Mi pueblo, ¿os gusta?
Mi pueblo en Navidad, nevado, como un belén.
Ésta es la vista desde mi casa que está en lo más alto del pueblo, justo detrás de la iglesia como puede observarse, rodeada de campo, compañera de las estrellas y de las nubes, como una atalaya perdida.
De noche, en la terraza de la buhardilla contemplo el cielo lleno de estrellas, de constelaciones, galaxias, lejanos planetas, como en ningún otro lugar se ve el cielo estrellado desde mi pueblo, no veo el momento de irme a la cama, quedo extasiado por el espectáculo celeste y me empiezo a hacer preguntas que no tienen respuesta, porque hay, para el hombre, preguntas que no tienen respuesta, ni la tendrán nunca, y cuya respuesta depende sólo de la fe, que se tambalea en ocasiones contemplando la inmensidad del cosmos.
Mi pueblo queda aislado en invierno por la nieve, y el silencio es entonces abrumadoramente total, si hay silencio en el mundo está todo en mi pueblo, en mi casa.
En mi pueblo te enteras de que es navidad por la nieve, por el frío, porque bombillas no ponen ni una, en el Ayuntamiento cuelgan un cartel que pone: felices fiestas.
Te dan ganas de poner debajo: gracias.
Así es Castilla, sobria, me he dado cuenta de lo que significa Castilla en mi pueblo, porque desengañémonos, Madrid no es Castilla, Madrid es el invento acumulado de todos los gobernantes y alcaldes que han pasado por la ciudad, una ficción, una fantasía, un quiero y no puedo de capital europea.
Nada que ver la gran ciudad con Castilla, en Castilla, en sus pueblos, todo es auténtico, verdadero, concluyente, todo tiene su propio peso, su propia verdad, no hay fingimiento, ni doblez, ni falsas pretensiones, todo es directo, franco, escueto.
En mi pueblo me quieren mucho, y eso al principio me extrañaba, porque en Madrid no me quiere nadie, y es que en mi pueblo me conocen de verdad, nada más verme han sabido como soy, poca cosa, como cualquiera, pero buena gente, como ellos, y me quieren por eso porque han visto que aún siendo de Madrid soy persona.
Yo quiero mucho a las gentes de mi pueblo, me he encariñado de ellos, mi alma solitaria, incomprendida, maltratada por la ciudad, se ensancha en el pueblo y es ella misma, respira el aire puro y se alimenta de él, se nutre en sus paisajes, se nutre de la bondad de sus gentes, se nutre del amor que se respira, de la paz, del sosiego, de la belleza.
Y mi alma acoge todo lo de mi pueblo como agua de mayo, como un agua de mayo que reverdece y alimenta el alma.
Navidad en mi pueblo, sí, pero en mi pueblo siempre es navidad...
el paseante
Mi pueblo, ¿os gusta?
Mi pueblo en Navidad, nevado, como un belén.
Ésta es la vista desde mi casa que está en lo más alto del pueblo, justo detrás de la iglesia como puede observarse, rodeada de campo, compañera de las estrellas y de las nubes, como una atalaya perdida.
De noche, en la terraza de la buhardilla contemplo el cielo lleno de estrellas, de constelaciones, galaxias, lejanos planetas, como en ningún otro lugar se ve el cielo estrellado desde mi pueblo, no veo el momento de irme a la cama, quedo extasiado por el espectáculo celeste y me empiezo a hacer preguntas que no tienen respuesta, porque hay, para el hombre, preguntas que no tienen respuesta, ni la tendrán nunca, y cuya respuesta depende sólo de la fe, que se tambalea en ocasiones contemplando la inmensidad del cosmos.
Mi pueblo queda aislado en invierno por la nieve, y el silencio es entonces abrumadoramente total, si hay silencio en el mundo está todo en mi pueblo, en mi casa.
En mi pueblo te enteras de que es navidad por la nieve, por el frío, porque bombillas no ponen ni una, en el Ayuntamiento cuelgan un cartel que pone: felices fiestas.
Te dan ganas de poner debajo: gracias.
Así es Castilla, sobria, me he dado cuenta de lo que significa Castilla en mi pueblo, porque desengañémonos, Madrid no es Castilla, Madrid es el invento acumulado de todos los gobernantes y alcaldes que han pasado por la ciudad, una ficción, una fantasía, un quiero y no puedo de capital europea.
Nada que ver la gran ciudad con Castilla, en Castilla, en sus pueblos, todo es auténtico, verdadero, concluyente, todo tiene su propio peso, su propia verdad, no hay fingimiento, ni doblez, ni falsas pretensiones, todo es directo, franco, escueto.
En mi pueblo me quieren mucho, y eso al principio me extrañaba, porque en Madrid no me quiere nadie, y es que en mi pueblo me conocen de verdad, nada más verme han sabido como soy, poca cosa, como cualquiera, pero buena gente, como ellos, y me quieren por eso porque han visto que aún siendo de Madrid soy persona.
Yo quiero mucho a las gentes de mi pueblo, me he encariñado de ellos, mi alma solitaria, incomprendida, maltratada por la ciudad, se ensancha en el pueblo y es ella misma, respira el aire puro y se alimenta de él, se nutre en sus paisajes, se nutre de la bondad de sus gentes, se nutre del amor que se respira, de la paz, del sosiego, de la belleza.
Y mi alma acoge todo lo de mi pueblo como agua de mayo, como un agua de mayo que reverdece y alimenta el alma.
Navidad en mi pueblo, sí, pero en mi pueblo siempre es navidad...
el paseante
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