jueves, 28 de junio de 2012
La réplica de la sombra a los celos.
Tienes razón, Jota, reconozco que
no soy celosa, pero eso no significa que me resultes indiferente, como
tú
dices. Lo que pasa es que la forma de amar que defiendes es diferente a
la mía.
Las personas inseguras se dejan cegar por la pasión y no quieren ver la
realidad porque “necesitan” a la persona amada, y como dependen de ella
para
ser felices quieren ser “necesitadas” de la misma manera. De ahí vienen
los
celos, que son sólo y exclusivamente fruto del amor propio. Cuando hay
celos no
quieres a la otra persona, solo quieres, como tú bien dices, anularla
para
poder dominarla, hacerla tuya, parte de ti, y cuando lo consigues se
pierde por
completo el enamoramiento, porque la persona que te enamoró cuando la
conociste
ha dejado de existir, se ha convertido en una prolongación de ti y ya
sólo
quedas tú.
Sin embargo, la persona segura de
sí misma no está con la persona amada porque la “necesite”, sino porque
al
verla y valorarla como es, al dejarla ser, hay un enriquecimiento mutuo.
Te
aseguro que amar con los ojos abiertos es fascinante, porque observas
cómo
evoluciona el ser amado, cómo crece, cómo le influyes y te influye de
manera
natural. Esto, lejos de resultar indiferente como proclama Sócrates, es
sumamente interesante. Yo creo que lo que nos enamora de verdad de
alguien es
algo que no está en nosotros, que no podemos ni debemos controlar, y
sólo
seguiremos enamorados mientras no sea nuestro.
¿De verdad te parece esta forma
de amar más aburrida que la pasión cegadora que sólo desea estar con
alguien
previsible a quien manejar a su antojo? ¿En serio?
Personalmente prefiero dejarme
sorprender a tenerlo todo bajo control, pero tal vez esto se deba a mi
naturaleza incontrolable…
La sombra del paseante
Tres motores del blog...
Ya han desaparecido 3 motores del blog:
Gloria, Julio, Antonio, y en retirada está mi amiga Terre.
Y ha aparecido un nuevo motor: Nerea.
Se han equiparado en número las visitas
desde España y las de el extranjero.
Vamos a alcanzar las 20.000 visitas en
menos de 1 año.
Ya hay más de 1.000 entradas sobre 1.000
temas diferentes.
Y hemos alcanzado las 4.000 visitas al
mes en los dos últimos meses.
Pero faltan 3 motores que me motivaban a
escribir y participaban de una u otra manera en el blog activamente.
Mi amiga Carmen me hace comentarios
elogiosos sobre el blog, y Terre me hace comentarios críticos, y también
elogiosos a veces...
Echo especialmente de menos a Julio, tan
entusiasta, tan alegre, tan colaborador, tan brillante, tan afín, tan
amigo.
¿Pero qué puedo hacer?
Insisto en saber de él pero no recibo
respuesta.
De Antonio estoy absolutamente
desencantado, aunque en tiempos fue también adicto al blog y lo
elogiaba, y colaboró en él brillantemente.
Pero lo de Antonio ya es insuperable.
Gloria tampoco está ya, ella nunca me
hubiera "dejado", ni "traicionado", siempre hubiera estado "ahí" como
aliada, cómplice, amiga, pero murió.
Y Terre identifica el blog demasiado
conmigo, con su lucha "por mí", con su afán porque sea como ella quiere
que sea, tanto el blog como yo.
En fin, la vida que va pasando, y el
blog que es parte de ella.
El 22 de agosto cumplirá el blog 1 año
de vida.
Y la verdad es que pienso seguir con él,
ya forma parte de mí, es una ventana que he abierto desde dentro de mí
al exterior, y a través de la cual yo me miro y me conozco mejor.
el paseante
Carta abierta al verano.
Me gustas verano, eres mi estación
favorita, creo que ya lo he dicho, me gustas por razones obvias, tontas,
simples, evidentes.
Me gustas porque hace buen tiempo, qué
tontería, pues claro, es verano.
Porque puedo disfrutar del sol, de la
naturaleza, estar más tiempo al aire libre, hacer excursiones, bañarme
en la piscina y en la playa, hacer ejercicio, contemplar la vida más de
cerca, y vivir más intensamente.
En especial de ti, verano, me gusta tu
alegría, tus colores tan vivos, tus sonidos, el canto de los pájaros en
los jardines, el silbido de las gaviotas en el mar, los gritos de los
niños en la playa, las conversaciones en voz alta, la música que suena
en cualquier rincón.
Y tus colores, los atardeceres de color naranja, los amaneceres color turquesa, el mar de color variable, la piscina con su reflejo de luz esmeralda, la hierba tan verde que parece pintada, y esas ilimitadas extensiones de los campos de cultivo llenos de color amarillo como si al pintor se le hubiera ido la mano, o poblados hasta lo inverosímil de girasoles como salidos de un cuadro de Van Gogh.
Y las cosechas apuntando hacia el cielo ya apenas, esperando el otoño para madurar.
Admiro de ti también tus tormentas, cada año más infrecuentes, y recuerdo las tormentas de mi infancia, nada como aquello, daban miedo.
Me gustan también los colores de la ropa de las mujeres, sus dibujos, tan alegres, tan variados.
¿Y qué más me gusta de ti?
Pues las noches de luna, verla surcar el cielo a través de la ventana, en su lenta singladura nocturna iluminándome con su blanca luz.
Dormir acompañado por la luna, con la luna vigilando mi sueño desde lo alto del firmamento, eso sí que es un lujo gratuito, lo que costaría conseguir hacer algo así si no nos lo regalara el universo, sería algo imposible.
También me gusta el canto de las cigarras a la hora de más calor de la siesta, y el de los grillos por la noche, que cuando te acercas se callan.
Y tus cielos llenos de estrellas, como nunca, llenos de galaxias, constelaciones, planetas.
Y saber que cada año regresas, verano, a curar mis heridas, las heridas que el cruel invierno deja en mi alma, y a llenarme el alma de gozo y a reconciliarme con la vida y el amor a la naturaleza.
En tus días tan largos, en tu luz que nunca se acaba, en tu calor, tu color, tu alegría, tu vitalidad, desfallece a veces mi alma, te lo confieso, pensando en que tal vez algún día no te vuelva a ver, y pienso si en el más allá siempre será verano para mí y si podré seguir contemplando tu belleza y siendo feliz en ti como ahora.
el paseante
Y tus colores, los atardeceres de color naranja, los amaneceres color turquesa, el mar de color variable, la piscina con su reflejo de luz esmeralda, la hierba tan verde que parece pintada, y esas ilimitadas extensiones de los campos de cultivo llenos de color amarillo como si al pintor se le hubiera ido la mano, o poblados hasta lo inverosímil de girasoles como salidos de un cuadro de Van Gogh.
Y las cosechas apuntando hacia el cielo ya apenas, esperando el otoño para madurar.
Admiro de ti también tus tormentas, cada año más infrecuentes, y recuerdo las tormentas de mi infancia, nada como aquello, daban miedo.
Me gustan también los colores de la ropa de las mujeres, sus dibujos, tan alegres, tan variados.
¿Y qué más me gusta de ti?
Pues las noches de luna, verla surcar el cielo a través de la ventana, en su lenta singladura nocturna iluminándome con su blanca luz.
Dormir acompañado por la luna, con la luna vigilando mi sueño desde lo alto del firmamento, eso sí que es un lujo gratuito, lo que costaría conseguir hacer algo así si no nos lo regalara el universo, sería algo imposible.
