El viernes por la tarde estuve viendo Cinema Paradiso, hace
tiempo que no volvía a ver esta película, es la ventaja de tener el cine en
casa, cine a la carta y recostado en el sofá, sin aguantar colas, inoportunos
golpes de tos, palomitas, comentarios desafortunados, calor, frío, apreturas…,
alguna ventaja tenía que tener el progreso necesariamente, y ésta es una muy
importante para un cinéfilo, pues como digo metí el dvd, pulsé play y me
recosté el sofá, bueno, me recosté en el sofá y empecé a llorar tan pronto como
sonó el primer acorde de la maravillosa música compuesta por Ennio Morricone, porque
fue como si en esa música inicial se me anticipara todo el contenido de la película,
como una especie de revelación previa que me hizo percibir toda la película en
su totalidad y en un instante, haciéndome caer en un súbito trance de emociones
y sentimientos que me tocaron en el alma muy hondamente, porque esta película
soy yo, y es cualquiera, porque esta película nos habla al corazón y nos
emociona al vernos reflejados en ella, al ver reflejado en ella lo mejor de
nosotros.
Un hombre es siempre un niño, y así se demuestra en la
película, y también que nadie conoce mejor que su madre a un hombre, porque
para ella sigue siendo un niño, y al juzgarle como niño siempre acierta.
Otro aspecto importante de la película es dónde sucede, el
mediterráneo, la cultura mediterránea con tantos puntos en común entre todos
los países que la conforman, me parecía estar contemplando un pueblo del sur de
España en lugar de un pueblo de Sicilia, y la pobreza, tan consustancial al
sur, pero una pobreza llena de recursos, una pobreza rica en espíritu, plena de
satisfacciones, de pequeñas satisfacciones cotidianas, y rodeada de tanta
belleza.
Un hombre es un niño y nadie le conoce mejor que su madre,
la madre sabe todo del hijo, la madre tiene el mágico poder de crearle, de
traerle al mundo, de criarle, educarle, y de ver cómo se aleja de ella, pero
siempre hay un hilo, un hilo como el sedal de una caña de pescar y un anzuelo,
un anzuelo invisible, del que la madre podrá tirar con un tirón imperceptible
que le haga volver desde cualquier rincón y reencontrarse con el niño que nunca
dejó de ser en el fondo de su corazón aunque lo hubiera olvidado.
Y luego está el poder de las raíces, el hombre está
enraizado en sus orígenes, y sus orígenes son su infancia, su familia, su
pueblo, sus costumbres, sus primeros amores, sus primeros afanes, su amor.
El amor, el amor flotando a lo largo de toda la película
enlazado con esa canción de amor tan bella, melodía deliciosa que te causa una
placentera dicha y te transporta a esos momentos tan especiales en los que uno
ha estado enamorado, pero el amor en ocasiones no puede ser…, y así le sucede
al protagonista, bien lo sabe la madre.
La madre le dice al hijo que siempre que le llama por
teléfono contesta un mujer diferente pero que ninguna le quiere porque si
alguna le hubiera querido ella se lo hubiera notado en la voz, y es cierto, las
madres notan esas cosas, al fin y al cabo uno es una parte de su madre y
siempre lo será.
Es la película un homenaje al cine, a los comienzos del cine
y a la importancia del cine en nuestra vida, llena de guiños cinematográficos y
de huellas de otras películas fundamentales de nuestro bagaje cinematográfico,
uno queda hechizado ante tanta maestría, uno queda empequeñecido, uno, ante
esta obra de arte, queda como un niño al cual acunara en sus brazos la película
con la dulce melodía de la canción de amor de Morricone.
Y ese final, ese final tan impresionantemente emotivo que te
toca el corazón y te emociona, te hace pensar, te hace llorar.
Dejé de llorar con los títulos de crédito del final, no hay
nada como las películas en las que lloras de emoción y sentimiento, te limpian
el alma, sales renovado después de verlas, te reencuentras contigo mismo, con
el que fuiste y siempre serás lo quieras o no, lo veas o no, con el niño que
iba al cine y todo se lo creía, y descubría el mundo a través del mágico mundo
de la pantalla.
No sé si volverla a ver hoy sábado por la tarde, me gustó
tanto.
P.d.- Se cuenta una leyenda muy curiosa en la película, la
de un soldado que se enamora de la hija del rey y le declara su amor, ella le
dice que si pasa 100 días y cien noches debajo de su ventana sin dormir ni
comer le entregará su corazón, el soldado así lo hace, resiste y resiste, nunca
desfallece, al final no siente ya ni sueño ni hambre, y cuando llega el día 99,
cuando está a punto de ver cumplido su sueño, eleva sus ojos hasta la ventana,
suspira, recoge su cosas, y se marcha…, ¿pero por qué no esperaría un día más?,
sólo un día más…, la respuesta hay que buscarla dentro de nosotros, de cada uno
de nosotros, yo tengo la mía, ¿vale la pena esperar a quién es capaz de hacerte
esperar?
El protagonista de la película lo hace y le sale mal.
El paseante
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