La Administración
Pública y yo. Los políticos.
Es un tema difícil, peligroso, los políticos han sido mis jefes, en ocasiones mis jefes inmediatos, y de momento, sean de un signo o de otro, seguirán siéndolo, no los mismos, otros nuevos seguramente, pero políticos al fin.
Para empezar decir que hay de todo, que depende más de la
calidad de la persona que de que sea político, no todos los políticos son
corruptos como ahora parece que se piensa, igual que no todos los funcionarios
son vagos, esos son tópicos, unos cardan la lana y otros llevan la fama o algo
así.
Gracias a los políticos se hacen cosas, ellos dirigen la
Administración, tienen ideas, impulsan proyectos, obedecen en su forma de
actuar a modelos de comprensión de la sociedad alternativos, está claro, no son
iguales los de un signo a los de otro, el énfasis lo ponen en aspectos
diferentes, la izquierda tiene más en cuenta ciertos ideales y la derecha es
eminentemente realista, ésa es mi opinión en base a mi vivencia, lo bueno sería
lograr un cierto equilibrio, ni sólo idealismo ni sólo sentido práctico.
Mi impresión es que con la izquierda se avanza en derechos
cívicos y sociales y con la derecha se avanza en infraestructuras, esto es así
desde Franco, y aún antes con Primo de Rivera.
Con el político el funcionario tiene que tener mucha
paciencia en general, lo más normal es que el político no tenga ni idea de la
materia para la que le han nombrado, esto viene porque en los partidos no hay
especialistas en nada, los especialistas son profesionales, es decir, están
ejerciendo su profesión y no quieren ser políticos, ser político para un
profesional es pan para hoy, hambre para mañana.
Cuando llega un político hay que formarle, concienciarle,
moderarle, guiarle, cuando ya se ha puesto en situación es cuando debe empezar
a tomar decisiones, los que son inteligentes así actúan, y es lo más
beneficioso, lo otro, actuar precipitadamente es un disparate, sobre todo hay
que concienciarles de que hay que construir sobre lo ya construido y no echar
por tierra lo anterior lo haya hecho quién lo haya hecho, cuando pasa esta
primera fase empiezan a tomar decisiones, y he de reconocer que gracias a sus
decisiones la Administración avanza, entra aire fresco, nuevas ideas, se rompen
rutinas, los funcionarios tenemos miedo al cambio pero con frecuencia pasado un
tiempo reconocemos que los cambios que han traído eran necesarios, y que sólo
uno venido de fuera hubiera sido capaz de ver su necesidad y de atreverse a
hacerlos.
Me gusta ser justo, los políticos están de paso, unos miran
principalmente por sus propios intereses o los de su partido, otros miran más
por el interés general, eso se nota, aplican más estos últimos la lógica, el
sentido común, el mejor político es el que conjuga los tres aspectos, dado que
si descuida los dos primeros dura poco en general, lo quitan.
Luego está el tema de afinidades personales, te caen bien o
no, caes bien o no, y eso hace que todo fluya o no fluya, como diría Goleman,
la inteligencia emocional y todo eso, y luego está el sentido práctico del
funcionario, hay que ser adaptativo, la Administración es un territorio de
nadie que temporalmente ocupan determinados políticos, luego vendrán otros, hay
que procurar que el daño sea mínimo y el beneficio máximo, ésa es, entiendo, la
labor del funcionario.
El peor enemigo del funcionario no es el político, ni mucho
menos, el principal enemigo del funcionario y el más peligroso es el propio
funcionario, el trepa que se pega al político para medrar y echar abajo al
compañero para colocarse él, el pelota, manipulador, insolidario, que de eso
hay mucho, pero bueno, como suele decirse: el que esté libre de culpa que tire
la primera piedra.
Y viceversa, el peor enemigo del político no es el
funcionario sino el propio político, y si es de su propio partido peor, entre
ellos se hacen verdaderas maldades os lo aseguro, me he quedado estupefacto en
ocasiones.
Al final el destino del político siempre es un tanto triste
e injusto, cuando ya conoce la materia y está más motivado le cesan, y viene
otro que no tiene, de nuevo ni idea, y vuelta a empezar…
Y nada más, que conste para terminar que esta visión un
tanto edulcorada de los políticos no es fruto del miedo o de que padezca una
especie de síndrome de Estocolmo, es fruto de mi experiencia de casi 30 años en
la Administración Pública y de mis impresiones sinceras.
El paseante
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