También me gusta el canto de las cigarras a la hora de más calor de la siesta, y el de los grillos por la noche, que cuando te acercas se callan.
Y tus cielos llenos de estrellas, como nunca, llenos de galaxias, constelaciones, planetas.
Y saber que cada año regresas, verano, a curar mis heridas, las heridas que el cruel invierno deja en mi alma, y a llenarme el alma de gozo y a reconciliarme con la vida y el amor a la naturaleza.
En tus días tan largos, en tu luz que nunca se acaba, en tu calor, tu color, tu alegría, tu vitalidad, desfallece a veces mi alma, te lo confieso, pensando en que tal vez algún día no te vuelva a ver, y pienso si en el más allá siempre será verano para mí y si podré seguir contemplando tu belleza y siendo feliz en ti como ahora.
el paseante
miércoles, 27 de junio de 2012
El escritor es como Spiderman.
Se diría que uno debe no tener ganas de escribir para escribir bien, o al menos mejor.
En la escritura como en la vida es mejor que las cosas sucedan sin intervenir demasiado, al final el resultado es mejor.
Sin propósito, pues, sin intención, sin forzar nada, dejándonos llevar, sin ganas de escribir, casi mejor con algo de desgana, no con una desgana total, claro, porque si así fuera no escribiríamos.
Uno no sabe ni lo que escribe pero va escribiendo, deja de ser él a través de la escritura y se convierte en sí mismo, se transforma en un ser invisible que a través de la escritura se hace visible para el lector.
Primero debe desaparecer y luego reaparecer en lo que escribe, así conecta con las musas más fácilmente, ¡qué escriban las musas!, mejor, son más interesantes que nosotros.
Si ves a un escritor haciendo la compra en el supermercado pierdes las ganas de leer su obra, pero es que su obra no es suya, su obra es de las musas, y las musas no hacen la compra nunca en el supermercado, se alimentan sólo de ideas.
Y después de todo esto llega un lector desconocido y te lee, pero bueno, en realidad no te lee a ti, lee lo que ha quedado escrito que es un reflejo de un momento dado de ti, y es el lector el que realmente escribe finalmente el texto, interpretándolo, llevándolo hasta sí mismo, y reescribiéndolo con su imaginación.
Es más fructífero y menos frustrante leer que escribir, pero hay un momento en el que uno pasa de lector a escritor sin saber cómo, y ya no puede volver atrás, se queda por siempre en escritor, es como un destino o una maldición.
Y uno escribe le lean o no, tenga ideas o no, le guste escribir o no, uno escribe como la araña teje su red, para tratar de atrapar moscas, las moscas son los lectores, y que queden enganchados a tu escritura.
La escritura es una tela de araña que trata de apresarte, y el escritor te acaba engullendo en un mundo diferente del que cuesta salir.
La pasión de la escritura, la pasión de la lectura, la pasión de las ideas, la pasión de la comunicación, la pasión de la seducción, la pasión del amor.
En el fondo el escritor sólo busca el amor de sus lectores, sentirse querido, acompañado, comprendido, consolado en el infortunio constante del mundo, y reconfortado en el placer de la belleza.
Te necesito lector, ámame por favor.
el paseante
martes, 26 de junio de 2012
El cuadro de la semana. Hotel junto a las vías del tren. Edward Hopper. 1952.
Menuda pinta de aburridos, se ve que ahí
no hay nada que hacer, sólo aburrirse.
Y menudas vistas, a las vías del tren, me pregunto si serán capaces de dormir ahí, vaya ruido que hará el tren.
Él mira por la ventana pero no creo que se esté recreando en el paisaje, tal vez, por el gesto absorto, esté pensando tirarse por la ventana, pero no le servirá de nada, es un piso bajo, ni suicidarse puede, salvo que se tire al tren.
Bueno, realmente toda su vida debe de ser un permanente suicidio, no hay más que verle y además ver a su mujer, sinceramente, no tiene lo que se dice buen tipo.
Se ve que tienen poco interés el uno por el otro, más bien ninguno, ella se refugia en la lectura y él en la melancolía.
Poca comunicación deben tener, los matrimonios de muchos años son así, ya lo saben todo el uno del otro, hay poco que descubrir, todo está dicho, hablado, discutido y callado, desde hace mucho tiempo.
Los matrimonios que duran tanto se basan en el silencio, es igual que vivir solo, la misma incomunicación, si estás solo no te comunicas con nadie, si estás casado no te comunicas con tu mujer.
Pintura de la desolación, poco optimista, más bien pesimista, me pregunto para qué reproducir las malas noticias, "nuestro matrimonio no funciona", parece decir el cuadro, pues vaya novedad, enhorabuena por haberse dado cuenta.
¿Y qué placer obtengo yo de la contemplación de la escena?
Un consuelo para mi soledad: mejor solo que mal acompañado.
Realmente eso ya lo sabía, y todo lo demás que se plantea en el cuadro también.
Enhorabuena, el pintor ha logrado confirmar mis más negras teorías:
1) Mejor solo que mal acompañado.
2) Nunca te hospedes en un hotel al lado de las vías del tren.
3) Las parejas duraderas se basan en la incomunicación.
4) La lectura es la mejor evasión de la realidad.
5) La segunda mejor evasión de la realidad es la melancolía.
6) La luz del último sol de la tarde resulta algo tristona.
7) No debes nunca quedarte en enaguas delante de tu marido.
Preferiría la verdad algo más alegre, menos mortecino, no tan feo, pesado, solemne, trivial.
Pero hay lo que hay, la cruda realidad, por si la realidad fuera poco cruda va Hopper y nos lo recuerda, bueno, no sólo nos lo recuerda, sino que además lo pone en escena de forma que deje una huella indeleble en nuestro cerebro, como una especie de trauma perdurable.
El sello de la realidad, el tampón de la existencia, quedamos después de ver el cuadro marcados a fuego como una res.
Hopper tatua sobre nuestra piel el código del desconsuelo eterno por si en algún momento logramos olvidarnos de él, y así tenerlo siempre a la vista para recordarlo inmediatamente.
Todo un detalle por su parte.
el paseante
Y menudas vistas, a las vías del tren, me pregunto si serán capaces de dormir ahí, vaya ruido que hará el tren.
Él mira por la ventana pero no creo que se esté recreando en el paisaje, tal vez, por el gesto absorto, esté pensando tirarse por la ventana, pero no le servirá de nada, es un piso bajo, ni suicidarse puede, salvo que se tire al tren.
Bueno, realmente toda su vida debe de ser un permanente suicidio, no hay más que verle y además ver a su mujer, sinceramente, no tiene lo que se dice buen tipo.
Se ve que tienen poco interés el uno por el otro, más bien ninguno, ella se refugia en la lectura y él en la melancolía.
Poca comunicación deben tener, los matrimonios de muchos años son así, ya lo saben todo el uno del otro, hay poco que descubrir, todo está dicho, hablado, discutido y callado, desde hace mucho tiempo.
Los matrimonios que duran tanto se basan en el silencio, es igual que vivir solo, la misma incomunicación, si estás solo no te comunicas con nadie, si estás casado no te comunicas con tu mujer.
Pintura de la desolación, poco optimista, más bien pesimista, me pregunto para qué reproducir las malas noticias, "nuestro matrimonio no funciona", parece decir el cuadro, pues vaya novedad, enhorabuena por haberse dado cuenta.
¿Y qué placer obtengo yo de la contemplación de la escena?
Un consuelo para mi soledad: mejor solo que mal acompañado.
Realmente eso ya lo sabía, y todo lo demás que se plantea en el cuadro también.
Enhorabuena, el pintor ha logrado confirmar mis más negras teorías:
1) Mejor solo que mal acompañado.
2) Nunca te hospedes en un hotel al lado de las vías del tren.
3) Las parejas duraderas se basan en la incomunicación.
4) La lectura es la mejor evasión de la realidad.
5) La segunda mejor evasión de la realidad es la melancolía.
6) La luz del último sol de la tarde resulta algo tristona.
7) No debes nunca quedarte en enaguas delante de tu marido.
Preferiría la verdad algo más alegre, menos mortecino, no tan feo, pesado, solemne, trivial.
Pero hay lo que hay, la cruda realidad, por si la realidad fuera poco cruda va Hopper y nos lo recuerda, bueno, no sólo nos lo recuerda, sino que además lo pone en escena de forma que deje una huella indeleble en nuestro cerebro, como una especie de trauma perdurable.
El sello de la realidad, el tampón de la existencia, quedamos después de ver el cuadro marcados a fuego como una res.
Hopper tatua sobre nuestra piel el código del desconsuelo eterno por si en algún momento logramos olvidarnos de él, y así tenerlo siempre a la vista para recordarlo inmediatamente.
Todo un detalle por su parte.
el paseante
La respuesta de el paseante a los celos.
Frivolizas sobre los celos sombra porque en realidad no los sientes, porque en realidad no sientes nada por mí y eso te permite bromear, tomarte el tema a la ligera, cuando de ligero no tiene nada, y bien lo sabrías si de verdad me quisieras y si de verdad los sintieras.
Platón en su diálogo Fedro pone en boca
de Sócrates una disquisición sobre el amor y los celos en la cual se
viene a decir que hay que emparejarse con personas que no nos amen y a
las cuales no amemos.
Porque el amor según ellos no es sino
una enfermedad mental, y el enamorado, el verdadero enamorado quiere
gozar de la posesión de su amado en exclusiva y para ello quiere
separarlo del mundo, del trato con los demás, de sus aficiones, gustos,
profesión, de la libertad de sus ideas, de su conciencia, de su libre ir
y venir, de sus ambiciones, propósitos, luchas, quimeras..., por separarlo quiere separarlo hasta del amor que a sí
mismo se profesa, es decir, del amor propio, de su soledad, de su
autosuficiencia, porque quiere que dependa de él para todo y
exclusivamente.
Quiere aislarlo y tenerlo sólo para sí, y
eso no es sino fruto de los celos, que no son sino el afán de posesión
absoluta de la persona amada, lo cual al que así es amado no hace sino
perjudicarle metiéndole en una cárcel y privándole de libertad, de su
desarrollo como persona.
Por otro lado amar así mete al que ama
también en una cárcel de sospechas, de permanente insatisfacción, de
deseos frustrados, de malestar, de sufrimiento infinito.
Ni amar ni ser amado es algo
recomendable según Sócrates interpretado por Platón.
¿Entonces?
Pues entonces, según nos recomiendan
estos dos sabios filósofos, el uno por boca del otro, nos deberemos unir
a personas que nos son indiferentes y a las que igualmente resultamos
indiferentes, sólo así seremos libres y no sufriremos ni el anhelo
imposible de posesión total, ni nos sentiremos prisioneros de la pasión
del otro.
Pero, vaya rollo, sombra, juntarte con
quién ni amas ni te ama, es como hacerse funcionario, un aburrimiento.
el paseante
Los celos según la sombra.
LOS CELOS
Vale, paseante, quieres que te
hable de los celos ¿no?. Pues ¿sabes que te digo?, que le preguntes a tu
“novia
literaria”. Sí, sí, a Nerea. Claro que qué va a saber esa de celos, con
lo
segura que “parece” de sí misma. En cualquier caso, pregúntale a ella,
yo no te
voy a decir nada al respecto. Colaboraría contigo sin problema si me
juraras y
perjuraras que me prefieres a cualquier otra, que soy la mejor sombra
que has
tenido en tu vida, que te encanta dormir a mi lado en las noches de luna
llena,
cuando su luz me coloca acurrucada a tu espalda… Pero, fíjate, aunque me
aseguraras
por lo que más quieres, que me quieres más que nada, no te creería y
¿por qué?
te preguntarás, ¿qué motivos me has dado para desconfiar de tu palabra?.
Pues
ninguno, tengo que decirlo. Pero no podría creer que alguien como tú se
hubiera
fijado en mí, en una sombra etérea que pasa desapercibida por el mundo
sin
dejar más huella que un dudoso frescor y su fugaz oscuridad. Sí, soy
insegura,
¿qué pasa?.
…Uy, perdona, Jota, has debido de
pasar por debajo de otra sombra y esa interferencia me ha provocado un
ataque
de celos…¿de qué querías que te hablara?
La sombra del paseante
La película de la semana. La inglesa y el duque. Eric Rohmer. 2001.
Otra recomendación de mi padre, garantía
de calidad, del mejor cine, mi padre es mi maestro en cinefilias, mi
guía cinematográfico, tiene un gusto exquisito, ya he recomendado otras
películas que él a su vez me recomendó.
Esta película es sorprendente, atípica en la filmografía de Rohmer, un director intimista, de lo cotidiano, en cuyas películas no pasa nada, como un notario del día a día de cualquiera, eso es precisamente lo que hace grande a su cine, te hace pensar sobre el presente, sobre tu vida, viendo reflejada la vida de los demás, tan similar a la tuya, en la pantalla.
Reflexivo Rohmer.
Pero en este caso aborda el género histórico, el París de la Revolución Francesa, en un tono idéntico al del resto de sus películas, es decir, intimista, cercano, corriente.
Retrata la cotidianeidad de ese momento histórico tan glosado.
Sorprende como resuelve la ambientación, mediante decorados de cartón pintado que son como cuadros, los personajes se mueven delante de paisajes y calles que no son sino grandes lienzos, grandes pinturas, con algún elemento en primer plano de decorado tradicional.
Impresiona la grandeza de la película mediante este truco tan sencillo, insuperable, ningún efecto especial, tan en boga ahora, hubiera obtenido un resultado más eficaz para hacernos trasladar con la imaginación a ese momento histórico, y es que habitualmente vemos la historia desde los ojos del arte, en concreto desde los ojos de la pintura, y eso hace Rohmer en esta película, que por ello mismo es más real que cualquier efecto especial.
No sé si os pasará a vosotros pero en las películas de efectos especiales no consigo centrarme en el argumento, mi cabeza está continuamente valorando la calidad de los efectos especiales, es decir, su verosimilitud.
Pues Rohmer, mediante lo inverosímil logra la mayor verosimilitud, paradógico, cosas de genios.
Película de conversaciones, verla en el francés original, película de interiores, de salas de estar, de vestuario y objetos decorativos, mobiliario, todos esos pequeños detalles que acercan al espectador a la intimidad de las escenas y de los personajes.
Recuerdo la escena en que un carruaje se acerca desde un fondo de paisaje pintado y cruza por debajo de un arco de triunfo de cartón piedra que no pretende sino marcar eso, que es de cartón piedra, en ese momento me sentí como nunca en la Revolución Francesa.
Ya me lo advirtió mi padre, no puedes perdértela, y tenía razón, gracias papá.
Un beso,
el paseante
Esta película es sorprendente, atípica en la filmografía de Rohmer, un director intimista, de lo cotidiano, en cuyas películas no pasa nada, como un notario del día a día de cualquiera, eso es precisamente lo que hace grande a su cine, te hace pensar sobre el presente, sobre tu vida, viendo reflejada la vida de los demás, tan similar a la tuya, en la pantalla.
