"El aire se convirtió en líquido y lo atravesó una ola"
M. Houellebecq
No es un libro fácil, no me refiero a su lectura que es
fluida, está muy bien escrito, sino conceptualmente difícil de asumir por su
crueldad, en ocasiones un tanto estridente, estuve a punto de dejar de leerlo
al poco de comenzar por algo que sucede en sus páginas y que me pilló
desprevenido y me desagradó profundamente, incluso pensé quitar del blog un
fragmento de entrevista con Houellebecq que había publicado, al final pensé que
al fin y al cabo no era sino una ficción, pero igual que me salgo del cine si
algo que veo en la pantalla para mí es intolerable, igual hago con la lectura,
cada cual tiene sus principios y valores, en eso soy, lo reconozco, un tanto
integrista.
Y no es lo único que me chirrió en la conciencia en este
libro pero uno se acostumbra y continúa leyendo, late un cierto afán de llamar
la atención con planteamientos un tanto digamos estridentes, desagradables para
mí, aunque no es la tónica general creo que distorsionan bastante una novela
que por otro lado me ha parecido magnífica, muy sociológica, algo menos
psicológica, y algo menos todavía filosófica, quizás éste sea el orden de los
temas que he creído sentir latir en sus páginas, planteados desde una
originalidad muy actual, aunque no es La montaña mágica de Mann ni En busca del
tiempo perdido de Proust, obras que cita el autor en su novela con admiración.
Coincido con Houellebecq en que el problema es el hombre en
sí mismo considerado, de ahí que en las páginas finales propugne una
sustitución del hombre que se reproduce por el hombre que se clona y depura en
la clonación todo lo malo a nivel moral, conductual y psicológico que el hombre
tiene, interesante planteamiento, lo que no han logrado ni filosofías ni
religiones ni ideologías al final lo logrará la ciencia.
Es una obra de ensayo pese a ser novela, en la cual pone
patas arriba la sociedad contemporánea y todo lo que la antecede y es su causa
directa, muy crítico, cínico, negativo, humorístico, Houellebecq recuerda a
Bukowski aunque remueve la conciencia con un arado profundo con el que no
contaba Bukowski que era mucho más epidérmico, Houellebecq arrastra, te
arrastra, te araña, te erosiona, te hace ver la realidad, una realidad en
ocasiones desagradable, cruel, inoportuna, pero no por ello menos cierta.
El paseante
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