vuelta en la estrecha
cama que apenas daba para sostenerle, pobre Bruttini, pensó Carballo, tan buen
chico, tan esforzado, tan brillante, tan servicial, y sin embargo tan
desaprovechado por culpa de la cochina envidia y el triunfo de los mediocres,
sintió pena por todas las ilusiones del chaval, por su ingenua bondad, por todo
su inconsciente ímpetu que, pese a todo,
seguía luchado por salir adelante y ser útil a la sociedad, por sobrevivir, Carballo
se sentía identificado con ese Bruttini tan puro, tan esforzado, tan incrédulo,
tan ingenuo, tan ilusionado, pero Carballo ya había pasado por aquello y se
había decepcionado de todo eso, las ilusiones perdidas, pensó Carballo mientras
contemplaba el joven cuerpo de Bruttini acurrucado contra la almohada, las
ilusiones perdidas…
Carballo quería a Bruttini como a un hijo, como hubiera
querido al hijo que nunca tuvo, y Bruttini quería a Carballo como a un padre,
como al padre que nunca llegó a conocer, estaba claro, tenían una especial
simbiosis.
Mientras Bruttini descansaba a Carballo se le ocurrió que
antes de regresar a Madrid invitaría a Bruttini al ballet, el siguiente del
programa de la temporada era Romeo y Julieta, seguro que a Bruttini le
gustaría, era, al igual que Carballo una persona muy sensible, un temperamento
artístico y creativo el cual se canalizaba a través de la investigación
policial cuando le dejaban, consiguiendo unos espectaculares resultados.
Seguía mirando al muchacho, parecía vigilar su reposada
respiración como una madre atenta, feliz de tenerle consigo y satisfecho de la
generosidad y el interés que había demostrado viniendo desde tan lejos,
cruzando el Atlántico, para ayudarle, como siempre, a resolver un nuevo caso,
un caso del que se habían visto privados antes de empezar, pero eso era lo de
menos ahora que estaban de nuevo juntos, porque ellos dos no necesitaban nada
más que la compañía del otro para sentirse felices, eso bastaba para que todo
fluyera y resultara fácil y los casos se resolvieran como por arte de magia.
(continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario