lunes, 4 de febrero de 2013

La película de la semana. Interiores. Woody Allen. 1978.



Estimado Mr. Woody:
Tal y como tuvo la gentileza de recomendarme he podido ver  su película Interiores y, tal y como me comprometí, voy a hacerle una serie de consideraciones al respecto.
Para comenzar le diré que me ha sorprendido muy gratamente la contemplación de su película, se nota que es usted un verdadero artista y un creador, si todo su cine está a esta altura su obra debe ser realmente encomiable, razón por la cual me propongo seguir viendo sus películas, ya le seguiré informando sobre cuáles voy viendo y mis valoraciones al respecto.
Volviendo a su película Interiores, la primera que tengo ocasión de ver, tal y como le decía me ha parecido genial, no pensé que usted fuera capaz de hacer algo así, perdóneme el comentario, pero a priori usted me pareció un tanto petulante y algo inseguro, poco maduro como para poder hacer algo que valiera realmente la pena, tal vez no supe ver más allá de mis prejuicios y le prejuzgué de una manera precipitada e injusta, le pido disculpas.
La película me ha parecido muy bien desarrollada, con un tempo muy particular y en esencia contiene grandes reflexiones sobre la naturaleza de las relaciones de pareja y dentro de la familia, sobre las relaciones desde un punto de vista íntimo y de la fragilidad que con frecuencia sentimos frente a los demás, fragilidad y vulnerabilidad.
Me decía usted el otro día que tal vez su cine pudiera definirse como freudiano, pero sinceramente se lo digo, creo que ha ido más allá de Freud, mucho más allá, dando a sus opiniones y puntos de vista un enfoque cercano y actual, sabiendo además completarlos y ampliarlos de forma brillante, es más, no creo que esa base psicoanalítica de su cine le limite en absoluto, más bien es una base sobre la que desarrolla su mundo propio, como todo verdadero artista.
Por otro lado me gustaría destacar la estética de la película, tan cuidada, equilibrada, comedida, y apropiada a su contenido, los diálogos tan medidos y naturales, los retratos que hace de los personajes, ajustados y precisos, nada forzados, en su justa dimensión, y sin fáciles maniqueísmos o visiones interesadas, y el tono íntimo y cercano que hace que el espectador se sienta parte de lo que está contemplando en la pantalla.
De ese fresco que es su película, constituido por un conjunto de sentimientos, emociones, pensamientos y confidencias, emana un punto de vista inteligente y profundo, aleccionador para el espectador, que le invita a la reflexión y le hace sentirse identificado con los distintos personajes en sus diversas facetas, de ahí el aspecto caleidoscópico de su película que va armándose frente al espectador como un gran fresco, o como una gran vidriera que recoge temas tan relevantes así como los variados colores de la vida, de la vida de cualquiera de nosotros.
Es más, tengo que decirle que ni siquiera fui consciente de la famosa elipsis, de la elipsis cinematográfica, tan odiada por mí, y que me pareció estar leyendo una novela en lugar de viendo una película, tan rico y sugerente me resultó su contenido, de una densidad poco frecuente en cine, que sin embargo no es pesada sino ligera, y he ahí su principal acierto, porque al igual que todo gran artista, ha conseguido crear su obra de arte con total naturalidad, sin forzar nada, como si respirara, de manera absolutamente espontánea.
Y eso viene a probar las hondas raíces de su inspiración, su gran riqueza interior y su alma de artista.
En fin, querido Mr. Allen, no puedo sino felicitarle y decirle que desde hoy cuenta con otro adepto a su cine.
Atentamente, suyo afectísimo,
Monsieur Proust

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