La realidad no existe.
Sostengo que Madrid no existe, que yo no existo tampoco, y que nada existe en realidad.
Ni las altas torres, ni el asfalto, ni el tráfico, ni los guardias de la circulación, todo es inexistente, todo es una ficción, un invento de mi mente ociosa que aburrida, un buen día, se inventó una ciudad y la pobló de gente.
La ciudad, invisible a mi corazón, sólo vive para mis sentidos, y me duele porque sólo podré verla realmente el día que la vea con el corazón.
Madrid desaparecida, ausente Madrid de la realidad planetaria del mundo, quimera de Madrid que te empecinas en subsistir, en ser, sabiendo como sabes ya desde siempre que no existes, que eres un invento de mi imaginación, un momento de mi pensamiento, y que sin mí te desmoronas, se caen todas tus torres, se para tu tráfico, y tus guardias de la circulación desaparecen.
Multitudes vanas, afanes perdidos, sombras del ayer, del hoy, del siempre.
Madrid perdido, olvidado en la altiplanicie mesetaria, en el altar del mundo que ofrece su ciudad a Dios, por si la quiere, la recoge y la hace suya de nuevo.
Madrid, ofrenda de Madrid, tributo de vida.
Madrid, ciudad creada por mí, y que conmigo desaparecerá algún día.
Soy el cavernícola de Madrid.
el paseante
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