Reflexivo Rohmer.
Pero en este caso aborda el género histórico, el París de la Revolución Francesa, en un tono idéntico al del resto de sus películas, es decir, intimista, cercano, corriente.
Retrata la cotidianeidad de ese momento histórico tan glosado.
Sorprende como resuelve la ambientación, mediante decorados de cartón pintado que son como cuadros, los personajes se mueven delante de paisajes y calles que no son sino grandes lienzos, grandes pinturas, con algún elemento en primer plano de decorado tradicional.
Impresiona la grandeza de la película mediante este truco tan sencillo, insuperable, ningún efecto especial, tan en boga ahora, hubiera obtenido un resultado más eficaz para hacernos trasladar con la imaginación a ese momento histórico, y es que habitualmente vemos la historia desde los ojos del arte, en concreto desde los ojos de la pintura, y eso hace Rohmer en esta película, que por ello mismo es más real que cualquier efecto especial.
No sé si os pasará a vosotros pero en las películas de efectos especiales no consigo centrarme en el argumento, mi cabeza está continuamente valorando la calidad de los efectos especiales, es decir, su verosimilitud.
Pues Rohmer, mediante lo inverosímil logra la mayor verosimilitud, paradógico, cosas de genios.
Película de conversaciones, verla en el francés original, película de interiores, de salas de estar, de vestuario y objetos decorativos, mobiliario, todos esos pequeños detalles que acercan al espectador a la intimidad de las escenas y de los personajes.
Recuerdo la escena en que un carruaje se acerca desde un fondo de paisaje pintado y cruza por debajo de un arco de triunfo de cartón piedra que no pretende sino marcar eso, que es de cartón piedra, en ese momento me sentí como nunca en la Revolución Francesa.
Ya me lo advirtió mi padre, no puedes perdértela, y tenía razón, gracias papá.
Un beso,
el paseante
lunes, 25 de junio de 2012
Mi torso (actualización 23-06-2012).
Ya voy estando algo morenito, de ir a la
piscina, estupendo, unos largos y al sol, delicioso el sol sobre la
piel aún mojada, esa sensación de bienestar que nos da el astro rey
calentándonos, acariciándonos con su suave tacto, tan cálido, tan
sensual.
Mi cuerpo bajo el sol, a pleno sol, qué
delicia.
Y el agua escurriendo en pequeñas gotas
sobre mi cuerpo, colándose por entre el bañador, refrescantemente
energizante.
Sol, agua, naturaleza, aire..
¿Qué más necesita el hombre?
Amor.
¿Amor?
Sí, amor.
Creo que el amor lo complica todo, vamos
a dedicar la semana a hablar del amor, a ver a qué conclusiones
llegamos.
el paseante
La playa y yo.
Ésta es la primera playa en la que he
estado en mi vida, era muy niño, es la playa de Poniente en Benidorm,
inolvidable...
La foto parece salida de la serie de Mercero "Verano azul".
Corría el año de 1964, ayer como quién dice, y apenas había comenzado el mes de agosto, yo cumplía ese verano 4 añitos, qué rico, bueno, al grano, mis padres llevaban dos semanas de cuchicheos, como yo me había portado mal últimamente imaginé que me iban a dar en adopción, de repente un viernes después de cenar me comunicaron que tenía que acostarme temprano...
Y se miraron fijamente...
Terrible, era verdad, pensé, me abandonan.
Al momento mi madre me acarició la cara con ternura y me sonrió mientras mi padre nos miraba fijamente emocionado.
Se despedían de mí, pensé, ya no me volverán a ver más.
Entonces mi madre pronunció la frase:
- Jose, hijo, es que mañana temprano salimos de viaje.
Horror, además me dan en adopción a una familia de fuera de Madrid, pensé aterrorizado, nuevas costumbres, otro idioma tal vez.
Y añadió:
- Porque nos vamos de vacaciones, hijo, nos vamos a la playa, a ver el mar.
Entonces respiré aliviado y pregunté:
- ¿La playa, y eso qué es?
Aún no la había visto en la televisión.
- Pues el mar, hijo, mucha agua y mucha arena.
Mucha arena, eso me gustaba, yo era adicto a la arena, las palas, los cubos, los moldes con forma de pez y de estrella.
Entonces mi madre me dio un beso y mi padre sonriente, eufórico, me tiró de una oreja y me dijo:
- Pero Puppie que vas a ir al playa.
Mi padre de pequeño me llamaba Puppie, es decir, mascota en inglés, él siempre ha sido muy anglofilo, tal vez pensaba que no era un niño, que era un perro o un gato, no lo sé.
Y a la mañana siguiente nos montamos en el Seiscientos y nos fuimos a Benidorm.
Cuando llegué a la playa me extrañó lo llena de gente que estaba, apenas se veía la arena, y el mar quedaba muy lejos, había que abrirse paso entre tanta toalla extendida y tanta sombrilla para llegar al agua, y allí nos pusimos, al lado del agua aunque apenas había sitio.
Y me metí de la mano de mi madre al agua, delicioso, el agua ni fría ni caliente, limpia, de un verde azulado, con unas suaves olas que me mecían con su pronunciada ondulación elevándome y haciéndome caer lentamente, como en un tobogán natural, incesante, como en un abrazo de agua que me acunara, me acariciara, me divirtiera.
Y luego era verdad, había mucha arena, tanta como agua en el mar, aquello era infinito por todas partes, no acababa nunca, igual que el sol, había para dar y tomar, e igual que la gente, infinita también.
Me ha quedado grabado aquel recuerdo, de mi primer día en la playa de manera imborrable, desde entonces para mí el paraíso es eso, una playa llena de gente, unas olas elevadas y suaves que me mecen, me abrazan, me besan todo el cuerpo, un sol infernal, muchas sombrillas, mucha gente, y la alegría, la felicidad, la algarabía, el follón estridente por todas partes.
Enseguida descubrí que para dejar de oír tanto ruido bastaba con sumergirte en la ola, meter la cabeza dentro de ella y dejarte arrastrar hasta la orilla donde te arrojaba cual Jonás recién escupido de la boca de la ballena.
el paseante
La foto parece salida de la serie de Mercero "Verano azul".
Corría el año de 1964, ayer como quién dice, y apenas había comenzado el mes de agosto, yo cumplía ese verano 4 añitos, qué rico, bueno, al grano, mis padres llevaban dos semanas de cuchicheos, como yo me había portado mal últimamente imaginé que me iban a dar en adopción, de repente un viernes después de cenar me comunicaron que tenía que acostarme temprano...
Y se miraron fijamente...
Terrible, era verdad, pensé, me abandonan.
Al momento mi madre me acarició la cara con ternura y me sonrió mientras mi padre nos miraba fijamente emocionado.
Se despedían de mí, pensé, ya no me volverán a ver más.
Entonces mi madre pronunció la frase:
- Jose, hijo, es que mañana temprano salimos de viaje.
Horror, además me dan en adopción a una familia de fuera de Madrid, pensé aterrorizado, nuevas costumbres, otro idioma tal vez.
Y añadió:
- Porque nos vamos de vacaciones, hijo, nos vamos a la playa, a ver el mar.
Entonces respiré aliviado y pregunté:
- ¿La playa, y eso qué es?
Aún no la había visto en la televisión.
- Pues el mar, hijo, mucha agua y mucha arena.
Mucha arena, eso me gustaba, yo era adicto a la arena, las palas, los cubos, los moldes con forma de pez y de estrella.
Entonces mi madre me dio un beso y mi padre sonriente, eufórico, me tiró de una oreja y me dijo:
- Pero Puppie que vas a ir al playa.
