En mi opinión Goya junto con Picasso representan la esencia de la pintura española en tanto en cuanto reflejan las más profundas señas de identidad de España, captan como nadie la esencia de lo español, de lo que España tiene de universal, su dimensión profunda, su sentido original, su idiosincrasia, su carácter.
Picasso como heredero de Goya, como continuador, y Goya como antecesor de Picasso, como su premonición.
Este retrato de Marianito Goya, nieto del pintor, es un buen ejemplo de lo que digo, sin perder su españolidad tiene sin embargo una connotación inequívocamente simbólica, universal, que transciende cualquier anécdota, refleja toda la inocencia, delicadeza, pureza de la infancia, el gesto juguetón, el aire de aprendiz de adulto, su mirada extasiada, concentrada, pensativa quién sabe en qué, en alguna quimera de la infancia, en algún sueño lejano que perdido en el tiempo le espera, tal vez el de ser adulto por fin.
El niño quiere ser adulto y el adulto querría ser niño, difícil dilema, en este retrato Goya parece jugar con esa ambivalencia, la del camino de doble dirección entre la niñez y la madurez, porque el hombre en el fondo no deja nunca de ser niño y esa es su grandeza, que siempre está por hacer, por terminar, y nunca tiene nada acabado.
Goya, el gran pintor, y el mejor retratista, dota a sus retratos de un halo mágico que parece envolver al retratado como en una atmósfera particular que le hace único, y nos transmite la esencia de su ser, como si nos entregara la dádiva de su alma.
el paseante
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