Lo increíble es que los aborígenes de la India, Burma, Tailandia
y otros países del lejano Oriente no sueñan. Esto es así porque están tan
cansados, su trabajo es tan duro y cuando se acuestan su sueño es tan profundo
que pierden el nivel de los sueños. En el primer nivel está tu conciencia
despierta; en el segundo, tu conciencia de los sueños; en el tercero está el
dormir sin soñar. En el cuarto está tu despertar, la iluminación. Como su vida
es tan dura –estamos hablando de conseguir un poco de comida para sobrevivir-,
esos aborígenes no sueñan.
No
soñaban por dos motivos: en primer lugar, porque en sus vidas no había
represión. Una persona reprimida sueña más, porque a través de los sueños su
mente se libera de todo lo que ha ido reprimiendo. Es una especie de catarsis;
la mente va deshaciendo sus nudos. En segundo lugar, no soñaban porque las
personas que se quedan en el nivel de los sueños no pueden acceder al nivel de
sueño más profundo. De vez en cuando, caes a un nivel más profundo en el que no
hay sueños, pero luego vuelves a subir.
Oriente nunca ha estado interesado en los sueños; en
cambio, ha estado interesado en la conciencia desde hace miles de años. Es un
fenómeno curioso. Occidente solo ha empezado a sentir interés por la conciencia
hace cien años, e inmediatamente saltó a los sueños. El interés de la
psicología se centra en el análisis de los sueños. Uno se pregunta qué es lo
que ha ocurrido…
¿Cuál es la causa? La causa es el cristianismo. El
cristianismo es la religión más represora del mundo. Lo reprime todo. Y a
consecuencia de esa represión el nivel de los sueños se ha ido expandiendo cada
vez más. Actualmente el psicoanálisis occidental sostiene que las personas que
duermen ocho horas sueñan durante seis horas. Hay dos horas en que su sueño es
un poco más profundo y dejan de soñar. Pero las seis horas restantes están
soñando.
Osho
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