jueves, 10 de mayo de 2012
Estoy algo mejor del catarro, gracias.
Estoy algo mejor del catarro, gracias
por preguntar, he dormido algo mejor, tengo menos congestión nasal y he
podido dormir algo más, parece que se va yendo mi amigo el catarro,
aunque me ha cogido cariño y aún sigue conmigo, se ve que me quiere, no
me extraña, a mí me quiere todo el mundo, es conocerme y quererme, hasta
el catarro, pues en este romance o idilio que mantenemos el catarro y
yo ahora toca la tos, voy a comprarme en la farmacia un jarabe, de esos
de color rojo intenso que me daba mi madre de pequeño y que saben a
rayos, luego me tomo un traguito de agua para que se me pase el sabor,
ahora toca jarabe cada 8 horas, con el jarabe tendré que ir a todas
partes.
En cualquier caso, gracias por
preguntar, queridos seguidores, siempre tan pendientes de mí y tan
atentos.
Muchos besos, os quiere,
el paseante convaleciente
La loba. Lillian Hellman. Crítica teatral.
La loba, obra de Lillian Hellman, se
representa en el teatro María Guerrero de Madrid, inmejorable reparto,
encabezado por Nuria Espert y Víctor Valverde, a destacar asimismo la
interpretación de Jeannine Mestre, soberbia en su papel de Birdie
Hubbard.
Creo que es un error que se haya perdido
la costumbre de que salgan a saludar y recibir los aplausos los actores
uno a uno al terminar la obra, y por último todos juntos, el
igualitarismo imperante de que sólo salgan todos a la par, hace que no
pueda el público agradecer debidamente uno por uno sus interpretaciones,
y hace que el actor no reciba un feed-back individualizado de su
trabajo, algo que es muy importante, pienso.
Con todo hay que decir que hay papeles
que se prestan a un mayor lucimiento y resultan más atrayentes para el
público, pero siempre se puede destrozar un buen papel, no cabe duda, o
hacer de un mal papel una verdadera obra de arte, de ahí la importancia
del trabajo individual de cada actor, de su sabia o no encarnación del
personaje, si bien siempre es conveniente la armonía de conjunto, por
supuesto, sin la cual la representación fracasaría.
La dirección es de Gerardo Vera,
veterano director de escena que abandona con esta obra la dirección del
Teatro María Guerrero, la política siempre interfiriendo en todo, en el
teatro también.
La obra es, tanto en sus
interpretaciones, como en su dirección, simplemente impecable, perfecta,
ni sobra ni falta nada, todo tiene su conveniente medida, su preciso
equilibrio, su eficaz factura, siendo el resultado magnífico en su
conjunto.
En cuanto a la obra en sí, el texto,
hace pensar, al salir de la sala uno se va rumiando el regusto que ha
dejado la representación en su pensamiento, las ideas, las imágenes que
subrayan las ideas, la dicción, los gestos, los personajes, las
situaciones, la ambientación, los decorados, la música (en este caso una
delicia), todo en conjunto hace que uno se vaya rumiando sus
impresiones, percepciones, emociones, cada uno las suyas propias, siendo
algunas siempre comunes.
La obra plantea de una manera un tanto
maniquea, la diferencia radical y el abismo que separa a la gente buena
de la gente mala, y éste es, en mi opinión, el único fallo de todo, es
decir, el planteamiento de fondo del texto de Lillian Hellman, la tesis
que trata de demostrar en su obra.
Porque en mi opinión y experiencia al
respecto, eso no es así, todos somos buenos y malos a la vez en mayor o
menor medida, las circunstancias que cada uno vive influyen, las
oportunidades, el rol social, el entorno, la familia, todo hace que uno
vaya por un camino, camino que a veces se desvía y a veces vuelve a su
dirección habitual.
Cada hombre en sí es capaz de las
mayores heroicidades y sacrificios, y de las mayores vilezas, depende
del aprendizaje y de aquello con lo que le haya tocado luchar en la
vida, depende de los ejemplos que tenga alrededor, de sus afanes,
luchas, quimeras, de su ego, su psique, su destino (el que considere
debe cumplir).
Si bien ese maniqueismo simplista de la
obra de teatro sirve para el lucimiento en extremo de la más "mala" de
la función, es decir, de la diva indiscutible y número uno de la escena
teatral en España, la gran, la única e inigualable, Nuria Espert, que le
da una riqueza de matices y una profundidad a su papel que es en sí
como una obra de teatro dentro de la misma obra de teatro, una
representación aparte, en paralelo.
Os recomiendo que vayáis a ver la
representación, los miércoles a mitad de precio, y el teatro María
Guerrero es una de las joyas que esconde Madrid, junto con el Teatro
Español son los dos teatros más antiguos de la capital, verdaderas joyas
arquitectónicas y compendio de algo hoy totalmente perdido, las artes
decorativas, una verdadera delicia para los sentidos.
Abrazos,
el paseante
miércoles, 9 de mayo de 2012
Jung y el tarot.
Jung y el tarot.
El tarot es un antiguo lenguaje
simbólico. Su
origen es desconocido y los mazos más antiguos que se conocen se
remontan a
fines del siglo XIV y comienzos del siglo XV.
El mazo de tarot consta de 78 cartas,
que se
subdividen en dos grupos: 22 cartas llamadas “arcanos mayores” y 56
restantes
llamadas “arcanos menores”.
Estas imágenes han sido objeto de
diversos
enfoques. El más frecuente las considera como una herramienta para
predecir el
futuro. Otros enfoques relacionan al tarot con las doctrinas secretas
egipcias,
con el pensamiento hindú, el gnosticismo, la cábala, etc.
Podemos observar que en el tarot se
encuentran
analogías con distintos sistemas simbólicos. Esto se debe a que todo
este
material simbólico proviene de un nivel de experiencia común a toda la
humanidad, que yace en lo más profundo de la psique y C.G.Jung llamó
inconsciente colectivo, donde se encuentran las imágenes primordiales
que él
denominó arquetipos, que se expresan bajo diversas manifestaciones en
distintos
períodos históricos y diferentes culturas.
Para Jung, en la psique hay un proceso
de
desarrollo autónomo en el que el individuo integra sus múltiples facetas
internas, que denominó proceso de individuación.
Sallie Nichols, autora del libro “Jung y
el
tarot”, propone estudiar las cartas de los 22 arcanos mayores como un
mapa de
viaje, una guía que simboliza el proceso de individuación, y relaciona
cada
carta con una imagen arquetípica. Desde este enfoque, las imágenes del
tarot se
transforman en un reflejo de nuestra experiencia interna, y, a medida
que las
exploramos, podemos empezar a observar cómo se expresan en nuestra vida
cotidiana, aportando orientación para la continua renovación de la
existencia.
Desde esta perspectiva psicológica de
los
símbolos, una consulta de tarot no se interpretaría como una predicción
del
futuro, sino como dicen Liz Greene y Juliet Sharman-Burke en El Tarot
Mítico: “las cartas ilustran influencias, oportunidades y motivaciones
ocultas (algo que tal vez se manifieste en
acontecimientos o personas concretas, o tal vez no), el individuo puede entonces tratar
de
comprender y trabajar de la manera más creativa posible puesto que es la
cualidad del momento presente lo que se describe, el individuo puede,
tratando
de penetrar en el significado más profundo del momento, influir de forma
más
consciente en el futuro de dicho momento, afectando así con una mayor
consciencia el futuro que se está gestando. En este sentido somos
coautores de
nuestro propio destino.”
