El sueño de
Constantino. Piero della Francesca. 1412-1492.
Este cuadro ya no existe, era un fragmento del fresco
denominado la Leyenda
de la Verdadera Cruz
y estaba en una de las paredes, en concreto la del coro, de la Iglesia de San Francisco
de Asís en Arezzo. Fue destruido junto con el resto de la iglesia por un
terremoto.
El sirviente que vela el sueño del emperador nos mira
melancólico, es la primera vez que en la
historia de la pintura un personaje mira al espectador como tratando de
transmitirle algo, ¿algo importante?, tal vez señalándole la fragilidad de la
existencia que un buen día termina de forma imprevista, uno se duerme y tal vez
no despierta más pese a todo lo vigilante que pretenda estar.
Un emperador dormido, unas tiendas de lona, tal vez un improvisado
campamento de batalla, dos soldados que velan el sueño de emperador y un melancólico
mayordomo que mira al futuro, al espectador que habrá de contemplar la escena
en un lejano, incierto futuro, ahora ya la pintura no existe, pero la mirada,
la escena, ha quedado igualmente presa de sus reproducciones.
La pintura, el arte en general, tiene una base física y por
tanto perecedera, dura un tiempo, más o menos, pero no dura por siempre, al igual
que el hombre, la pintura tarde o temprano perece, se queda dormida y no vuelve
a despertar más, eso pasó en Arezzo cuando el terremoto, que se llevó a
Constantino, al melancólico mayordomo y a los vigilantes soldados sin que
ellos, ajenos a lo que sucedió, se dieran cuenta.
Sobrevivieron a aquella noche que reproducía la pintura pero
no pudieron sobrevivir a la eternidad.
El paseante
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