Mi padre de pequeño me llamaba Puppie, es decir, mascota en inglés, él siempre ha sido muy anglofilo, tal vez pensaba que no era un niño, que era un perro o un gato, no lo sé.
Y a la mañana siguiente nos montamos en el Seiscientos y nos fuimos a Benidorm.
Cuando llegué a la playa me extrañó lo llena de gente que estaba, apenas se veía la arena, y el mar quedaba muy lejos, había que abrirse paso entre tanta toalla extendida y tanta sombrilla para llegar al agua, y allí nos pusimos, al lado del agua aunque apenas había sitio.
Y me metí de la mano de mi madre al agua, delicioso, el agua ni fría ni caliente, limpia, de un verde azulado, con unas suaves olas que me mecían con su pronunciada ondulación elevándome y haciéndome caer lentamente, como en un tobogán natural, incesante, como en un abrazo de agua que me acunara, me acariciara, me divirtiera.
Y luego era verdad, había mucha arena, tanta como agua en el mar, aquello era infinito por todas partes, no acababa nunca, igual que el sol, había para dar y tomar, e igual que la gente, infinita también.
Me ha quedado grabado aquel recuerdo, de mi primer día en la playa de manera imborrable, desde entonces para mí el paraíso es eso, una playa llena de gente, unas olas elevadas y suaves que me mecen, me abrazan, me besan todo el cuerpo, un sol infernal, muchas sombrillas, mucha gente, y la alegría, la felicidad, la algarabía, el follón estridente por todas partes.
Enseguida descubrí que para dejar de oír tanto ruido bastaba con sumergirte en la ola, meter la cabeza dentro de ella y dejarte arrastrar hasta la orilla donde te arrojaba cual Jonás recién escupido de la boca de la ballena.
el paseante
El verano y yo.
Es mi estación favorita, la felicidad
total para mí es la visión de una playa llena de sombrillas, los
chillidos de los niños mezclados con los silbidos de las gaviotas, el
olor a bronceador, la arena quemándome los pies, el sol quemándome la
piel, la contemplación del mar siempre tan azul, tan salado, tan frío,
los chiringuitos, mejor con olor a sardinas, la sangria, la paella, el
gazpacho, la cañita fresquita, los boquerones en vinagre.
Los barcos a los lejos, pasando majestuosos, como en un minué eterno.
Las velas de las pequeñas embarcaciones, punteando el mar como en un cuadro de Sorolla.
Todo es tan pictórico, tan sensual, tan hedonista, tan placentero...
Y esas gordas gordísimas que siempre andan llamando a voces a un niño que se llama Kevin o algo parecido.
Y esas abuelitas sentadas en sus sillitas bajo la sombrilla para que no las queme el sol.
Y esos señores acodados en la barra del chiringuito que ni pisan la playa por no mancharse de arena.
Y los adictos al sol quemados como carbones al sol, impenitentes martirizados por voluntad propia como San Lorenzos en la parrilla inversa del sol que les achicharra.
Y los perrillos ladrando y corriendo por la playa, y esos juegos de playa, las pelotitas que hay que esquivar, los balonazos, los que juegan al tenis en la orilla, los platillos volantes.
Los niños y los castillos de arena que se lleva la ola.
Los enamorados tumbados al sol cogidos de la mano.
La canción del verano sonando en todas partes, mejor si es de Georgi Dann.
Y la siesta, claro.
Y por la tarde dar una vuelta por el paseo marítimo, morenito, con una camisa blanca y un pantalón vaquero, no hace falta más.
Uno revive en la playa, el mar le devuelve la vida, le rejuvenece, le da salud.
Pareces otro después de unos días junto al mar, te cambia la cara.
Y por las tardes la brisa fresquita y el olor a sal en el puerto cuando las embarcaciones regresan de la pesca diaria, y comprar algo de pescado en la lonja, y luego ir a los puestos de los hippies, comprar algún regalito para la familia, qué ilusión poder dárselo al regresar y ver qué cara ponen.
También ir algún día de excursión turística a algún lugar pintoresco y tomar fotos del paisaje.
El mar, el mismo mar de todos los veranos...
Te quiero mar, te quiero playa...
el paseante
Los barcos a los lejos, pasando majestuosos, como en un minué eterno.
Las velas de las pequeñas embarcaciones, punteando el mar como en un cuadro de Sorolla.
Todo es tan pictórico, tan sensual, tan hedonista, tan placentero...
Y esas gordas gordísimas que siempre andan llamando a voces a un niño que se llama Kevin o algo parecido.
Y esas abuelitas sentadas en sus sillitas bajo la sombrilla para que no las queme el sol.
Y esos señores acodados en la barra del chiringuito que ni pisan la playa por no mancharse de arena.
Y los adictos al sol quemados como carbones al sol, impenitentes martirizados por voluntad propia como San Lorenzos en la parrilla inversa del sol que les achicharra.
Y los perrillos ladrando y corriendo por la playa, y esos juegos de playa, las pelotitas que hay que esquivar, los balonazos, los que juegan al tenis en la orilla, los platillos volantes.
Los niños y los castillos de arena que se lleva la ola.
Los enamorados tumbados al sol cogidos de la mano.
La canción del verano sonando en todas partes, mejor si es de Georgi Dann.
Y la siesta, claro.
Y por la tarde dar una vuelta por el paseo marítimo, morenito, con una camisa blanca y un pantalón vaquero, no hace falta más.
Uno revive en la playa, el mar le devuelve la vida, le rejuvenece, le da salud.
Pareces otro después de unos días junto al mar, te cambia la cara.
Y por las tardes la brisa fresquita y el olor a sal en el puerto cuando las embarcaciones regresan de la pesca diaria, y comprar algo de pescado en la lonja, y luego ir a los puestos de los hippies, comprar algún regalito para la familia, qué ilusión poder dárselo al regresar y ver qué cara ponen.
También ir algún día de excursión turística a algún lugar pintoresco y tomar fotos del paisaje.
El mar, el mismo mar de todos los veranos...
Te quiero mar, te quiero playa...
el paseante
Cuando llegues a Madrid...
Cuando llegues a Madrid, chulona mía
voy a hacerte emperatriz de Lavapies;
y alfombrarte con claveles la Gran Vía,
y a bañarte con vinillo de Jerez.
En Chicote, un agasajo postinero
con la crema de la intelectualidad
y la gracia de un piropo retrechero
más castizo que la calle de Alcalá.
Madrid, Madrid, Madrid,
pedazo de la España en que nací
por algo te hizo Dios
la cuna del requiebro y del chotis.
Madrid, Madrid, Madrid,
en Méjico se piensa mucho en tí
por el sabor que tienen tus verbenas
por tantas cosas buenas
que soñamos desde aquí;
y vas a ver lo que es canela fina
y armar la tremolina
cuando llegues a Madrid.
Letra: Agustín Lara |
My favourite car.
Parece de juguete, ¿verdad?, me topé con
él la otra tarde y ni dudarlo le tomé una foto.
Es superchulo, tan coqueto, tan cuidado, y los asientos de cuero y el salpicadero de madera y el cambio cortito, muy deportivo, y con el escudo de la marca en la empuñadura.
Cuenta kilómetros y cuenta revoluciones, eso era mucho para la época, y llantas de aleación, un lujo.
Es un Triumph, un coche inglés, y es que el lujo en automóviles, el verdadero caché, es monopolio de los ingleses, en coches como en tantas otras cosas, pero especialmente en coches antiguos.
En fin, una monada, me imagino cómo te mirará la gente conduciendo un coche así.