El estudio de tarot desde este enfoque
se
transforma en un medio para el desarrollo personal.
El abordaje se realiza estudiando el
simbolismo
de las imágenes a través de mitos, cuentos, sueños y otros lenguajes
simbólicos
utilizando el método que Jung llamó amplificación que consiste en buscar
asociaciones y analogías con respecto a cada imagen recurriendo a
distintas
fuentes.
Pero como señaló Jung: no sirve de
nada
aprender de memoria una lista de arquetipos. Los arquetipos son
complejos de
experiencia que llegan a nosotros como el destino y cuyos efectos se
sienten en
lo más profundo de nuestras vidas.
Por lo tanto es importante agregar al
estudio del
simbolismo la experiencia vivencial de las cartas a través de ejercicios
que
comprenden la imaginación activa, la visualización y otros recursos
creativos.
De esta manera, la aproximación al tarot
resulta
una experiencia enriquecedora y a la vez transformadora.
Concepción Arizmendi
Psicóloga
He pasado muy mala noche...
Sigo acatarrado, y el catarro no me deja
respirar bien por las noches, razón por la cual no duermo demasiado
bien, y el perrito tampoco, claro, me nota mal, que doy muchas vueltas, y
se viene junto a mí a consolarme, me abraza, me lame la cara, se
acurruca a mi lado, parece querer decirme "no te preocupes José Ramón,
que yo estoy aquí, a tu lado".
Se preocupa por mí.
Gracias Lobi, eres el mejor enfermero
que podría tener, atento y cariñoso, siempre pendiente de mí, mi mejor
amigo, como una madre cariñosa.
Y perdona que no te deje dormir.
Besos,
JR
La tumba de Tutankamón.
¿Cómo descubrió Howard Carter la tumba de Tutankamón?
La historia completa del hallazgo más importante de la
egiptología.
EGIPTO.- No se sabe a ciencia
cierta cuándo Howard Carter se
obsesionó
con la idea de hallar la tumba del joven monarca, pero el caso es que
cuando
Davis abandonó su concesión en 1914, Carter y Carnarvon se apoderaron de
ella al
instante. Carter estaba convencido de que en algún lugar del silencioso y
rocoso
Valle de los Reyes, descansaba Tutankamón.
Carter sabía que a no ser que organizara la
búsqueda con
seriedad científica, sería como buscar una aguja en un pajar. Su
meticuloso
trabajo incluía técnicas que ahora se consideran esenciales pero que, a
principios del siglo veinte parecían excesivas. Pero al poco tiempo de
comenzar
su trabajo, estalló la Primera Guerra Mundial y tuvo que abandonar su
tan
esperada oportunidad.
En 1917, Carter pudo continuar su trabajo. Era un esfuerzo
agotador ya
que el Valle de los Reyes estaba plagado de restos de arena y roca
removida en
las primeras excavaciones, así como en otras más recientes. Además, para
confundir a los ladrones, los primeros constructores habían arrojado
montones de
tierra en lugares alejados de la zona en que estaban trabajando. Este
sistema
servía a su vez para confundir a los arqueólogos 3.000 años después. Por
otro
lado, el calor estival era tan intenso que las excavaciones podían
realizarse
tan sólo en los meses de invierno.
Año tras año, Carter continuaba su búsqueda, vaciando el fondo
del valle
hasta encontrar la roca. Después de cinco años de trabajo, los
trabajadores
habían sacado 200.000 toneladas de arena y escombros usando herramientas
manuales y cestos, como habían hecho en el pasado los esclavos del
antiguo
Egipto. En 1922, sigue sin encontrar nada verdaderamente importante.
Lord
Carnavon decidió interrumpir su financiación y llamó a Carter al
çastillo de
Highclere para cancelar la investigación.
Una nueva oportunidad
Anticipando la decisión de Carnarvon, Carter llegó a Highclere preparado con todos los argumentos necesarios para continuar el trabajo. Según él, existía una zona del valle que aún no habían investigado sistemáticamente. Estaba cerca de la tumba de Ramsés VI, que había reinado poco después de Tutankamón, cerca de la cual Davis había encontrado unos pocos e incomprensibles artefactos con el nombre del faráon grabado. Rogó a Carnarvon que le dejara continuar el trabajo, diciendo que él mismo financiaría el resto de los hallazgos si no se encontraba nada. Carnarvon, impresionado por la decisión de Carter, accedió a pagar un año mas.
Carter volvió a Egipto y se dispuso a limpiar la zona justo delante de la tumba de Ramsés VI. Era el 4 de noviembre, justo antes de la llegada de los turistas y Carter esperaba poder evitar sus interrupciones diarias. Inmediatamente, los empleados del británico encontraron algunas cabañas utilizadas por los obreros en la época en que se construyó la tumba.
El hallazgo
Ya habían retirado todas las cabañas y los obreros comenzaron a excavar hasta la roca de fondo, un metro más por debajo. Al llegar a la roca, encontraron un escalón cavado en roca. Al día siguiente descubrió 12 escalones más, así como la parte superior de una puerta, cubierta de yeso y cerrada con un antiguo precinto. Este mostraba al zoomorfo Dios Anubis, con cabeza de chacal, sobre un grupo de nueve cautivos atados: el precinto utilizado por guardianes de tumbas egipcios para sellar las tumbas importantes.
Carter estaba muy emocionado. ¿Podría ser esta la tumba que llevaba tanto tiempo buscando la cámara funeraria de Tutankamon? Armado de paciencia, interrumpió la excavación y envió un cable a Carnarvon: «Por fin he hecho un gran descubrimiento en el valle; una tumba magnífica con los precintos intactos; lo he vuelto a cubrir esperando su llegada; enhorabuena.»
Durante tres semanas, Carter tuvo que contener su emoción. La tentación de romper las puertas y ver qué había en su interior debió ser enorme, pero Carter decidió esperar hasta que su patrocinador llegara a Egipto. Carnarvon y su hija, lady Evelyn Herbert, llegaron a Luxor el 23 de noviembre. Al día siguiente presenciaron cómo volvían a descubrirse los 16 escalones que conducían a la tumba.
Una vez descubierto el resto de la puerta, Carter y Carnarvon descubrieron el sello de Tutankamón en su base. Por fin habían descubierto la tumba del esquivo monarca. Pero los sellos y la puerta daban muestras de haber sido hollados miles de años atrás. ¿No volverían a encontrar otra tumba vacía, con sus tesoros expoliados? Sólo había una manera de descubrirlo. Cuando retiraron los bloques que sellaban la entrada, encontraron un túnel lleno de escombros.
