Cuatrocento italiano una vez más, pintor discípulo de Leonardo, podéis ver este cuadro en el Museo del Prado.
El mito de Salomé, la historia, la leyenda, como se quiera denominar, es de una tremenda complejidad, desde antiguo ha inspirado a pintores y escritores, Óscar Wilde escribió una magnífica tragedia que no es sino un torturado monólogo de Salomé, en el cual reprocha al Bautista desesperadamente su indiferencia.
Queda claro que la víctima de la tragedia es en realidad Salomé, al caer presa de su pasión y no poder realizarla nunca.
Nunca.
Lo que certifica el cuadro es ese "nunca".
El cuadro es testimonio del "nunca".
De la imposibilidad infinita de colmar el deseo, de la condena a esa imposibilidad ya por siempre.
El mito de Salomé no es sino una paráfrasis de la impotencia ante la irreductible libertad del hombre, de su libertad de conciencia, de opinión, de acción, del compromiso, de la integridad, la insobornabilidad, el amor propio, la dignidad.
Podrás matar a un hombre si no hace lo que quieres, pero nunca conseguirás que lo haga si no quiere, en el caso del Bautista si no quiere con arreglo a su conciencia hacerlo.
Es el poder absoluto del individuo sobre la fuerza, sobre el Estado, sobre los demás, su irreductible libertad, su irreductible independencia, su irreductible integridad final.
Óscar Wilde lo refleja muy bien en su tragedia, Salomé brama al cielo su dolor inconsolable eternamente, sin tregua ni descanso, porque al fin es la conciencia lo único que pertenece en exclusiva al hombre y con ella carga toda la vida para bien o para mal.
el paseante
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