Amarcord (mis
recuerdos). Federico Fellini. 1974.
Tengo la sensación viendo esta película de que la vida es
siempre algo incompleto, imperfecto, imprevisto, improvisado, precario, que te
pilla desprevenido siempre, que no sabes bien cómo afrontar, y que casi siempre
es algo que tú no decides, que te viene dado, que depende del destino, es una
especie de fatalismo como de tragedia griega, dejémonos llevar, parece decir la
película, al fin siempre llegaremos al mismo lugar lo queramos o no.
Según transcurre la película nos vamos identificando con los
diferentes personajes que por ella van pasando, es una película coral, sin unos
protagonistas definidos, tal vez el protagonista sea el pueblo en el que tiene
lugar, sus gentes, sus costumbres, una especie de teatro de la vida, de vida
que no parece real, que parece falsa, pero que es, precisamente por eso, más
real aún, y es que si filmaran nuestra vida, la vida de cualquiera de nosotros
y nos la proyectaran para verla nos parecería algo inverosímil para cualquiera
y más aún para nosotros, seguramente si viéramos nuestra vida en una película
nos reiríamos, nos sorprenderíamos, nos escandalizaríamos, pensaríamos que
habían exagerado al contarla para hacerla más atractiva, que está
caricaturizada, que no somos así en realidad.
Y eso pasa a la inversa viendo esta película porque al verla
vemos al fin cómo realmente somos, inverosímiles, como inverosímil es la vida
misma, llena de pequeñas tonterías en el día a día, tonta, repetitiva, absurda,
a veces cruel.
La vida sin más proyectada en la pantalla, poblada de
personajes, situaciones, escenarios, paisajes, luz, penumbras, y sonidos, y
música, claro, la deliciosa música compuesta por Nino Rota para la película.
Si queréis saber cómo sois en realidad debéis de verla, así
podréis comprobar lo tontos que sois.
El paseante
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