El 26 de noviembre por la tarde, ya habían conseguido retirar los escombros y encontraron una nueva entrada bloqueada. Temblando de emoción, Carter hizo un agujero en la esquina superior izquierda de la puerta. Introdujo una vela y miró por el hueco. Al principio no podía ver nada, pero a medida que sus ojos se adaptaban a la oscuridad, comenzó a distinguir unas estatuas y el brillo del oro en la oscuridad. «Ve algo?», preguntó Carnarvon, sin poder contener su impaciencia. «Sí, cosas increíbles», contestó Carter.
Fue el descubrimiento arqueológico del siglo. La
prensa mundial se volcó sobre la noticia y Carter, Carnarvon y
Tutankamón se
convirtieron en estrellas al instante. Pero la emoción estaba cuajada de
dificultades. Carter y Carnarvon otorgaron al Times de Londres la
exclusiva
absoluta sobre la noticia.
Inevitablemente, el resto de la prensa, frustrada por su exclusión, se
dedicó
a fraguar historias contra los descubridores: diciendo que estaban
vaciando la
tumba sin permiso; que se habían quedado varios objetos. Por otro lado,
la gente
quería ver el increíble hallazgo.
Carter tenía mucho trabajo de carácter científico
que
realizar, pero era interrumpido constantemente por la curiosidad de
jefes de
Estado y miembros de la realeza. Bajo tanta presión, se enfrió la
cordialidad
entre Carter y Carnarvon. En la primavera de 1923, lord Carnarvon murió
de
neumonía, al complicarse un envenenamiento de la sangre causado por la
picadura
de un insecto. Carter se quedó solo para continuar el trabajo.
El cuadro de la semana. Tañedor de laúd. Caravaggio.
No es una mujer, la semana pasada un
amigo mío publicó una entrada en su blog contra mí, y como no me citaba
directamente puso esta imagen con el siguiente título:
CARAVAGGIO: MUJER CON LAUD.
Así, en mayúsculas.
Dada la similitud con mi apellido
imagino que quiso llamarme "mujer", haciendo seguramente una referencia
velada, o no tan velada, a mi sexualidad, seguramente intentando
discriminarme por ello.
Para ello cambió el nombre al cuadro, y
cambió el sexo al tañedor.
Como si cambiar el sexo a alguien fuera
tan fácil.
El que toca el laúd es un chico, un
efebo, delicado y bello, angelical, de los que inspiraban pinturas tan
bellas al genial Caravaggio.
Pero pasemos al cuadro.
Me ha venido fenomenal recordar, gracias
a esta anécdota, este cuadro tan excepcionalmente bello, no sabía qué
pintura poner esta semana y he aquí que la providencia me ha traído la
inspiración.
Por cierto, que mi amigo para mí sigue y
seguirá siendo mi amigo siempre, que lo considero sólo una rabieta, y
que el que esté libre de culpa que tire la primera piedra...
Te perdono querido amigo.
Vuelvo al cuadro.
Se trata de una pintura alegórica de la
música, muy de moda en el periodo barroco al que pertenece el cuadro,
las alegorías de las bellas artes estaban muy de moda en pintura por
aquel entonces, Tiziano es otro buen ejemplo de ello.
El gesto delicado, la armonía de la
composición que mezcla retrato y bodegón, con el laúd tan tierna y
delicadamente cogido por las delicadas manos del muchacho, las flores,
las frutas, la partitura de música, el violín sobre la mesa apoyado, el
tocado que pende de la cabellera del hermoso joven, su pecho desnudo, la
gracia de su gesto, su dulce mirada, sus labios carnosos y sensuales de
un rojo carmesí.
Todo hace que nos transportemos a una
especie de éxtasis que se deleita en la vida y en el espíritu
paralelamente, como una concéntrica espiral de belleza que nos hace
elevarnos a la gloria de la dicha eterna que no es sino la contemplación
de la belleza, de la verdadera belleza, y del amor de Dios, su última
materialización en el reino de lo espiritual.
Divino efebo, te miro y me miras, y en
tu mirada contemplo toda la belleza del amor.
Muchos besos a todos y especialmente a
mi amigo,
el paseante magnánimo
martes, 8 de mayo de 2012
Andrej Pejic.
Por primera vez en España, Andrej Pejic se sube a la pasarela de la mano de la diseñadora nupcial Rosa Clará. El top model serbio desfila con dos diseños en la apertura de la Barcelona Bridal Week. Nombre de moda del momento, su estilo andrógino le ha llevado a ser fichado por algunos de los grandes creadores de la actualidad.
¿Cómo se ha sentido desfilando vestido de novia?
Muy bien, es una experiencia que ya había tenido otra vez al desfilar en un show de moda, pero es la primera vez que lo hago en Barcelona y que salgo varias veces. Me ha encantado conocer a Rosa Clará, una mujer valiente y tenaz, como yo.
¿Se siente más hombre o mujer?
Me siento las dos cosas, hombre y mujer; tengo ambas partes y trato de explotar las dos según el estilo que me pida el diseñador en cuestión. Mi nombre es masculino pero mi mente responde a una dualidad.
¿Es provocador?
Bueno, no negaré que me gusta provocar un poco, pero, al mismo tiempo, puedo ser también muy dulce, ¿eh?
¿Se ha llegado a sentir mal porque alguna vez no le hayan tratado bien?
En la vida me han pasado muchas cosas y sí que he tenido alguna experiencia negativa; afortunadamente, la moda es un mundo mucho más abierto y esta ambigüedad me ha facilitado crecer como persona y también, por supuesto, profesionalmente.
¿A qué se dedicaba antes? Trabajaba de cajero en un McDonalds y se fijó en mí un booker de una agencia; a partir de ahí, mi vida cambió hace dos años.
¿Cómo viste en su vida diaria?
De manera versátil y divertida; un día me visto con un pantalón y al día siguiente me coloco una falda; depende de las situaciones que me vaya a encontrar recurro a un look femenino o masculino.
Un lugar que le guste visitar...
Por ejemplo, Ibiza, me vuelve loquito. Me gusta todo de esa isla, el ambiente, la luz, la comida y la gente que va.
¿Qué está aportando a la moda?
Le estoy dando una modernidad que faltaba, porque rompo barreras y amplío la imagen de este mundo.
¿Cuál es tu diseñador favorito?
El que más me gustaba era Alexander McQueen, me identifico bastante con él; ahora Sara Burton tampoco lo hace mal.
¿Qué le gustaría probar en un futuro?
La televisión me atrae bastante, presentar un show, conducir algún programa, yo creo que podría hacerlo bien. Me gusta actuar, lo llevo en la sangre.
yodona.com
Los tacones del rey...
LUIS XIV, EL REY SOL, FUE EL PRIMER HOMBRE QUE UTILIZÓ TACONES ALTOS
Fascinado con sus nuevos zapatos, el monarca francés los prohibió al resto de la corte con la pena de muerte
Luis XIV, el Rey Sol, dueño de sí y del universo, sorprendió al mundo cuando instauró la monarquía absoluta en Francia. Luis XIV supo acallar, primero, y conquistar, después, las voces que, por aquel entonces, desaprobaban su reinado... Con el apoyo de su pueblo y la convicción de su autoridad divina, Luis XIV, tomó las riendas y gobernó en soledad los destinos de su país.
