He perdido
la noción del tiempo; únicamente sé que ya no estoy sola, que allí donde está él
está mi hogar. He olvidado la casa de mi madre. Durante el día, en el transcurso
de las horas en que mi marido está ausente, no hago más que pensar en sus
palabras. Recuerdo sus ojos, su rostro, la curva de sus labios, el ligero
contacto de su mano en la mía cuando, juntos, volvemos las páginas del libro
abierto en la mesa ante la cual nos sentamos. Por las noches, cuando estamos
solos, le miro de soslayo, ansiosa de aprovechar las lecciones que me da con
ayuda del libro.
No hago más que pensar en él. Estoy ebria de él, exactamente como lo que ocurre
en primavera, cuando el río invade los canales resecos por el invierno y divaga
por la tierra, llevando a todos lados los gérmenes de vida y de
frutos.
Pearl S. Buck
Viento del este, viento del oeste
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