Por una vez es mejor la película que el libro, porque el libro de Sade es realmente insufrible, o a mí me lo parece al menos, al contrario que en otras obras suyas en ésta perdió la medida, se le fue la mano, me recuerda Sade en esta obra al niño que descubre las palabras obscenas y está todo el día diciendo caca, pedo, culo...
Es tal el frenesí libertino que llega al paroxismo, muere por exceso todo el componente erótico y transgresor de sus otras obras, y aplasta todo viso de ingenio, la perversidad se convierte en depravación repetitiva, una monótona escalada escatológica que repugna en lugar de deleitar.
Con estos materiales, que son además tremendamente fragmentarios, Pasolini compone un filme más que notable, genial, reescribiendo la obra de Sade, consumando al fin el acto creativo, dando cuerpo, hilazón y sentido a esos materiales un tanto inconexos, sabiendo extraer el trigo entre la paja.
Con una estética y una puesta en escena realmente sabias y medidas, como siempre en Pasolini, una elección perfecta de actores y la creación de un sentido de narración y de aporte de contenidos interrelacionados, Pasolini remata la obra de Sade aprovechando la idea última, el propósito final del que pareció partir el escritor, que se perdió no obstante en una febril y absurda vorágine claustrofóbica y monocorde.
el paseante
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