lunes, 28 de enero de 2013

Diario de un paseante. La nada.




Diario de un paseante. 21-01-2013 20:00. La nada.

La nada, ese todo que todo lo invade, me desvanezco como un espectro en esa nada que se expande y hace que todo desaparezca, como una neblina que se pegara a las cosas hasta hacerlas invisibles interponiéndose entre el mundo y yo, las cosas siguen ahí, ¿siguen ahí?, si no las veo, si no soy consciente de ellas, me pregunto, ¿se puede decir que sigan realmente ahí?, no para mí desde luego, la nada se las ha llevado fuera me mi percepción, de mi consciencia, aunque las vea no existen ya, porque yo sólo soy mi consciencia, ella manda sobre mí, y ha decidido borrar todo y convertirlo en nada.

¿Qué pretende la nada? ¿Por qué existe la nada? Tal vez sólo exista siempre la nada y todo lo demás no sean sino fantasías, uno ve propósitos, intenciones, finalidades, en todo, uno va trazando mapas, recorridos, destinos, metas, realizaciones, he llegado, se dice uno a sí mismo, ahora voy a por la siguiente etapa, ¿etapas?, ¿para qué etapas?, sinceramente, si consideráramos cuál es nuestro destino último y seguro, todas esas evasiones con las que llenamos esa nada que habrá de llegarnos al fin, serían igualmente nada.

Lleno mi día de fruslerías que son como una coartada repetida para seguir vivo, para entretenerme en fruslerías mientras mi perecedero destino se va cumpliendo inexorable, prefiero no ser consciente, distraerme, hacer cosas para tratar de anestesiarme con ellas como si fumara el opio de lo real y me embriagara de realidad, de una realidad inventada por mí, considerada por mí como real sin que exista en verdad.

Lo real y lo verdadero, si lo real no existe tal vez exista lo verdadero, lo verdadero si existe, lo verdadero para mí, y es a través de ese verdadero a través del que construyo mi realidad, lo real y lo verdadero son mis permanentes coartadas para mantener en pie el edificio de mi existencia, sin eso me desmoronaría, no sería nada, quedaría alienado de mí, separado de mí, exiliado de mí, me enajeno de mí, me separo de mí para ser yo mismo a través de la ficción de mi verdad que sustenta mi realidad, pero todo eso no soy yo, ¿o tal vez sí?

No lo sé, creo que no soy yo, o tal vez soy yo tal y como quieren o esperan los demás que sea, o como yo imagino que quieren o esperan que sea, ficción de mí sobre ficción de mí, tácitas ficciones de mí superpuestas en un infinito de significados que acaban por hacerme desaparecer entre una densa niebla de nada que se pega a todo y hace que todo desaparezca al fin, y un buen día se levanta la niebla igual que una jaqueca que se va de repente, y entonces es como si naciéramos de nuevo y vemos de verdad la realidad, la realidad verdadera, sin adulterar, y descubrimos en ese instante sublime que la realidad era igualmente eso mismo, la nada.

El paseante

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