La ley del más
fuerte es una de las obras más
emblemáticas y conocidas de Rainer Werner Fassbinder. En ella revisita
el tema de las relaciones entre explotación
económico-cultural y explotación de los sentimientos en una pareja: Franz Biberkopf es un joven homosexual
vulgar, ingenuo y bonachón que, tras trabajar como Fox,
la cabeza parlante en una feria, gana medio
millón de marcos en la lotería, lo que
le permite introducirse en los más exquisitos círculos del
colectivo gay. Es entonces cuando conoce y se enamora de
Eugen, hijo de un empresario que posee una imprenta al
borde de la bancarrota. Tras dejar a su amante, Eugen inicia una relación con Franz que resulta
ante todo interesada: le pide dinero para la
empresa paterna en sucesivas ocasiones; le hace
comprar el piso y los muebles que compartirán; intenta
corregirle sus modales nada finos y poco acordes con
la educación burguesa, y programa un viaje a Marrakech que
supondrá el comienzo del fin de la relación. Este desequilibrio entre el que da (Franz) y el que manipula (Eugen) conduce a un
dramático final: Franz ve cómo ha perdido prácticamente su
dinero a causa de las maniobras de su amante. Ni siquiera
puede quedarse con el piso que compró porque se lo
ha traspasado a Eugen, que aprovecha para volver con
su ex-amante. Preso del estrés y la desesperación, se toma
un bote de Valium y dos conocidos homosexuales lo
encuentran muerto en una desierta estación de metro. Como
no quieren complicaciones, lo dejan tal y como se lo habían
encontrado, pero Fassbinder riza el rizo haciendo que dos
chavales saqueen el cadáver robándole el dinero y las pertenencias que
llevaba encima mientras suena una mortificante música de
feria.
Esta dura y bellísima película ha quedado como el
ejemplo más contundente y feroz del director sobre su
visión de las relaciones de poder existentes en una
pareja, aquellas que convierten al que más ama en una víctima. Sorprende la implacable naturalidad con que aparecen expuestos
los mecanismos de represión y explotación que se dan entre Franz y Eugen ("En
nuestra sociedad, la libertad individual no se puede comprar o ganar con un
premio de lotería porque esa libertad tiene su propia ley, Faustrecht, la
ley de la jungla en la que impera la ley del más fuerte", escribe al
respecto C. Braad Thomsen), así como la inquietante e imparable progresión
dramática de una historia que comienza como una especie de cuento de hadas -en
el que, incluso, no se escatiman leves toques de humor- y concluye como una
auténtica pesadilla.
Como en Effi
Briest, La ley del más fuerte expone en toda su crudeza cómo la
opresora educación burguesa desactiva la identidad del individuo: "Debes
aprender, aprender y aprender. Es difícil, pero nos las arreglaremos para hacer
de ti una persona totalmente distinta", dice Eugen a Fox. Pero la película de su
filmografía con la que guarda un paralelismo casi exacto es Las amargas
lágrimas de Petra von Kant: "Como Petra, Eugen es el pedagogo de la
relación, aquel que aspira a dominar al proletario, culturizarlo y civilizarlo;
al igual que Karin, Franz carece de conciencia proletaria y le domina la
imperiosa necesidad de salir de su miserable entorno. Pero el pesimismo en La
ley del más fuerte es considerablemente superior al de Petra von
Kant: mientras Petra aprende algo de su relación con Karin ("Yo solo quería
poseerla"), la actitud de Eugen no cambia en ningún momento de la película. No
muestra piedad alguna, menos aún comprensión por Franz: se aprovecha de él hasta
agotar el dinero que ha ganado en la lotería y luego lo abandona. Así, mientras
Karin logra sobrevivir sin Petra, Franz sucumbe a una enfermedad psicosomática
cuyo origen está socialmente determinado", escribe Braad Thomsen.
En el plano
estilístico, llama la atención el empleo que hace el director de la profundidad
de campo, de puesta de escena en abismo, procurando que el encuadre deje
ambos márgenes de la imagen en sombra o flou para aprisionar de ese modo
a los personajes, algo a lo que también contribuyen los asfixiantes y recargados
decorados, que parecen transmitir -en consonancia con la secuencia inicial del
parque de atracciones- un efecto de barracón de feria donde se desarrolla esta
aterradora parábola acerca de la búsqueda de la propia identidad, la hipocresía
y los tics que sustentan la educación y los principios burgueses, las amistades
y relaciones interesadas, o la diferencia de clases.
La
película fue presa de las iras de los homosexuales, que
aparecen como seres vanidosos, algo necios, narcisistas e incluso
exóticos: Fassbinder jamás utilizó la problemática gay como una
causa que había que defender o en la que
militar. El crítico Andrew Britton sostuvo en la revista
inglesa Gay Left que La ley del más fuerte
"presenta una visión de la homosexualidad que nos denigra a
todos. Por eso debemos denunciarla con energía". Sin
embargo, durante toda su vida, el director defendió que la
temática homosexual directa o indirecta de sus películas
era un hecho accesorio ("Quienes alardean o hacen bandera de su condición
sexual acaban cayendo en la autocompasión y se dejan dominar por sus
sentimientos de vergüenza", sostenía), y que solo le interesaban
las relaciones humanas porque es precisamente en ellas donde residen los
diferentes conflictos y no en la opción sexual que las
caracteriza.
Rafa Morata
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