Me encantaría poder probarlo, debe ser toda una experiencia, seguro que tiene una mecánica muy buena y una conducción deportiva.
Para irse de excursión por la sierra y subir las montañas con las ventanillas bajadas y respirar el olor de los pinos.
Con este coche me iría de excursión a Rascafría, mi excursión favorita desde Madrid, pero subiendo el puerto de Navacerrada, para poder respirar la fragancia de sus bosques y contemplar las perspectivas, pero sin descuidarse, también para beber agua en la fuente de Los Geólogos, parada obligada de todo excursionista que se precie, y después ir hasta El Paular pasando por el puerto de Cotos, la bajada desde allí es preciosa, con todas esas curvas y revueltas en pendiente, con las altas cimas que parece se van a caer encima de uno, y los bosques de pinos centenarios surcados por arroyos y torrenteras.
El Paular con su monasterio y hospedería, hoy Parador de turismo, a la derecha Las Presillas, piscinas naturales de agua de río en medio del valle, y luego se llega a Rascafría, un pueblo serrano lleno de encanto y con una gastronomía excelente.
Si queréis completar el viaje podéis volver a Madrid por el puerto de la Morcuera, muy bonito también.
el paseante excursionista
Es superchulo, tan coqueto, tan cuidado, y los asientos de cuero y el salpicadero de madera y el cambio cortito, muy deportivo, y con el escudo de la marca en la empuñadura.
Cuenta kilómetros y cuenta revoluciones, eso era mucho para la época, y llantas de aleación, un lujo.
Es un Triumph, un coche inglés, y es que el lujo en automóviles, el verdadero caché, es monopolio de los ingleses, en coches como en tantas otras cosas, pero especialmente en coches antiguos.
En fin, una monada, me imagino cómo te mirará la gente conduciendo un coche así.
Me encantaría poder probarlo, debe ser toda una experiencia, seguro que tiene una mecánica muy buena y una conducción deportiva.
Para irse de excursión por la sierra y subir las montañas con las ventanillas bajadas y respirar el olor de los pinos.
Con este coche me iría de excursión a Rascafría, mi excursión favorita desde Madrid, pero subiendo el puerto de Navacerrada, para poder respirar la fragancia de sus bosques y contemplar las perspectivas, pero sin descuidarse, también para beber agua en la fuente de Los Geólogos, parada obligada de todo excursionista que se precie, y después ir hasta El Paular pasando por el puerto de Cotos, la bajada desde allí es preciosa, con todas esas curvas y revueltas en pendiente, con las altas cimas que parece se van a caer encima de uno, y los bosques de pinos centenarios surcados por arroyos y torrenteras.
El Paular con su monasterio y hospedería, hoy Parador de turismo, a la derecha Las Presillas, piscinas naturales de agua de río en medio del valle, y luego se llega a Rascafría, un pueblo serrano lleno de encanto y con una gastronomía excelente.
Si queréis completar el viaje podéis volver a Madrid por el puerto de la Morcuera, muy bonito también.
el paseante excursionista
La estación total.
Creo que fue Juan Ramón Jiménez el que
llamó al verano la estación total.
El poeta es aquél que tiene la capacidad de nombrar el mundo con sus palabras, con la expresión total Juan Ramón engloba todo lo que el verano significa, lo resume sin más en una sola palabra, y enseguida sabemos a qué se refiere, porque el poeta nos habla desde su corazón a nuestro corazón directamente, y despierta en nosostros la poesía que todos llevamos dentro de nuestra alma dormida.
"La estación total" pienso, y aspiro el aire puro lleno de perfume y de luz, mientras oigo la felicidad del canto de los pájaros y siento el calor del sol sobre mi piel.
Efectivamente, pienso, Juan Ramón supo meter todo el verano en dos palabras, la "estación total", y con ellas dijo mucho más que diciendo "verano".
La estación total precisamente por estar llena de luz, llena de vida, de alegría, color y optimismo, en la que todo florece, despierta, recomienza.
La estación en la que el tiempo parece detenerse en la contemplación de la belleza, deleitándose en la luz, en el placer de los sentidos.
Verano hedonista, verano total, absoluto.
Yo lo llamaría también la estación eterna, porque parece que va durar siempre, o eso creemos, porque nos gustaría pensar que así fuera, que la felicidad durara por siempre.
Y porque el hombre sólo se cree eterno cuando es feliz.
En este verano de 2012, un deseo:
"Que siempre sea verano y siempre seamos felices".
el paseante
El poeta es aquél que tiene la capacidad de nombrar el mundo con sus palabras, con la expresión total Juan Ramón engloba todo lo que el verano significa, lo resume sin más en una sola palabra, y enseguida sabemos a qué se refiere, porque el poeta nos habla desde su corazón a nuestro corazón directamente, y despierta en nosostros la poesía que todos llevamos dentro de nuestra alma dormida.
"La estación total" pienso, y aspiro el aire puro lleno de perfume y de luz, mientras oigo la felicidad del canto de los pájaros y siento el calor del sol sobre mi piel.
Efectivamente, pienso, Juan Ramón supo meter todo el verano en dos palabras, la "estación total", y con ellas dijo mucho más que diciendo "verano".
La estación total precisamente por estar llena de luz, llena de vida, de alegría, color y optimismo, en la que todo florece, despierta, recomienza.
La estación en la que el tiempo parece detenerse en la contemplación de la belleza, deleitándose en la luz, en el placer de los sentidos.
Verano hedonista, verano total, absoluto.
Yo lo llamaría también la estación eterna, porque parece que va durar siempre, o eso creemos, porque nos gustaría pensar que así fuera, que la felicidad durara por siempre.
Y porque el hombre sólo se cree eterno cuando es feliz.
En este verano de 2012, un deseo:
"Que siempre sea verano y siempre seamos felices".
el paseante
Yo también soy un poco ñoño.
Pues yo no voy a ser menos, a mí a
ñoñería no hay quién me gane, además de todo eso que hace el pelota de
Lobi yo tengo otro recurso más espiritual, más gatuno, el ronroneo, a
través del ronroneo mi alma habla y dice:
Soy feliz.
Es inconfundible, algo físico,
incontrolable, involuntario como un reflejo, algo que no puedo fingir,
que surge o no surge de forma espontánea, me delata y dice:
Te quiero.
Eso sólo lo tenemos los gatos, bueno,
los felinos, los tigres, las panteras, los leones, y yo.
Somos fieros, cuidado con meterse con
nosotros, somos los reyes de la selva.
Pero si amamos somos sinceros, y el
ronroneo lo demuestra, no fingimos, no hacemos la pelota como otros, no
lo necesitamos.
Una mirada de nuestros ojos esmeralda,
el ronroneo, una cabezazo de cariño, nos revolcamos tripa arriba, y ya
está, así cae cualquiera, y luego amor eterno.
Pero tampoco hay que agobiar, nosotros
somos más de momentos, no vamos a estar pendientes siempre de nuestro
amo.
Aunque de José Ramón, el paseante, vale
la pena estar pendiente toda la vida, es igual que nosotros, un amor,
sólo le falta ronronear.
Aunque a veces también araña...
Pipi cat
A veces soy un poco ñoño.
Bueno, a veces me entra la ñoñería, no
puedo evitarlo, me tumbo al lado de mi dueño, de José Ramón, el
paseante, le miro con ojos tiernos y suspiro melancólicamente, como si
estuviera enamorado, enamorado de mi amo al que adoro, y él a mí, por
eso me pongo ñoño porque siento su amor sobre mí y yo se lo devuelvo, y
es que estamos hechos el uno para el otro, somos todo ternura, apoyo,
comprensión, aunque a veces somos también algo chulitos, por las buenas
somos muy buenos pero por las malas...
