martes, 23 de abril de 2013

La crisis y yo.




La crisis y yo.
Ya empiezo a estar harto de tanta crisis, pensé que esto iba a durar menos, está durando demasiado, empieza a poner mi paciencia a prueba, y mis nervios están un tanto exaltados, empiezo a perder el temple, la compostura, el comedimiento.
¿Tanta crisis para qué?
Me pregunto.
Y no obtengo respuesta.
Vino a visitarnos al comienzo tímidamente, se pasaba por casa alguna tarde y se quedaba a hacernos compañía durante un rato aunque no se lo hubiéramos pedido, no se daba por enterada cuando le hacíamos notar que sobraba, que no era santo de nuestra devoción, ni visita grata.
Le dio igual, sus vivitas fueron cada vez más frecuentes y cada vez más largas, invadió la casa y al final nos echó de ella, crisis, maldita crisis, yo te maldigo crisis.
Me has hundido la vida, los planes, la tranquilidad, la felicidad, eres algo insustancial, sin cuerpo, etérea, pero más pertinaz y tozuda que una vaca de la India, encima sagrada, sí, sagrada, la sagrada crisis es inviolable, intocable, santa, incuestionable, inamovible, inmutable, imperturbable, todo es incertidumbre menos tú, realidad intangible, escurridiza, y única.
Y todo está en crisis, te extiendes como una mancha de aceite, vaya donde vaya, haga lo que haga allí apareces, agazapada en algún gran o pequeño detalle, y poco a poco has calado dentro de mí y te llevo en el alma como una pringosa excrecencia del sistema capitalista que a veces suelta esta pesada hormona de la crisis que nos deprime, nos esclaviza a ser tristes sombras de los que éramos.
No sé bien qué decir, estoy un tanto traumatizado, no creí que a estas alturas de mi vida fuera a pasarme algo así, estaba preparado para que todo continuara igual, a que continuara rodeándome la prosperidad, la alegría, el optimismo, la vitalidad.
Esta tristeza de la crisis es como un envejecimiento súbito, una vuelta a empezar desde cero pero con el ánimo caído en la desesperanza.
Y es imposible escapar, los pobres en el metro, el paro, los recortes, los comercios cerrados, el fin del estado de bienestar, la ruina, la decadencia, el sobre, el sobresueldo, la mordida, la injusticia.
Uno trata de levantar la vista y no sabe dónde mirar, a qué agarrarse, a quién echar mano, las altas instancias han entrado en crisis igualmente y no en una crisis económica, ellos de dinero andan sobraos, sino moral.
¿Dónde acabaremos? ¿Qué pasará?
No lo sé, lo desconozco, y carezco de inventiva suficiente para tratar de averiguarlo, enfangado con la crisis, apenas logro chapotear e intentar agarrarme a algo para evitar hundirme aún más.

El paseante

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