Tacones para compensar su pequeña estatura
Se proclamó representante de la voluntad celestial y, como tal, impuso la suya propia no sólo en el gobierno francés, sino en todos los ámbitos de la vida nacional. Luis XIV llevó a cabo una reorganización general de la economía; realizó la reforma del ejército; consiguió numerosas victorias militares; ensalzó la magnificencia parisina; hizo de Francia la primera potencia cultural europea y se erigió en el protagonista absoluto de la vida social francesa. Realmente preocupado por su imagen -no podía pasar por delante de un espejo sin mirarse en él-, Luis XIV no sólo siguió las tendencias de la moda, sino que dada su enorme influencia, impuso algunas de sus costumbres en el vestir: enormes pelucas de pelo natural, mangas adornadas de ricos encajes venecianos y, como no, sus famosos zapatos de tacón alto. Zapatos exquisitos y únicos elaborados siempre por su zapatero personal, el francés Nicholas Lestage. Un artesano al que dio precisas instrucciones: refinados, aunque adornados con vistosos lazos, brocados y piedras preciosas; suelas de color rojo; tacones con una pequeña curvatura; bordados en plata con escenas de batallas... Todo un derroche de imaginación y sofisticación. Hasta tal punto el Rey era fanático de sus nuevos zapatos que -en parte, para hacer constatar su supremacía- prohibió llevar el exclusivo modelo al resto de la corte y aquel que le desobedeciera sería castigado con la pena de muerte.
Luis XIV lució tacones para disimular su corta estatura... Y revolucionó la moda del calzado. De hecho, actualmente siguen dando que hablar los zapatos del Rey Sol. Christian Louboutin, una figura de mención obligada a lo que diseños de zapatos se refiere, confiesa: “La estatua de Luis XIV lleva unos de mis zapatos preferidos: una especie de sandalia retrabajada”. Y, aún hoy, la mujer del siglo XXI continúa cayendo rendida ante el encanto del tacón conocido como Luis XIV.
Extravagancias del Rey
En un momento en el que la fama de la monarquía estaba bastante debilitada tras La Fronda -dos rebeliones, lideradas por la nobleza, en contra de la corona-, sólo un rey de fuerte personalidad podría hacerse con el dominio del país. Éste era, sin lugar a dudas, Luis XIV. Responsable, trabajador, organizado, meticuloso, lúdico, petulante... Y así durante 72 años, los que permaneció en el poder, más tiempo que ningún otro monarca. Las extravagancias de un Rey todopoderoso no tardaron en aparecer. Se estima que una media de cien personas, todos hombres, asistía, a diario, al despertar del Rey para presenciar el aseo, peinado, afeitado y desayuno del monarca. El almuerzo de Luis XIV, en un principio privado, se convirtió también en un acto público -similar al despertar- en el que los asistentes eran meros observadores. Pero, además, impuso puntillosas reglas que designaban la superioridad de aquellos que podían dirigirse a los grandes personajes, cuándo y dónde. Y es que para el monarca, el arte del aparentar era realmente primordial. De hecho, para ganarse los favores del Rey, aspectos como la belleza física o la posesión de fortuna suficiente para poder cambiar varias veces al día de indumentaria adquirieron suma importancia.
Luis XIV -un hombre ilustrado donde los haya e irresistible por su enorme autoridad- conquistó a numerosas mujeres de la corte. Pese a todo, sólo contrajo matrimonio en dos ocasiones: en 1660 con la infanta española María Teresa, hija del Rey de España Felipe IV, y en con madame Maintenon, quien le instó para que contuviera la inmoralidad imperante en la corte. En definitiva, Luis XIV iluminó Francia, por algo lo llamaron el Rey Sol.
Nadie me quiere...
¿Nadie me quiere?
No lo sé, esas cosas nunca se saben a ciencia cierta, lo del querer es siempre un juego de intereses, de autosatisfacción del propio ego, te quiero porque de esta manera mi ego te quiere y se siente satisfecho, el amor desinteresado 100% no existe.
A través del amor realizas deseos, cumples tu destino, o el destino que quieres tener.
Aunque las estadísticas del blog parecen demostrar que me queréis mucho, yo no acabo de fiarme del todo, seguramente vuestro amor es igualmente interesado.
¿Amor y admiración van parejos?
Menudas preguntas!!!!!!!!
¿Admiración y envidia van parejos?
¿Se puede envidiar a quién amas?
¿Se puede amar a quién envidias?
¿Eres consciente de la inconsciencia de tu consciente?
Nada se sabe a ciencia cierta, todo está muy confuso, muy poco claro, muy ambiguo.
Lo que si que te digo es que aún no sabiendo bien qué es el amor, necesito sentirme amado por ti, no es necesario que me ames realmente, dado que eso no se sabe bien en qué consiste, lo fundamental es lo que yo perciba.
Es más, si me amas realmente y yo no me siento amado, no me sirve de nada, no lo quiero.
Por eso hay amores imposibles, y es que al fin y al cabo el amor es un problema de comunicación.
Por eso es tan fácil el engaño en el amor, es un terreno muy propicio a las falsas apariencias.
Y luego está el tema de la duración del amor.
¿Existe el amor para toda la vida?
Salvo por un acto de voluntad para que así sea, creo que no, con lo cual caemos de nuevo en el reino de las apariencias.
Por otro lado, hay que decir que casi es más importante el cariño que el amor, el cariño es más duradero, como un amor de baja potencia, de débil intensidad, pero más permanente, dura más, se agota más difícilmente, se agota más tarde.
Es como lo de las pilas alcalinas que no son convenientes para todo tipo de aparatos aunque sean las de más potencia, para algunos aparatos duran más las pilas normales, preguntarle al ferretero, a mí me lo explicaron una vez, y mientras el ferretero hablaba yo no hacía sino pensar el amor.
L'amour...
Cada día creo menos en el amor.
¿Amas a quién no te ama?
¿Te ama a quién no amas?
Este fenómeno se denomina "el verbo transitivo del amor".
Bueno, pues yo te amo aunque no me ames querido seguidor/a.
Pero ten cuidado, porque si me amas mucho tal vez pierda el interés por ti.
Este fenómeno se llama "el síndrome de Don Juan".
En realidad yo te amo por lástima, me da lástima lo perdido/a que estás, y a través del blog salgo en tu ayuda y guío tus pasos.
Para mí eres como un perrito abandonado, me produce ternura tu desvalimiento y necesidad de protección.
¿Y tú por qué me amas?
Me lo pregunto, tal vez no me amas, sino que me admiras, o me envidias, o sólo me tienes cariño, o nada de eso siquiera, y en realidad te soy indiferente.
¿Y si te soy indiferente por qué lees el blog todos los días?
Intenta contestarte a esa pregunta.
Si eres capaz...
el paseante del amor
No lo sé, esas cosas nunca se saben a ciencia cierta, lo del querer es siempre un juego de intereses, de autosatisfacción del propio ego, te quiero porque de esta manera mi ego te quiere y se siente satisfecho, el amor desinteresado 100% no existe.
A través del amor realizas deseos, cumples tu destino, o el destino que quieres tener.
Aunque las estadísticas del blog parecen demostrar que me queréis mucho, yo no acabo de fiarme del todo, seguramente vuestro amor es igualmente interesado.
¿Amor y admiración van parejos?
