Un pequeño tranvía amarillo, una calle en cuesta empinada, unas casas viejas, una luz intensa que ilumina la escena, el momento fugaz y eterno a la vez, congelado en la fotografía. El sol.
A simple vista, sin más datos, se ve claramente que es Alfama, el viejo barrio de pescadores de Lisboa, en lo más alto de la ciudad, lo más escarpado, es curioso que los pescadores vivieran tan cerca del cielo en lugar de a nivel del agua, seguramente porque nadie quería vivir allí, cuesta tanto subir sus escarpadas cuestas, se necesitan buenos pulmones, a cambio las perspectivas son preciosas, las mejores vistas de Lisboa y del Tajo, únicas.
Lo pobre se preserva siempre muy bien, Alfama, Lavapiés..., porque nadie lo quiere.
Pero, ¿por qué me gusta esta foto?, por los tambores de las persianas, ¡qué fuerte!, me parecen que le dan el toque cubista a la foto, el toque futurista, quién iba a pensar que al cabo de los años iban a aparecer estas cajitas de aluminio en las persianas, hacen además juego con la modernidad futurista del tranvía que es también una cosa cúbica, las cosas cúbicas se hablan entre sí en esta fotografía, el tranvía parece saludar con sus palabras de color amarillo a las cajitas de aluminio de las persianas, que le contestan con sus palabras de color plata, palabras llenas de aristas, palabras precisas, cortantes, afiladas, palabras que parecen imágenes que se cruzan en el espacio de la fotografía.
El tranvía es el transeúnte número uno de Alfama, el transeúnte que pasa y saluda al pasar, que quiere siempre ser fotografiado, que da los buenos días, y las cajitas de aluminio de las persianas, tan modositas, perfectamente alineadas, tan aseadas y arregladas, tan simples y humildes, como con su aluminio recién peinado, parecen esperar el paso del tranvía para darle los buenos días educadamente como si movieran sus manitas con reflejos de plata, sentaditas y expectantes, emocionadas y nerviosas por la llegada del tranvía que pita al coger la curva no se sabe bien si por no descarrilar o por no atropellar a alguien.
Hay como una cierta tensión dulce, amortiguada, somnolienta, en la escena, como una cordialidad, una simpatía, un equilibrio, ¿serán todo fantasías mías?, ¿qué opináis vosotros?
Parece todo un trailer cinematográfico irreal, como salido de la película de Alain Tanner Dans la ville blanche.
El tranvía, con su ceremoniosa gentileza de máquina, pasa, y nos dice adiós.
El tranvía, con su ceremoniosa gentileza de máquina, pasa, y nos dice adiós.
el paseante
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