-
Pase, pase, siéntese.
-
Gracias Prefecto.
-
Verá le he llamado por lo de la comisión de
servicios de Bruttini.
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Ya, estoy deseando que venga a ayudarme.
-
Ése es el problema Comisario, que Bruttini no va
a venir.
-
Pero Prefecto, por qué?
-
Verá hay una serie de rumores sobre la relación
que mantienen entre ustedes dos que hacen desaconsejable que estén juntos para
los intereses de la investigación.
-
¿Rumores?
-
Efectivamente, usted los conocerá mejor que yo,
son vox populi, se refieren a su relación sentimental, o sexual, o como quiera
llamarse eso.
-
Pero Behrens…
-
Llámeme señor Prefecto, se lo ruego, o de lo
contrario tendré que sancionarle.
-
Bien, señor Prefecto, todo eso son patrañas,
Bruttini es un magnífico profesional.
-
Ya lo sé, y usted también lo es Comisario
Carballo, lo sé de sobra, por eso le he mantenido en la investigación pese a
que su nombramiento me vino ya decidido por mi predecesor en el cargo, pero
igual que a él este asesinato le costó el puesto quiero que comprenda que no
quiero que me cueste también el puesto a mí y por eso mismo no puedo permitirme
ningún paso en falso.
-
Lo comprendo perfectamente, veo que cede ante
las habladurías.
-
Llámelo como le parezca.
-
En ese caso señor Prefecto, me veo obligado a
renunciar a la investigación y mañana mismo regresaré a Madrid con su permiso.
-
Haga lo que estime conveniente, yo respetaré su
decisión, no quiero a nadie trabajando a la fuerza estando a mis órdenes y
menos en algo tan complicado como es este caso.
-
Muy bien, pues mis respetos señor Prefecto.
-
Adiós Comisario Carballo y buena suerte.
-
Igualmente señor Prefecto.
Carballo salió cabizbajo del despacho de Behrens, francamente no esperaba aquello, por otro lado tuvo un sentimiento de liberación, el caso era muy difícil y lo había asumido por razones de profesionalidad dado que hace tiempo había coronado su carrera en la policía con todos los honores y los puestos a los que podía aspirar más arriba no le interesaban porque eran puestos políticos.
No obstante estaba el tema Bruttini, el pobre chico estaba
postergado en una comisaría de tercera categoría haciendo un trabajo
burocrático y viendo pasar los días sumido en el más absoluto aburrimiento, todo
por ser una persona brillante lo cual no le perdonaban los envidiosos.
No sabía cómo decírselo al muchacho, tan ilusionado como
estaba, y además no podía explicarle la verdadera causa porque sería algo
humillante para Bruttini como lo había sido para él hace un momento, con la
diferencia de que Carballo estaba ya de vuelta de ese tipo de comentarios que
le resbalaban. Carballo estaba por encima del bien y del mal.
(continuará)
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