Menudas preguntas!!!!!!!!
¿Admiración y envidia van parejos?
¿Se puede envidiar a quién amas?
¿Se puede amar a quién envidias?
¿Eres consciente de la inconsciencia de tu consciente?
Nada se sabe a ciencia cierta, todo está muy confuso, muy poco claro, muy ambiguo.
Lo que si que te digo es que aún no sabiendo bien qué es el amor, necesito sentirme amado por ti, no es necesario que me ames realmente, dado que eso no se sabe bien en qué consiste, lo fundamental es lo que yo perciba.
Es más, si me amas realmente y yo no me siento amado, no me sirve de nada, no lo quiero.
Por eso hay amores imposibles, y es que al fin y al cabo el amor es un problema de comunicación.
Por eso es tan fácil el engaño en el amor, es un terreno muy propicio a las falsas apariencias.
Y luego está el tema de la duración del amor.
¿Existe el amor para toda la vida?
Salvo por un acto de voluntad para que así sea, creo que no, con lo cual caemos de nuevo en el reino de las apariencias.
Por otro lado, hay que decir que casi es más importante el cariño que el amor, el cariño es más duradero, como un amor de baja potencia, de débil intensidad, pero más permanente, dura más, se agota más difícilmente, se agota más tarde.
Es como lo de las pilas alcalinas que no son convenientes para todo tipo de aparatos aunque sean las de más potencia, para algunos aparatos duran más las pilas normales, preguntarle al ferretero, a mí me lo explicaron una vez, y mientras el ferretero hablaba yo no hacía sino pensar el amor.
L'amour...
Cada día creo menos en el amor.
¿Amas a quién no te ama?
¿Te ama a quién no amas?
Este fenómeno se denomina "el verbo transitivo del amor".
Bueno, pues yo te amo aunque no me ames querido seguidor/a.
Pero ten cuidado, porque si me amas mucho tal vez pierda el interés por ti.
Este fenómeno se llama "el síndrome de Don Juan".
En realidad yo te amo por lástima, me da lástima lo perdido/a que estás, y a través del blog salgo en tu ayuda y guío tus pasos.
Para mí eres como un perrito abandonado, me produce ternura tu desvalimiento y necesidad de protección.
¿Y tú por qué me amas?
Me lo pregunto, tal vez no me amas, sino que me admiras, o me envidias, o sólo me tienes cariño, o nada de eso siquiera, y en realidad te soy indiferente.
¿Y si te soy indiferente por qué lees el blog todos los días?
Intenta contestarte a esa pregunta.
Si eres capaz...
el paseante del amor
Me he acatarrado...
Me he acatarrado.
El rey tiene catarro.
Yo soy el rey del blog, soberano
absoluto, y comunico a mi corte de seguidores que tengo catarro desde
ayer por la tarde.
El rey Sol se vestía y se desnudaba ante
la corte todos los días, como yo ante vosotros, y cuando enfermaba se
lo comunicaba a la corte inmediatamente, era su obligación.
La reina paría en público, ante toda la
corte reunida en torno a la cama, era la mejor manera de acreditar la
legitimidad de la descendencia.
Pues bien, en este Versalles que es el
blog, os comunico que me encuentro indispuesto, padezco un catarro leve,
por ahora, y que estoy tomando aspirina efervescente con vitamina C.
Si hay algún médico entre los seguidores
que lo diga, por favor.
Yo creo que me he acatarrado por los
disgustos que han hecho que me bajen las defensas, y luego en el metro
(el paseante viaja en metro) he cogido cualquier cosa.
El rey Sol no viajaba en metro.
¿Se acatarraría también el rey Sol como
el paseante?
Pues no sería de extrañar con toda la
corte metida en el dormitorio todo el día, eso estaba más concurrido que
el metro de Madrid.
Y encima él teniéndose que desnudar
delante de todos a pelo, menudas corrientes que cogería el pobre hombre
en ese dormitorio tan amplio del palacio de Versalles.
Si es que al final los reyes son más
desgraciados que el paseante (inclusive).
Pues nada más, procurad cuidarme y no
darme disgustos que estoy malito.
Vuestro paseante convaleciente.
p.d.- cuando estoy malito me pongo un
poco ñoño, como si fuera un niño que necesita los mimitos de mamá, y me
da por pensar que nadie me quiere...
¿será que nadie me quiere realmente?
¿será que nadie me quiere realmente?
le paseante roi
La película de la semana. Testigo de cargo. Billy Wilder.1957.
¡Qué pena de mujer!
Resulta que su marido le era infiel.
Desolador.
¡Menuda cara se le ha quedado a la
pobre!
Eso por casarse con Tyrone Power, y es
que aunque se sea Marlene Dietrich hay cosas que nunca se deben hacer, y
una de ellas es, por supuesto, casarse con Tyrone Power.
Así acaban al final los dos, en manos de
Charles Laughton, abogado, como puede apreciarse.
¿Si descubres que tu marido ha matado a
una viuda rica qué harías?
¿Qué pensarías?
Respóndeme, no me vale un "depende" por
respuesta.
¿Qué harías?
¿Qué pensarías?
¿Tratarías de defenderle, pensaras lo
que pensaras?
Bueno, si sigues enamorada seguro que
sí, claro.
¿Y qué dirías?
Pues que estaba contigo la noche en que
sucedió todo, ¿verdad?
Bueno, pero eso es muy simple para una
película de Hollywood, del gran Hollywood, del Hollywood de los años
dorados, y del director de directores por antonomasia, el inventor del
cine, Billy Wilder, el genio indiscutible e insuperable del séptimo
arte.
Y si además la película se basa en una
obra de Agatha Christie, pues no puede quedarse ahí la cosa.
No te desvelo la trama, fundamental en
la película es el factor sorpresa.
De los actores no digo nada, hablan por
sí solos, sobre todo un Charles Laughton en estado de gracia (lo siento,
ya lo dije, no puedo evitarlo, son tics de cinéfilo).
Recuerdo el día que la vi esta película
por primera vez, me quedé yo solo viéndola en el antiguo televisor en
blanco y negro de casa de mis padres, marca Zenith, buenísimo para la
época, yo era muy jovencillo, casi un niño (yo también he sido niño, no
nací paseante).
Pues bien, no podía poner el volumen
alto, más bien muy bajito, mis padres y mi hermana dormían.
Me pegué al televisor y no me perdí ni
una palabra.
No os perdáis ni una palabra,
prometédmelo.
Y fijaros bien en el termo que siempre
acompaña a Charles Laugthon, y en su ama de llaves/enfermera.
Fijaros bien en todo por favor, no
perdáis detalle, todo tiene un sentido.
Bueno, como digo, así ví por primera vez
esta película, cuando terminó me fui a acostar en estado catatónico,
aquello era demasiado para un jovencito tan jovencito, mil puertas se
abrieron ante mi curiosidad y ante mi imaginación.
Y la primera ésta:
Yo quería ser Charles Laugthon.
Yo quería ser abogado.
Necesitaba una peluca y un termo cuanto
antes.
Besos,
the paseante lawyer
lunes, 7 de mayo de 2012
Moortje.
