lunes, 4 de noviembre de 2013

La película de la semana. Fresa y chocolate. Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío. 1993.



La Habana es una ciudad mágica, sin dudarlo, y en la película se transparenta esa magia, en sus lugares, sus gentes, sus conversaciones, sus luces, sombras y colores, sus estridencias, sus desolaciones.
Si me tuviera que quedar con algo de esta película me quedaría con su música, transmite tanto esa música que es la protagonista indiscutible de la película, porque la película tiene un toque melancólico de fondo que subraya, o mejor decir crea, la música.
Resuenan aún en mis oídos sus melodías deliciosas, alegres o tristes pero siempre melancólicas.
En La Habana da la sensación de que uno siempre se irá de ella con tristeza, es tan hermosa, tan desoladoramente hermosa, y es que la belleza siempre resulta desoladora porque según la contemplamos estamos contemplando la imposibilidad de su consumación, su desolada pérdida venidera, eso es La Habana, la belleza imposible hecha por eso mismo realidad ya perdida.
Bueno, no sé si me explico, es complicado, no es fácil, pero creo que es algo así, aún difícil de explicar pero explicable sin embargo.
Creo además que lo que he dicho no explica la película en absoluto por eso es conveniente verla, además es mejor así, no explicarla, porque si la explicara la desbarataría, rompería su magia.
Os la recomiendo, obvio, es la película de la semana, pero os la recomiendo especialmente, no sé bien por qué, es un tanto atípica o sorprendente, pero por otro lado previsible, muy conmovedoramente humana, parece estar hablando de cualquiera de nosotros, de los que somos, de de los que fueron, de los que serán.

el paseante

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