Me debato entre la solidaridad y el egoísmo, está claro,
mucho hablar de la desigualdad, de la redistribución de la riqueza, de la
injusticia, mucho hablar de todo eso, de echar la culpa de todo eso al Estado,
a los políticos, al sistema, pero la sensación de culpa uno no se la quita de
encima, y eso es así porque uno sabe que tiene más de lo que en realidad
necesita y que lo que tiene de más otro lo tiene de menos, y qué hace uno por
corregir esa situación?, obviamente no sale a la calle a repartir sus posesiones
entre los pobres, uno sigue obsesionado en el “tener” pese a que ese tener le
lleve a dejar de “ser”, de ser solidario, de ser consciente que el estar de un
lado o de otro de la frontera que marca la pobreza fue relativamente casual
porque no todos tenemos las mismas oportunidades en la vida ni las
circunstancias nos ayudan siempre de igual forma.
Pero uno prefiere ponerse una venda aún pensando que uno
podría ser ese pobre que en la calle pide, o alguien a quién desahucian de su
casa, o alguien que no tiene qué dar de comer a sus hijos, o no recibe
asistencia médica cuando la necesita.
A veces pienso que de no ser funcionario y de no haber
tenido el apoyo de mis padres en la vida yo estaría viviendo en la calle, con
54 años y esta sociedad tan cruel en la que vivimos, este despiadado sistema
laboral que te expulsa en cuanto eres mayor, yo no tendría ya dónde ganarme el
pan, como a tantos otros les sucede que quedan desprotegidos, entonces oigo los
cantos de sirena de la renta básica universal y me entusiasmo, unos cantos de
sirena que parece ya fueron retirados por los que los pronunciaron, poco duró
la utopía, pero también me pregunto que ante una riqueza limitada el que unos
tengan un mínimo vital siempre tendrá que ser a costa de repartir entre ellos
los que a los demás nos sobra, y que ese reparto se hará desde el gobierno dado
lo limitado de nuestra solidaridad a nivel personal como antes dije.
Me quejo del Estado, del sistema, del gobierno, me quejo de
los políticos, de los banqueros, de los ricos, me quejo de los privilegios de
todos, pero no nos engañamos, todos somos parte de esa trampa, en cierta medida todos los que vivimos
relativamente bien consentimos la situación actual porque en definitiva nos
beneficia, me quejo pero no veo que para que exista la justicia social que
quiero tal vez no debería pagar un 25% de impuestos sino un 50%, como sucedería
en otros países donde esa justicia social existe realmente, me quejo pero
atesoro en pequeña medida una riqueza que a otro le serviría para sobrevivir,
me quejo pero sigo durmiendo en mi cama calentito todas las noches mientras
otros duermen a la intemperie en la misma ciudad de Madrid a temperaturas bajo
cero, unas calles más allá.
Me quejo con la boca pequeña, igual que todos, pero al menos
soy consciente de todo eso, y mi conciencia va evolucionando, eso es importante,
y creo que ahora se necesita un gobierno que empiece a tomar medidas de verdad
al respecto porque es una cuestión de respeto a los derechos humanos y de
respeto sobre todo al más fundamental de ellos, la vida.
La vida digna de todos, con un mínimo garantizado y una
igualdad de oportunidades para que todos puedan desarrollar su proyecto de vida
y sus capacidades y aportar a la sociedad lo mejor de ellos mismos, que no se
desperdicie el talento como ahora pasa, ni la fuerza de una juventud con la que
no se cuenta.
El paseante
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