Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y quién te cuida, ¿dime?; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-;
Gracias, Señor, la casa está encendida.
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y quién te cuida, ¿dime?; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-;
Gracias, Señor, la casa está encendida.
LUÍS ROSALES.
Has llegado a tu casa/ y, al entrar,/ has sentido la extrañeza de tus pasos/ que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,/ y encendiste la luz, para volver a comprobar/ que todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año.
La casa es donde se está, donde se vive. No hay más que una casa, como no hay más que un mundo, el de uno. Esto es lo que nos quiere decir Luís Rosales con este libro. Es un canto a lo cotidiano, a la amistad y al amor que va a influir en las generaciones posteriores de poetas. Vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,/ las ventanas,/ -sí, todas las ventanas-,/ Gracias, Señor, la casa está encendida.
La casa es donde se está, donde se vive. No hay más que una casa, como no hay más que un mundo, el de uno. Esto es lo que nos quiere decir Luís Rosales con este libro. Es un canto a lo cotidiano, a la amistad y al amor que va a influir en las generaciones posteriores de poetas. Vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,/ las ventanas,/ -sí, todas las ventanas-,/ Gracias, Señor, la casa está encendida.
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