jueves, 28 de febrero de 2013

La lectura del fin de semana. Giovanni Guareschi. Don Camilo. 1973.



“…Es preciso darse cuenta que en esta desgraciada lonja de tierra situada entre el río y el monte pueden suceder cosas que no ocurren en otra parte. Cosas que nunca desentonan con el paisaje. Allá sopla un aire especial que hace bien a los vivos y a los muertos, y allá tienen alma hasta los perros. Entonces se comprende mejor a don Camilo, a Pepón y a toda la otra gente. Y nadie se asombra de que el Cristo hable y de que uno pueda romperle la cabeza a otro, pero honradamente, es decir, sin odio. Tampoco sorprende que al fin dos enemigos se encuentren de acuerdo sobre las cosas esenciales (…) Porque es el amplio, el eterno respiro del río el que limpia el aire. Del río plácido y majestuoso, sobre cuyo dique, al atardecer, pasa rápida la Muerte en bicicleta. O pasas tú de noche sobre el dique y te detienes, te sientas y te pones a mirar dentro de un pequeño cementerio que está allí, debajo del terraplén. Y la sombra de un muerto viene a sentarse junto a ti, no te espantas y te pones a platicar tranquilamente con ella”

“Sé que es para ti pecado mortal ver que hay hombres que dejan malograrse la gracia de Dios, pues sabes que yo bajé del caballo para recoger una migaja de pan. Pero es preciso perdonarlos, porque no lo hacen para ofender a Dios. Ellos buscan afanosamente la justicia sobre la tierra porque no tienen ya fe en la justicia divina, y procuran afanosamente los bienes terrenales porque no tienen fe en la recompensa divina. Por eso creen solamente en lo que se toca y se ve, y los aviones son para ellos los ángeles infernales de este infierno terrestre que en vano tratan de convertir en paraíso. Es el fruto de la excesiva cultura que conduce a la ignorancia, pues si la cultura no está sostenida por la fe, en cierto punto el hombre sólo ve la matemática de las cosas. Y la armonía de esta matemática se vuelve su Dios y olvida que Dios es el creador de esa matemática y de esa armonía. Pero tu Dios no está hecho de números, don Camilo, y en el cielo de tu paraíso vuelan los ángeles buenos. El progreso torna el mundo cada vez más pequeño para los hombres: algún día, cuando las máquinas corran a cien millas por minuto, el mundo parecerá a los hombres microscópico y entonces el hombre se hallará como un gorrión en el ápice de un altísimo mástil, asomado sobre el infinito, y en este infinito volverá a encontrar a Dios y la fe en la verdadera vida. Entonces odiará las máquinas que han reducido el mundo a un puñado de números y las destruirá con sus propias manos”

Giovanni Guareschi
Don Camilo

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