Moortje era el gatito de Ana Frank,
tuvieron que abandonarlo cuando iniciaron su cautiverio, lo dejaron en
la casa en la que vivían a las afueras de Amsterdam, Ana con frecuencia
se pregunta en su diario qué será del pobre gatito, y se consuela
pensando que él tiene la libertad que ella no tiene ya.
Moortje en holandés significa "rubito".
La ternura de los sentimientos que la
niña tenía hacia su gatito es de una dulzura y una nostalgia que tocan
en el corazón.
Estamos hablando de una niña de 12 años,
de su gatito, de una niña que vivía feliz con su familia, que iba al
colegio, de una niña en el comienzo de la pubertad, que se empieza a
sentir atraída por los chicos.
Estamos hablando de todo eso, lo digo
por entendernos.
Y estamos hablando de que todo eso se
terminó de un día para otro.
Y que después de dos años y medio de
encierro, de cautiverio, la separaron de su familia y la llevaron a un
campo de concentración donde a los pocos meses murió de tifus, faltaba
muy poco, apenas nada, tan sólo unos días, para que los aliados
liberaran el campo de concentración, pero ella no lo sabía, y ya no
podía aguantar más sufrimiento seguramente.
Estamos hablando de todo eso, los digo
por entendernos.
De todo eso y de Moortje.
Rubito.
Ella soñaba con volver a ver a Moortje.
Ana Frank y yo.
Vista de un canal de Amsterdam. |
Me viene rondando en la cabeza el
recuerdo de Ana Frank en estos días, no sé bien por qué.
El blog tiene algo de diario íntimo,
cercano, cálido, sentimental, el blog es la fragilidad, la ternura, los
sentimientos, emociones, las alegrías y tristezas, esperanzas, zozobras,
el blog es el enclaustramiento, la introspección, la reflexión sobre
los acontecimientos, sobre el futuro, la esperanza de un futuro mejor,
el blog es querer poner freno a la barbarie y que triunfe el poder de la
razón, el blog es la necesidad de comunicación, de expresarme, de darme
a conocer y de dar a conocer lo que me está pasando.
El blog es mi espíritu que intenta volar
y a veces vuela alto y a veces se estrella contra el asfalto.
El blog es la ternura y la ingenuidad, a
veces me sorprendo escribiendo cosas muy infantiles, y me digo que no
procede poner eso en el blog, que son cosas muy íntimas, muy personales,
que a nadie interesan, que se van a burlar de mí, pero al momento
pienso que me estoy censurando, que estoy coartando mi creatividad, y
sobre todo, que dejaría de ser yo mismo al 100% si no escribo en cada
momento lo que siento tal y como lo siento.
Hago el blog para mí y mientras lo leen
los demás, eso parece.
El blog, esa terapia continua que me
ayuda a seguir viviendo.
Ana Frank nunca pensó que algo que hizo
durante su cautiverio, algo tan suyo, reflejo de su día a día, de sus
sentimientos, reflexiones, ilusiones y penas, que algo tan precario, que
pendía del hilo de la voluntad de una niña, pudiera convertirse en un
paradigma universal del holocausto, y no sólo eso, en un paradigma
universal del sufrimiento, la represión, la marginación, y, pese a todo,
de la esperanza.
De una calidad literaria que emociona,
el diario es, sin dudarlo, estremecedor.
Lo recomendé la semana pasada como
lectura.
Yo me encontré con Ana Frank visitando
Amsterdam, la hermosa ciudad de los canales del norte de Europa, en la
bucólica Holanda, un país de cuento, allí, inesperadamente, haciendo de
turista, una mañana visité, como por visitarla, porque no me quedara
nada por ver, la casa museo de Ana Frank, y pienso que es uno de los
acontecimientos que más ha marcado mi vida.
Porque allí mismo compré el libro y esa
misma tarde lo leí, y entonces mi comprensión del mundo y de la
naturaleza humana cambió, a partir de entonces fue diferente.
Comprendí que la verdadera naturaleza
humana, la de todos, reside en realidad en los pensamientos de una niña
de 12 años privada de libertad por un poder arbitrario y aniquilador.
Todos somos Ana Frank, ella no es sino
el espíritu puro que todos llevamos dentro, el que en última instancia
nos conforma como persona, y que no perdemos nunca, por mucho que
queramos ocultarlo, lo reconozcamos o no.
Escribo en el blog y me sonrío a veces
de mis ingenuas sinceridades, y me digo que estoy haciendo el ridículo, y
entonces pienso en Ana Frank que parece susurrarme al oído:
"Acuérdate de mí José Ramón,
continúa..."
Besos,
José Ramón
Clouds over me.
Desde la ciudad todo se ve tan lejano,
me pregunto por qué todo queda tan lejos de la ciudad, las montañas, el
campo, las nubes, las estrellas, el sol, todo está lejos, no sé si
alguna vez lo habréis pensado, yo si lo pienso a menudo, y miro con
nostalgia a través de la distancia esas cosas lejanas, tan bellas, como
imposibles desde la ciudad, y las disfruto en su contemplación sin poder
alcanzarlas, y me imagino junto a ellas, en una visión cósmica o
planetaria de la vida, como si de repente pudiera volar y volara, y me
perdiera por entre las montañas, el campo, las nubes, las estrellas, el
sol...
Pero no puedo, me limito a contemplar en
la lejanía la perfecta belleza de esas cosas que lejanas e imposibles
parecen saludarme y recordarme que están allí esperándome por si algún
día puedo ir, por si algún día puedo soltarme del yugo que me aprisiona,
de la ciudad, y voy por fin a reunirme con ellas y a charlar de
nuestras cosas.
Tenemos muchas cosas en común todas esas
cosas lejanas y yo, somos parte de la naturaleza, del universo, del
cosmos, por eso nos entendemos tan bien, y aunque a veces lo olvide
perdido entre tanta gente, entre tanto tráfico, en los vagones del
metro, en los grandes almacenes, en las grandes avenidas, en los
restaurantes de menú del día, entre las luces de neón, por entre las
callejuelas oscuras, aunque a veces lo olvide digo, siempre hay algún
atardecer con su dorada luz iluminando las fachadas de las casas, o unas
nubes pasajeras sobre mí, que me lo recuerdan, haciéndome una caricia
en el pensamiento y refrescando mi alma del calor de la ciudad.
Mi alma vuela entonces por encima de
todo y recorre el universo con la imaginación, y entonces todo el
universo me parece un gran acuario en el cual yo voy buceando, buzo de
la luz, hasta salir a la superficie del cielo y traspasar el éter azul y
el blanco vapor de agua de las nubes.
Eso me consuela de los rigores de la
gran ciudad que cruel me aprisiona en su sutil yugo de obediencias,
compromisos, obligaciones y luchas.
La ciudad es esa parte de mí que se
niega a ser libre, que prefiere ser esclava, que se somete a todo y que
nunca alcanza la luz.
el paseante soñador
HISTORIA DE UNA CAMISETA. RELATO CORTO.
