El sueño del caballero. Antonio de Pereda y Salgado. |
Morir o no.
El otoño y la melancolía.
Cada estación del año es proclive a generar en nosotros un diferente estado de ánimo, el otoño genera una cierta melancolía, los días son más cortos, comienza el frío, uno va preparando el alma para ese encuentro con el pasado que cada año es la navidad, época de ausencias, de tiempo pasado, de porvenir incierto.
Uno se recoge en su alma, y contempla desde allí el pasar de la vida como si no fuera con él ya la vida, como si el pasado, el presente y el porvenir fueran unas nubes pasajeras cargadas de una tormenta que apenas dejan ya ver el sol.
El otoño es la estación de la pérdida, perdemos la plenitud de las horas felices del verano pero aún las mantenemos en el recuerdo, lo cual hace que nos sintamos tristes por la pérdida de la alegría y el optimismo estival, y aún no hemos alcanzado la cima total que es el invierno, ese lugar donde como en una tundra sólo nos queda resguardarnos y esperar que pase tratando de salir indemnes.
En el invierno el instinto de sobrevivir nos hace olvidar hasta la tristeza, en el otoño somos conscientes aún de la pérdida de las horas felices del estío, de su plenitud, y eso nos entristece más.
En otoño todo va despareciendo lentamente, las flores se van, las hojas caen, los colores desaparecen, la luz del sol se apaga, llegan las nubes, las lluvias, el frío del otoño, los constipados, las gripes, los jerseys de lana, llega la antesala del voraz invierno.
Es en este paréntesis de la pletitud de la vida, en este recogimiento, en esta falta de perspectivas, de colores, de luz, que es el otoño, el tiempo en el que el hombre mira dentro de sí y hace balance de su vida, de la pasada y de la que está por venir.
Pero la vida es imprevisible y nadie puede conocer el futuro, con frecuencia intentamos averiguar el porvenir proyectando el presente en el futuro, y eso nunca es así.
En el constante devenir de las cosas, un universo cambiante e impredecible nos está esperando siempre, sea otoño o primavera en nuestra alma.
¿Morir o no?, me pregunto, morir, sí, morir, pero morir para renacer siempre.
Con amor,
El paseante
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