Pues lo dicho, que a veces soy un poco ñoño, me gusta que me acaricie mi amo, José Ramón, el paseante, y que me rasque la tripita y me dé besitos.
Un beso,
Lobi dog
Pues lo dicho, que a veces soy un poco ñoño, me gusta que me acaricie mi amo, José Ramón, el paseante, y que me rasque la tripita y me dé besitos.
Un beso,
Lobi dog
El hombre fideo. Contrasemblanza.
Soy un fideo
Ya lo veo
Muy finito
Cierto
Como un hilo
Se te podría cortar
Con tijeras
O como a un espárrago
Con las manos
Tronchar
Ten cuidado
Soy un ser humano
Pero muy delgado
A ver si engordas
Me dicen
Pero no puedo
¿Por qué?
No sé
Es imposible
Pero soy bueno
Y muy listo
Y simpático
Gracias
No importa que seas flaco
Yo te quiero
Y yo a ti
Gracias fideo
No me llames fideo
No te gusta
No
¿Cómo te llamo?
Llámame por mi nombre
No puedo
¿Por qué?
Ésta es tu contrasemblanza
¿Y?
Es anónima
Bueno, llámame fideo
Gracias fideo y come...
Si como mucho
Es verdad pero come más
A ver si engordo algo
el paseante a un fideo
viernes, 22 de junio de 2012
Have a nice weekend my friends.
Have a nice weekend my friends and try
to be happy, enjoy your freedom this two days far away from the work,
far away from the city if it's possible, go to the pool, practice
sports, be calm, have peace, make love not war, read the blog of the
paseante all the time, think on me, miss me, adore me, pray to me.
Next week the blog will be as ever the
most excitant and interesting blog of the planet.
Of course, I make the blog day bay day
for all of you, only for your eyes, with my best thinkings, feelings and
emotions, with the best movies, art, books, poems, articles, photos,
pictures, and with all the best fantasies, flowers, puppies, landscapes,
sunsets, dawns, stars of the firmament, stars of the movies, moons,
suns, planets, clouds, rivers, trees, plants, and of course, persons,
yes, of course, persons, why not?
The persons are the soul of the blog,
all the persons that live in the world.
The blog of the paseante.
The mondial blog.
Happy weekend,
the paseante
(I love all of you)
My secretary.
Qué más quisiera yo que fuera mi
secretaria, es en realidad la gran Nerea, la musa del blog, ¿la
recordáis?, omnipresente, interesante, sugestiva, inspiradora, musa
indiscutible e indiscutida del blog, y de el paseante, claro.
Ella es la mejor musa que podría tener,
bella, inteligente, culta, cariñosa, tierna, amorosa, delicada...
La mejor inspiración para un artista,
porque un artista sin musa está incompleto, sólo a través de su musa el
artista se sublima y eleva su espíritu al más allá de la inspiración.
Nerea es la musa canalizadora de mi
creatividad, cataliza mis trances artísticos, electriza mis
pensamientos, energiza mi imaginación, potencia mi sensibilidad,
exacerba mi creatividad.
La que mejor me comprende, la admiradora
que todo gran artista querría tener.
La diosa.
La diva.
Mi ama.
Mi bella Dulcinea.
Nerea, yo te saludo y a ti me someto, tu
esclavo soy gran Nerea.
Oh diosa, oh gran diosa, oh gran
oh-diosa.
Me postro a tus pies, y suplico tu
clemencia.
Tu humilde siervo,
el paseante
Ser un icono: Marlene Dietrich.
Escena de El Ángel azul de Josef Von Strernberg. 1930. |
Lili Marleen...
Controvertida diva.
Ambigua, sensual, provocativa,
seductora, decidida.
La mujer que asusta a los hombres,
bueno, por lo menos a mí, pero que a la vez les fascina como un riesgo a
correr, alguien que te hace vivir intensamente aunque sea por poco
tiempo, que hace que te suba la adrenalina, como subirte a una montaña
rusa, igual que subirte a sus piernas, como una montaña rusa.
Fantasías sexuales con la piernas de
Marlene Dietrich, y luego con esa voz, la voz de la Segunda Guerra
Mundial, Lili Marleen, la banda sonora de fondo de los dos bandos, una
canción que marca una época.
Un mito, una diva, un icono.
Y una mujer prisionera de ese mito,
cautiva de su propia imagen, de la imagen que proyectaba en los demás y
que los demás le devolvían.
La fama, la fama que aprisiona y
asfixia, es curioso como el exceso de popularidad y de fama perjudica a
la persona, la convierte en un personaje del cual es difícil que pueda
escapar.
Las expectativas son tan altas que
aniquilan la realidad de la persona, la anulan, y tiene que estar
representando permanente un papel.
Las divas suelen ser víctimas de este
síndrome del exceso de popularidad, el cariño, la admiración, la
devoción imparables del público hacen que la persona se convierta en un
espejismo que crea la masa y que no es real, y para el famoso se
convierte en un verdadero sufrimiento porque al final se da cuenta de
que no es nadie salvo una creación de su propia popularidad. Un extraño.
No hay nada peor que alguien te mire y
no te vea sino que vea un espejismo.
Antes esto era un fenómeno más
espontáneo, ahora es totalmente forzado, buscado, explotado como
marketing.
En cualquier caso ya no podrá haber
nunca una diva comparable a Marlene Dietrich, ella marca una época de
Europa, y Europa ya ni existe.
el paseante
La lectura del fin de semana. Delta de Venus. Anaïs Nin. 1940.
Escritos a principios de la década de 1940 por encargo de un excéntrico coleccionista de libros que insistía en pedir «menos poesía» y descripciones más explícitas en las escenas sexuales, los relatos de Delta de Venus no vieron la luz hasta los años setenta. Ambientados en torno al París de la época e hilados por la aparición recurrente de personajes comunes de distinta importancia según cada cuento, ofrecen una visión libre de las relaciones humanas, en la que el erotismo y el ansia de placer no excluyen la belleza, el sentimiento, la amistad y la búsqueda de la autenticidad.
Pues con esta portada y teniendo 15 años quién no se lee este libro, y si además forma parte de la biblioteca paterna pues con más motivo, y es que un día escudriñando entre los libros de mi padre apareció esta joya de la literatura erótica, todo un clásico.
Onanismo literario.
La edición era tan ligera que se podía leer con una sola mano...
Anais Nïn fue novia de Henri Miller, menudo recalentón que tenían los dos, eran dos salidos que daban rienda suelta a todas sus fantasías sexuales en sus obras.
A Miller y sus Trópicos lo recomendamos la semana pasada, pues esta semana recomendamos a su novia en el París de los años 30, a Anais Nïn.
Aparte de erotismo estamos ante una literatura con mayúsculas, muy particular, única en su punto de enfoque de la contemplación de la sexualidad desde la libertad, el placer y el deseo, erotismo sublimado, erotismo gourmet, experiencias deliciosas en ambientes particulares, erotismo en el día a día, erotismo por sorpresa, el mejor erotismo improvisado, como en la vida misma, sabiendo aprovechar siempre la ocasión, eso sí, eso siempre...
En mi adolescencia leí y releí esta colección de cuentos una y otra vez, nunca dejaban de excitarme, era tanto y tan desconocido lo que me mostraban que me hallaba en estado de permanente excitación deseando este libro, deseando su lectura febril, fervorosa, encendida lectura.
Mi padre ha debido ser como yo un pornógrafo, lo sospecho, porque entre este libro y algún otro no me cabe la menor duda.
