Impone, ¿verdad?
Aún ahora me impone, quiero decir que es tan explícito que resulta sobrecogedor, es muy realista, más realista que una foto, es el realismo sublimado, porque la realidad pasada por el tamiz de la pintura, aunque sólo pretenda el artista que el cuadro sea su reflejo, resulta siempre sobreactuada, sobreactuada por la mirada del pintor que no es nunca neutra, tiene su carga valorativa, su intención, el escoger el motivo ya es una intención, la manera de presentarlo, de enfocar su planteamiento, ya es pura intención, la forma, el color, el contorno, cómo se resaltan algunos aspectos frente a otros, toda obra de arte es siempre una tesis, un postulado, una apuesta por algo, un envite al espectador para remover su conciencia en un sentido determinado.
Y a destacar el marco de este cuadro, espléndido marco como corresponde a una gran obra, la resalta, la sublima, la rodea de un halo cuasisagrado, intocable, como si fuera un retablo de iglesia, un retablo barroco , sólo faltan los angelitos alrrededor.
Me encanta el marco, es muy apropiado a la pintura y es que un marco pude echar abajo una buena pintura y viceversa, porque lo que rodea a una obra de arte, cómo se presenta al espectador una obra, es fundamental, hay que preparar al espectador a través de la forma de presentar la obra de arte, el espectador tiene que entrar a la obra de arte de una manera adecuada para que ésta brille con luz propia, el marco, la luz, el ambiente, son fundamentales en el arte, porque el arte siempre es algo sagrado, desde siempre, es a través del arte como nos relacionamos con Dios, con el Dios que cada uno de nosotros llevamos dentro, y en ese encuentro reflexionamos y nos elevamos hacia lo divino mediante la comunión con el arte, y todo eso es parte de una ceremonia.
Bueno, pues eso, que aquí os dejo esta obra de arte, precisamente en la semana de la libido y dentro del período psicoanalítico del blog, para que reflexionéis y comulguéis con el espíritu sagrado del arte.
Besos,
el paseante
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