HISTORIA DE UNA
CAMISETA
"Esencia"
Por Nerea
No es que no
sepa lo que soy pero
creo que tengo un problema, y es que, a fuerza de haber vivido con
humanos he
acabado adquiriendo la cualidad de pensar. Y no me quejo, porque sin
duda este
extraño suceso ha hecho que mi existencia sea más interesante, pero a
veces
creo que todo hubiera sido más fácil si me hubiera limitado a ser como
las
demás: una simple camiseta. Pero no. No sé por qué razón ha tenido que
llegar
el raciocinio a mis entretelas… ¡con lo a gusto que estaba sin comerme
la
cabeza, bueno, el cuello! En fin.
Ustedes se
preguntarán a qué
viene todo esto. Pues resulta que me hago vieja y, con la madurez, una
echa la
vista atrás y le entran unas ganas inmensas de soltar por la boca que no
tengo,
toda la historia de mi vida. Aunque sólo sea para que quede constancia
de que
he pasado – y revolcado – por esta tierra.
Me presentaré. No
tengo nombre,
por supuesto, (tengo paralelismos con los humanos, pero no llego a
tanto)
aunque sí puedo describirme de manera que me reconozcan. Soy una
camiseta
blanca, de algodón y de manga corta. No soy muy original, dirán ustedes;
y así
fue al inicio cuando en nada me distinguía de las miles de camisetas
como yo
que se venden en todo el mundo. Pero eso pasa con todo lo que nace: que
está en
blanco, indefinido, irresoluto. Sólo con el tiempo y la experiencia va
surgiendo la forma, apareciendo el carácter. Hasta que te haces
inconfundible y
único dentro de la especie a la perteneces. En mi caso, el género de las
camisetas.
Pues así estaba,
en blanco, el
día que Magdalena decidió cogerme por la percha y pagar por mí el precio
que
rezaba en la etiqueta, pero que en nada se ajusta a lo que valgo en
realidad.
Tengo que matizar que aunque nacemos vírgenes, sin prejuicios, abiertos a
todo,
no todos tenemos las mismas oportunidades. Por suerte o por desgracia
hay
ciertas circunstancias que condicionarán la vida que tengamos. Yo, una
camiseta
de talla media, unisex, expuesta en un supermercado y, para colmo,
rebajada,
tenía todas las papeletas para acabar en una familia de clase media;
pero no
media de tipo ejecutivo, sino más bien media tirando a calcetín. Y digo
esto
porque de todas las compañeras con las que compartía perchero y pasillo,
yo era
la más barata.
Podrán imaginar
que mis
predicciones resultaron certeras, pues Magdalena, que así se llamaba la
madre
de mi primera dueña, tenía tres hijos y era esposa del propietario de
una
pequeña frutería, así que debía controlar muy bien en qué se gastaba
cada
céntimo. Y no es que me queje de la vida que he tenido, intensa y
apasionante
como pocas, pero no ha sido fácil exactamente y eso ha hecho que, a
veces, por
mi natural soñador, me pregunte qué habría sido de mí si hubiera sido
una
camiseta de marca y me hubiera vestido una niña rica.
Pero en aquel
momento yo
acababa de salir de la fábrica y sabía poco del mundo, por lo que no
tenía
grandes aspiraciones. Así que el hecho de que alguien me hubiera
escogido entre
las demás, mucho más atractivas que yo, provocó en mí una emoción
genuina.
Todavía recuerdo
el trayecto
hasta mi nueva casa. La cajera había tenido la deferencia de doblarme
cuidadosamente y colocarme en una bolsa aparte, separada del resto de la
compra
para no ensuciarme. Esa intimidad me permitió aislarme de la animada
conversación que mantenían los detergentes, piezas de charcutería y
demás
artículos consumibles. Necesitaba un poco de tranquilidad para
acostumbrarme a
la idea de que por fin iba a pertenecer a alguien.
-
¡Mira
lo
que te he traído! –dijo entusiasmada Magdalena cuando llegó a casa-.
Alba, la mayor de
los tres hermanos, miró
expectante a su madre con un brillo especial en los ojos. El brillo
inconfundible que confieren las sorpresas.
-
¿Qué
es? –preguntó impaciente-.
Entonces,
Magdalena me cogió por los
hombros y me entregó a mi nueva amiga. Como las camisetas sólo vemos de
frente,
hasta que Alba no me elevó un poco no pude verle los ojos, pero hubiera
preferido no verlos porque estaban llenos de decepción.
-
¡Qué
simple es, mamá! –reprochó enfurruñada-.
Alba entonces sólo
tenía once años pero
obviamente empezaba a despuntar con fuerza su coquetería, aunque aún
resultaba
joven para apreciar el esfuerzo económico que había hecho su madre.
-
Venga,
hija.
Pruébatela. Que es cien por cien algodón y vas a estar muy cómoda y
fresquita este verano.
Una camiseta de
invierno se habría
encerrado en sí misma ante el rechazo de Alba, y una sintética tal vez
le
habría dado alergia. Pero, como bien había apuntado Magdalena, yo era
una camiseta
de verano, de algodón entero y verdadero y positiva como el sol. Así que
sabía
que tenía una buena baza para convencer a Alba si aceptaba probarme,
porque me
adaptaría a ella como un guante –y eso que no me gusta compararme con
los de
esa calaña-.
Tal
y como sospeché no me costó convertirme en una de sus prendas
preferidas; y yo
también me sentía bien con ella porque, como niña presumida que era,
trataba de
mantenerme limpia. Lo que no me gustaba eran las manchas de desodorante
que
comenzaron a aparecerme en las axilas cuando Alba empezó a utilizarlo,
ya que
eso suponía dejarme en remojo una noche, acentuando así el suplicio que
ya
suponía para mí el mero hecho de lavarme.
Y
no es que no me gustara ir de punta en blanco, no señor, lo que pasa es
que la
lavadora resultaba una pesadilla para mí. Ustedes no saben lo que es
eso. No es
sólo el hecho de estar tres cuartos de hora, como mínimo, dando vueltas
medio
ahogada en un espacio circular reducidísimo hasta que pierdes la
orientación;
es que además tienes que compartir ese espacio con otras prendas que no
se
limitan a pegarse a ti como una lapa sin haberles dado permiso para
hacerlo,
sino que a veces osan colarse por tus mangas o tu cuello, como esos
escurridizos y pícaros calcetines a los que ya tengo calados. Es como
una orgía a lo
grande en la que oyes todo tipo de comentarios. Como aquella vez que un
pantalón se quejó de que el suavizante le impregnaba de un aroma
demasiado
femenino para un macho vaquero como él.
Secarme
me gustaba más, aunque ello supusiera estar bastante rato cogida con
unas
pinzas y con los hilos bajándome a la cabeza. Pero sentir el sol
traspasando
mis tejidos mientras el aire me hinchaba como a un globo, hacía que me
sintiera
libre. Libertad. Cada vez necesitaba más notar esa sensación. Los
primeros años
estuve muy bien con Alba y pensé que siempre querría estar con ella,
pero a
medida que iba creciendo yo iba quedándole pequeña. Su pecho comenzó a
asomar y
aunque yo trataba de adaptarme, una tiene sus límites y su personalidad
–no
como esas camisetas de licra que dibujan indecentemente cada línea
corporal-,
así que llegó el punto en el que cambiaba de dueño o reventaba.