Eran los tiempos del comienzo de la libertad en España, la transición, y estos libros comenzaban a editarse.
Creo recordar que la edición que tiene mi padre es en libro de bolsillo de editorial Bruguera, muy ligera y manejable como digo, tengo que mirar en la librería por ver si sigue allí, lo mismo le robo el libro e intento recordar viejos tiempos, pedírselo prestado imposible, me da corte...
Bueno, es mi padre, hay cosas que mejor quedan en secreto...
el paseante
jueves, 21 de junio de 2012
Réplica de la sombra a la infidelidad.
Acabo de leer tu respuesta a la infidelidad. ¡ Qué cabrón ! jjaja Tengo que reconocer que me has aplastado, Jota. Me has dado una paliza de las buenas, tanto es así que ya no voy a poder levantarme del suelo, aunque como sombra que soy nunca podría hacerlo..
Lo has expuesto
con tal aplomo y
seguridad que no admite réplica. Me descubro ante ti, Jota y reconozco
humildemente que en mi vida he estado enamorada de esa manera, tal vez
porque,
como tú bien dices, carezco de la capacidad para ello...
En fin, me
conformaré con vivir
esos sentimientos a través de ti.
Un besito
Tu sombra
Respuesta de el paseante a la infidelidad.
Comprendo tus argumentos sombra, hasta puedo decirte que en gran medida los comparto si los contemplo desde la razón, pero no puedo compartirlos si los contemplo desde el sentimiento.
Siempre que he estado enamorado he sido incapaz de ser infiel, pero ya sabemos tú y yo que tampoco compartimos el mismo concepto de amor, según ya hemos explicado en el blog, y, por tanto, difícilmente íbamos a compartir el mismo concepto sobre la infidelidad.
No he sido capaz cuando he sentido amor de verdad, el amor pasión, de ser infiel con nada ni con nadie, y en ningún sentido, porque me he centrado exclusivamente en el ser amado, y no por un acto de voluntad, porque de voluntad carecía excepto en lo que mi voluntad se dirigía hacia el objeto de mi pasión.
Fuera de ese objeto la realidad se desdibujaba, y en ese caso es imposible ser infiel en ningún sentido porque nada llama nuestra atención de una manera tan relevante y poderosa como el objeto exclusivo y excluyente de nuestra pasión.
Pero tú de pasión no sabes mucho sombra, por no decir que desconoces todo, y es que para apasionarse hay que tener cuerpo y tú no eres más que un reflejo de un cuerpo, en este caso de mí.
Cuando alguien está triste se dice de él que parece una sombra, sin embargo, cuando uno brilla se dice que parece enamorado, y es que nada hace brillar tanto como el amor.
Y ese brillo se debe a que uno vive ensimismado en la persona a la que ama, y cuando eso es así uno no se plantea ni lo que significa ser fiel o infiel, porque no puede ser sino fiel, y no por propia decisión sino más bien por imposibilidad física de ser otra cosa.
Para el enamorado no están hechos los conceptos de amor e infidelidad que tú manejas, ése no es el lenguaje del amor, porque el lenguaje del amor, del verdadero amor, no es sino la pasión, la fidelidad y la obsesión.
El verdadero enamorado vive preso en una cárcel y de ella no quiere, ni puede, ni sabe escapar, sólo quiere su celda de amor.
el paseante a su sombra
La amistad. Repetición.
Oración de la
amistad
No
te enfades
por mis defectos
Alégrate
por
mis virtudes
Piensa
en mí y no en lo que hago
Porque
a
veces me equivoco sin yo saberlo
Espera
de mí
siempre amor y amor recibirás
Porque
amor
siempre tengo por ti
Aunque
en
ocasiones no sepa cómo decírtelo
Nunca
pienses
que te quiero hacer daño
Por
el
contrario piensa que sólo quiero tu bien
Porque
de tu
bien depende mi bien
Y
de tu dicha
la mía
No me
desprecies si me ves triste
No
te alejes
de mí cuando tenga problemas
Quiero
tenerte
cerca cuando esté mal
Necesito
tu
consuelo, tu cariño, tu amistad
Y
si me
necesitas dímelo
A
veces no me
doy cuenta
Piensa
en mí siempre
Como
yo
pienso en ti
Y
comparte conmigo la dicha de vivir
Y
de ser
amigos
La gracia divina de la amistad.
No se puede evitar ser amigo de alguien, la amistad es una corriente de simpatía entre dos personas imparable, no se puede frenar, corre la amistad libre a través del tiempo, el espacio, la felicidad, la adversidad.
Es un sentimiento que se basa en la confianza, en la empatía, en el apoyo mutuo, en la comprensión y en compartir valores.
La amistad es también un reflejo, un espejo, nos miramos en las personas más afines, en nuestros amigos.
Y la amistad, la buena amistad, además nos da alas, nos hace volar, al vernos reflejados en los ojos del amigo nos sentimos valorados, reconocidos en nuestra esencia, y sentimos que hemos sido elegidos para compartir ese sentimiento.
El amigo vela por el amigo, se preocupa por él, lo ayuda, consuela, comparte con él la vida, sus problemas, ilusiones, sus frustraciones, preocupaciones y anhelos.
Es la amistad la esencia solidaria del ser humano, aquello que le hace grande, inmortal, y que le iguala a Dios.
Porque Dios puso en nuestro corazón el amor para poder repartirlo entre los demás en el mundo.
Mis amigos son, por encima de todo, mis amigos, obvio, pero no tan obvio, la amistad es algo absoluto como la fe, se tiene o no se tiene, es un don entre dos personas, al igual que la fe es un don que Dios otorga al hombre. Y si no se da no se puede adquirir.
Es pues algo mágico, como un encantamiento.
Algo natural, espontáneo, que te hace sentir bien, una corriente de simpatía, lealtad y afecto.
José Ramón Carballo
21 de junio de 2012
(dedicado a todos mis amigos)
La semilla que no quería ser flor. Repetición.
Robert Mappelthorpe. Cala lily. |
Riesgo
Millones de personas han preferido quedarse en semillas. ¿Por qué? Cuando pueden convertirse en flores y danzar al viento, bajo el sol, bajo la luna, ¿por qué han decidido quedarse en semillas?
Hay una razón para esta decisión: la semilla está más segura que la flor. La flor es frágil: la semilla no lo es, la semilla parece más fuerte. La flor puede ser destruída muy fácilmente; sólo un golpe de viento y sus pétalos volarán. La semilla no puede ser destruída por el viento tan fácilmente, la semilla está muy protegida, segura. La flor estará expuesta; una cosa tan delicada, y expuesta a tantos riesgos: puede soplar un viento fuerte, puede llover tormentosamente, el sol puede calentar demasiado, cualquier tonto puede arrancar la flor.
Cualquier cosa puede ocurrirle a la flor, le puede pasar de todo; la flor está constantemente en peligro. Pero la semilla está segura; por eso millones de personas han decidido permanecer como semillas. Pero quedarse en semilla es quedarse muerto, quedarse en semilla no es en absoluto vivir. Es seguro, ciertamente, pero no tiene vida. la muerte es segura, la vida es inseguridad.
El que realmente quiere vivir tiene que vivir en peligro, en constante peligro. El que quiere alcanzar la cima tiene que arriesgarse a perderse. El que quiere escalar las más altas cimas tiene que arriesgarse a caerse, escurrirse.
Cuanto mayor es el anhelo de crecer, más y más riesgos se tienen que aceptar. El verdadero hombre acepta el peligro como su propio estilo de vida, como el verdadero clímax del crecimiento.
Osho.
(Dedicado a mi amiga Terre).
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