Camino del almuerzo
Al día siguiente se fue a almorzar a Da Nicola, un restaurante
italiano en la esquina de la calle del hotel, tenía que recuperar energías,
había tenido una noche movidita, llena de pesadillas y se encontraba débil,
fatigado, no había encontrado vuelo de regreso para Madrid hasta dentro de un
par de días, estaba todo completo, así que decidió relajarse y disfrutar de ese
tiempo de asueto a cuenta de la policía, al fin y al cabo era una decisión que
habían tomado por él, la de separarle del caso aún antes de comenzar la
investigación.
Se dirigía caminando por la calle hacia el restaurante
pensando qué pediría, la especialidad eran las hamburguesas pero Carballo era
vegetariano, pediría la hamburguesa de toffu y lentejas, estaba muy buena, daba
el pego de ser verdaderamente carne sobre todo con el kétchup y la mostaza, el
truco era echar bastante cantidad de kétchup y mostaza, se relamía como un gato
pensando en su hamburguesa con patatas fritas y su vaso de cola bien fría, uhm…,
qué bueno, de postre profiteroles as usual, con abundante sirope de chocolate,
no tomaría café para no desvelarse, quería volver a soñar a la noche, sabía que
esos sueños eran en realidad pistas de algo y quería cuidarlos.
Las calles de Vancouver son bastante solitarias, incluso las
del centro en hora punta, el carácter de la gente no es tan sociable como en
España, son más retraídos, aunque hacía una temperatura suave el tiempo estaba
casi siempre nublado, había un chiste que decía que en Vancouver en verano cuatro de cada
cuatro días llovía y en invierno cinco de cada cuatro, ja, ja, ja…
La ciudad era el colmo del civismo, la limpieza, las buenas
maneras, la calidad de vida, nada que ver con Madrid, también influía la
educación cívica, allí nadie tiraba un papel al suelo ni ensuciaba nada, no había
vandalismo, ni pintadas, ni mendigos, el nivel de renta per cápita era muy elevado, una vida aburrida, previsible, monótona, frente a tanta normalidad la
tasa de suicidios era altísima y la de asesinatos también, esas mentes tan
ordenadas al final estallaban de la peor manera, a fuerza de contenerse
parecían demorar su furia que iba acumulándose hasta descarrilar de manera
catastrófica.
Carballo caminaba despreocupado calle abajo con todos estos
imprecisos pensamientos en su cabeza cuando de repente sintió que le sujetaban
los brazos por detrás de forma violenta, un pensamiento cruzó rápido por su
mente: me van a matar.
Se zafó violentamente de las manos que le aprisionaban, sacó
el revolver del bolsillo interior de la americana, se dio la vuelva veloz y
encañonó a su atacante con la pistola entre las cejas, a punto estuvo de
apretar el gatillo que chasqueó débilmente cuando se quedó petrificado…
o
PERO BRUTTINI SE HA VUELTO LOCO, SE PUEDE SABER
QUÉ COÑO ESTÁ HACIENDO AQUÍ, HE ESTADO A PUNTO DE MATARLE!!!!!!!!!!!!!!!
Bruttini temblaba al igual que Carballo que bajó el arma
bruscamente, quedaron mirándose frente a frente, el pobre chico estaba a punto
de echarse a llorar.
(continuará)
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