viernes, 25 de noviembre de 2011

La inconstancia de los estados de ánimo.

Rafael Zabaleta. Cortijo de Quesada.
Como los paisajes, cambiantes, como los paisajes que se suceden en las ventanillas del tren, van cambiando, así son los estados de ánimo, nunca iguales al momento anterior, sólo estables en perspectiva, en el horizonte lejano, sea que miremos hacia adelante o hacia atrás, pero en el instante de mirar a un lado por la ventanilla y ver lo que pasa veloz al otro lado todo va cambiando a una velocidad tan rápida que ni siquiera podemos percibirla.

Nunca iguales, siempre diversos, nuestros estados de ánimo nos conforman, nos dan la vida, nos la quitan, y las más de las veces nos la van dando o quitando lentamente, compensándose unos con otros.

Como en estadística, lo importante es la tendencia.

Siempre que me preguntan cómo estoy, cómo me encuentro, respondo que depende del momento, a ratos mejor a ratos peor, variable como el tiempo, veloz como el paisaje de la ventanilla del tren, lo importante es analizar la tendencia.

Una vez hace muchos años tuve un jefe que era matemático, en el trabajo teníamos una mala racha, un día hablando le dije que no había ni mal ni bien que cien años durara, que ya llevabámos mucho tiempo mal y que seguro que iba a cambiar nuestra suerte.

Me miró condescendiente, yo entonces era muy joven, y me dijo:

Depende...

¿Depende de qué?, pregunté.

De lo larga que sea la serie.

¿Qué serie?

La de la mala suerte, porque podemos estar metidos en el comienzo de una serie aún mucho más larga, de la cual puede ser que incluso no salgamos nunca, o no, depende.

¿Y cómo podemos saberlo?, pregunté.

De ninguna manera, contestó, eso es imprevisible. Sólo se puede analizar a posteriori con la estadística.

Me dejó hundido, pero al poco tiempo la serie pasó, seguíamos mal pero por otros motivos.

Abrazos renovados,

el paseante

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