Fue
entonces cuando pasé a formar parte del vestuario de Quique, el segundo
de los
hijos. Al principio nos costó aceptarnos mutuamente, principalmente
porque yo
aún recordaba las formas de Alba y eso a Quique no le gustaba mucho.
Pero en
cuanto adopté la silueta de su infantil pero bien formado torso, ya no
me
quitaba de encima.
En
mi vida había estado más sudada. A Quique le gustaba jugar al fútbol y,
no sé
por qué, debió de ver en mí a una buena compañera de batalla; tan buena,
que
quería que le acompañara en todos los frentes. Recuerdo la primera vez
que tuve
un flechazo, bueno, en realidad lo tuvimos los dos. Y es en esos
momentos
cuando agradeces ser la camiseta de un don juan, porque al cabo de un
rato
tenía al objeto de mi deseo a menos de un centímetro de mi algodón.
Cuando
iba con Alba yo pensaba que me gustaban los chicos, pero al ver esa
camiseta de
tirantes, de color azul cielo, con unas letras curvas que decían “lo que
necesitas es amor” y una flecha que señalaba hacia abajo, me di cuenta
de que
era bisexual. El perfume embriagador que se filtraba a través de ella me
atraía
como un imán, y supongo que la colonia que llevaba Quique también ayudó
al
asunto porque al momento, los cuatro nos fundíamos en un beso, casto,
pero beso
al fin y al cabo. Esa camiseta azul fue mi primer amor y me marcó tanto
que
creo que aún llevo prendida alguna que otra purpurina de una de sus
letras, la
cual no consigo quitarme por mucho que me lave.
Habría
seguido sudando encantada mucho más tiempo con Quique, si aquel fatal
accidente
no hubiera adelantado nuestra separación. Sé que no fue su intención,
pero un
día me dejó junto con la sudadera en el cesto de la ropa de color y
Magdalena
nos metió en la lavadora, ajena a la tragedia que estaba a punto de
producirse.
Yo
siempre he pensado que a todos se nos pega algo de aquellos con los que
interactuamos. Hay sujetos que desprenden un carisma al que no puedes
escapar,
mientras que otros tienen menos personalidad y absorben todo aquello que
les
entra por los sentidos, más aún cuanto más jóvenes son. Este último era
mi
caso. Con pocos años y la inexperiencia de haberme mezclado con otros
colores,
salvo por alguna que otra mancha ocasional, era seguro que de aquella
lavadora
no iba a salir como entré. Y más teniendo en cuenta que aquel día una
camiseta
roja, poderosa y vital como la sangre de la que había copiado su color,
se bañaba
por primera vez.
Cuando
a la mañana siguiente Quique preguntó por mí, su madre le dijo con tono
circunspecto:
-
Quique,
me
temo que tu camiseta ha sufrido un pequeño percance…
Cuando Quique me
vio, montó en cólera. Si
de adulto a veces cuesta dominar la ira, con trece años resulta aún más
difícil.
-
¡Pero
cómo
ha podido pasar esto! ¡Pues no me la pienso poner más porque mis amigos
se
reirían si me vieran con ella!
Y así fue como se
acabó mi relación con
Quique. A partir de entonces pasé a manos de la pequeña de la casa,
Lili, que
entonces tenía diez años pero el carácter de una de veinte, no en vano
había
tenido dos buenos maestros. A Lili no le hizo mucha gracia tener que
vestir,
por enésima vez, una prenda heredada de sus hermanos; pero el tono
rosáceo que
había adquirido mi inmaculado algodón gracias a esa camiseta roja que me
sacó
los colores, no le desagradaba del todo.
Lili
era la artista de la familia. Tal vez la necesidad de hacer suyas todas
las
cosas que antes habían sido de otros –en ese afán por sentirnos
distintos de
los demás-, hizo que su imaginación se desarrollara más que su cuerpo,
delgado
e infantil durante más años de los naturales, y que yo no me librara de
sus
experimentos creativos.
El
día que se le ocurrió llevarme a un sitio de esos donde ponen en una
camiseta
la foto que quieras, no sólo dibujó mi espalda, sino que me imprimió
carácter.
Ya no era una camiseta cualquiera; ahora tenía un sentido.
La imagen
representaba una
playa con un hombre solitario vestido de blanco y mirando al mar. Pero
si
hermoso era el paisaje, más hermosa era la frase que evocaba y que decía
así:
“Después de todo, lo que queda es la esencia”.
-
Después
de
todo…lo que queda es la esencia –repetí para mí-.
No sé el tiempo
que estuve embelesada
observando la foto y releyendo el mensaje, sólo sé que desde entonces
tengo la
facultad de pensar.
Descubrir
cuál era mi esencia se convirtió en mi obsesión, pero no sería hasta
años más
tarde cuando conocería la respuesta a mi pregunta. Mientras tanto, mi
vida con
Lili transcurría feliz. Me gustaba ir con ella porque las camisetas de
sus
amigas eran muy divertidas y pasábamos ratos francamente buenos. Pero el
tiempo
pasó y Lili se convirtió en una mujercita inteligente y solidaria;
generosa
hasta tal punto que cuando ya no pude abarcar su cuerpo, ella decidió,
con
lágrimas en los ojos, entregarme a una ONG para que alguna niña o niño
desfavorecido pudiera vestirse conmigo.
Y
así fue como salí de España. Por primera vez me sentí sola,
desprotegida, y sin
embargo no podía evitar embriagarme de la sensación de madurez e
independencia
que provoca sumergirte en lo desconocido.
El
vuelo fue muy interesante ya que compartí petate con medicamentos
caducados,
objetos de papelería y prendas de todo tipo, edad y condición; algunas
en mejor
estado que otras, pero todas ellas curtidas en mil batallas y mucha
historia
que contar; sello que caracteriza a toda prenda de segunda o tercera
mano que
se precie.
Lo
primero que vi cuando llegué a mi destino, fueron unos ojos brillantes
que se
asomaban curiosos al borde del petate, seguidos de una amplia y
agradecida
sonrisa como hacía tiempo que no veía. Esos rasgos pertenecían al que
sería mi
último dueño: Nazario. Un niño guatemalteco de doce años que vivía en
una
pequeña aldea de la selva tropical y que gozaba corriendo descalzo entre
las
tierras de maíz y frijol.
De
entre todas las sensaciones que allí experimenté, una que nunca olvidaré
porque
había soñado con ella muchas veces, fue la que sentí la primera vez que
la
madre de Nazario me lavó a mano, sobre una pila al aire libre y con
jabón
casero, para extenderme después sobre la hierba fresca a secarme al sol.
Indescriptible.
Ahora,
pasados los años, con varios agujeros y la tela mucho más transparente
que
cuando nací, puedo decir que descubrí cuál es mi esencia: la misma
palabra
“esencia”. Ella ha sido el único elemento de la foto que ha sobrevivido a
incontables lavados y remiendos; lo que casi siempre han visto los demás
–cuando se han situado en el ángulo correcto-, y raras veces he visto yo
–cuando me han puesto del revés y he mirado en mi interior-; esa última
hoja
que se resiste a caer para no dejar desnudo al árbol. Lo último que
queda
cuando ha pasado todo.
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