L'après-midi d'un faune
Caricatura de Mallarmé como un fauno
Ces nymphes, je les veux perpétuer.
Si clair,
Leur incarnat léger, qu'il voltige dans l'air
Assoupi de sommeils touffus.
Aimai-je un rêve?
Mon doute, amas de nuit ancienne, s'achève
En maint rameau subtil, qui, demeuré les vrais
Bois même, prouve, hélas! que bien seul je m'offrais
Pour triomphe la faute idéale de roses.
"L'après-midi d'un faune", Stéphane Mallarmé
Debussy fue sin dudas el compositor más importante de su generación, y uno de los más innovadores en el periodo que comprende el fin del siglo XIX y principios del siglo XX.
Sus parámetros compositivos no sólo se ajustaron perfectamente a la época del Impresionismo y el Post-impresionismo pictórico, además del movimiento Simbolista en la literatura, sino que fueron una renovación total en el sistema de composición. La paleta de colores que añadió fue un respiro para ese exceso de dramatismo que pregonaba la escuela alemana abanderada por Wagner y Strauss.
Como buen Impresionista, a Debussy le gustaba la poesía de sus contemporáneos, y entre estos su favorito era Mallarmé. Cuando este notable poeta escribió L'après-midi d'un faune (La siesta de un fauno), en 1876, Debussy se sintió tan extasiado e inspirado, que decidió musicalizar ese sentimiento. Fue así que varios años después, en 1892, compuso una de sus obras más celebradas, el Prélude à l'après-midi d'une faune; obra que cautivó a muchos, e incluso al mismo Mallarmé, quien le escribió:
¡No esperaba nada semejante! Esta música prolonga la emoción de mi poema y describe la escena más vividamente que el color... Su ilustración de La siesta de un fauno no presenta ninguna disonancia con mi texto, excepto para ir más allá, y penetrar la nostalgia y la luz, con finura, con desazón, con riqueza.La pieza en sí no es programática, sino una adaptación muy libre del sentimiento que invadió a Debussy al leer este poema. De hecho el mismo Debussy escribió en el programa del estreno de la obra lo siguiente:
La música de este Preludio constituye una ilustración muy libre del hermoso poema de Mallarmé. De ningún modo pretende ser una síntesis de este último. Se trata más bien de las escenas sucesivas a través de las cuales pasan los deseos y los sueños del fauno en el calor de su siesta. Luego, cansado de perseguir el tímido vuelo de las ninfas y de las náyades, sucumbe a un sueño embriagador, en el que por último puede realizar sus sueños de posesión en la naturaleza universal.Profundo, ¿no es así?
Mejor escúchálo, y si puedes de manos de una de las mejores batutas de la historia, Leopold Stokowkski (el mismo que alguna vez dirigió a Rachmaninov en los años 30), quien dirigió esta magnífica obra en 1972.
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