Ryan O'Neill y Marisa Berenson en una escena de Barry Lyndon de Stanley Kubrick. |
Bueno, no voy a empezar a decir todo eso de obra maestra, director de culto, película de sala de arte y ensayo, cine de autor, actores en estado de gracia, registros interpretativos...
Tópicos aparte, Barry Lyndon, la película, lo contiene todo, es decir, resume todo lo anterior de la historia del cine, y se anticipa a todo lo que está por llegar.
Es la obra de arte total, cima absoluta del séptimo arte.
José Luis Garcí siempre dice que es una película que no se puede ver sentado en la butaca del cine sino que había que verla de rodillas, creo que con esto está dicho todo, comparto la opinión.
Cada fotograma, cada escena de la película, es un cuadro, una pintura digna de ser expuesta en las paredes del mejor museo.
Narra las aventuras y desventuras del aventurero Barry Lyndon, desde su juventud hasta su final.
Kubrick elabora además un fresco histórico monumental sobre la Europa de la época, la segunda mitad del S. XVIII.
Es curioso que una película como ésta saliera de la mano de Kubrick, tan diferente a 2001 o a La naranja mecánica, cada película de Kubrick es un género en sí misma, cuando toca un género cinematográfico Kubrick lo agota, después de él no queda nada nuevo por decir, y con Barry Lyndon sucede precisamente esto, después de esta película todo el cine histórico no es sino una continuación, una pálida copia.
La banda sonora recoge la mejor inspiración de la música de la época y parece mecer las delicadas imágenes de la película entre sus acordes.
Comentario sobre la escena: Barry va fumando junto a su esposa Lady Lyndon, en el carruaje, ella tose y trata de apartar el humo con la mano y él sigue fumando impertérrito.
El paseante.
Noviembre 2011.
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