viernes, 30 de enero de 2015

Comisario no se muera… Un asesino en las calles 86).





86 – Comisario no se muera…


-          Comisario no se muera, perdón he querido decir que no se duerma, procure estar despierto así irá recuperando la consciencia y recordando su vida, la amnesia es transitoria o al menos eso dicen los médicos, poco a poco desaparecerá, así que ya sabe, no se muera por favor, vaya otra vez me confundí…, quise decir que no se duerma por favor, tengo que irme a la comisaría a trabajar, a la tarde volveré, si sucede algo las enfermeras tienen el número de mi móvil y me llamarán, estese tranquilo.


Bruttini se fue al fin, qué alivio, pensó Carballo, el chico era muy buena persona y muy atento pero un poco pesado, estaba agobiado con la enfermedad de Carballo, al fin y al cabo para él era como su padre, se podía decir que le había adoptado como padre, ni padre ni familia tenía ya el pobre chico, sólo le quedaba su madre en el pueblo, pero la figura paterna era muy importante sobre todo para alguien tan inmaduro como Bruttini, al haber carecido de padre por haber muerto joven cuando Bruttini era un bebé había una parte de su desarrollo psicológico que había quedado en estado embrionario, eso se notaba, y ahora el pobre muchacho tenía miedo de perder a Carballo, por cierto, qué habría querido decir Bruttini con eso de la amnesia?, se preguntó Carballo, él se acordaba de todo perfectamente, y se sentía perfectamente, no comprendía bien la pantomima de tener que estar ingresado en el hospital, en observación, le habían dicho, pero él se sentía mejor que nunca.

Apenas se fue Bruttini Carballo cayó en un profundo sueño, la noche había sido agotadora, las enfermeras no paraban de entrar con cualquier motivo, tomarle la temperatura, cambiar la bolsa de la orina, reponer el suero del goteo, darle otro calmante, un analgésico, cualquier cosa, hasta sacarle sangre, era agotador, parecía que estuviera muriéndose, el resultado fue que apenas pudo dormir, ya sumaba dos noches sin dormir apenas, la del Divas con el shock y la siguiente noche con las enfermeras, por cierto, se dio cuenta de que debajo de la sábana estaba totalmente desnudo, las enfermeras le manipulaban, le destapaban y tapaban si ningún pudor, le tocaban, le rozaban, menos mal que él era incapaz de sentir nada, cosas de la andropausia, ni pudor tenía ya, y es que un cuerpo sin deseo pierde el pudor totalmente, le da igual, no tiene pretensión alguna de tener sexo con nadie, ni rubor siente ante la desnudez, era un cuerpo nada más, por fin sólo un cuerpo en la más pura acepción médica de la palabra, un anciano ya tal vez, aunque en realidad no era tan mayor, 54 años, Carballo se sentía como si tuviera mil años, la vida era algo que había empezado a desfilar por delante de él sin que él tuviera el más mínimo interés por ella, sólo le interesaba su más reducido círculo, un círculo en el que sólo estaban cada día más él y sus recuerdos.

Su mente siguió divagando en sueños y aparte de todas estas disquisiciones medio alucinatorias y algo exageradas por el estado de desánimo, la postración, y la medicación, se centró también en el pobre Bruttini, le producía ternura la ilusión que aún mantenía viva por la vida, era tan ingenuo, ya no se encontraba gente así por el mundo, tenía algo inclusive de pueril, de niño, Carballo veía un poco en él al hijo que nunca tuvo, su pureza llamaba la atención, atraía por su bondad, era como si estuviera siempre virgen de vida aunque viviera, como si la suciedad del mundo no pudiera mancharle nunca pasara lo que pasara, como si fuera una especie de ángel, aunque para la mayoría de la gente pudiera resultar a simple vista un tanto simple, como paleto, poco vivido, poco cosmopolita o refinado, un chico de pueblo en definitiva, pero si uno sabía ver detrás de todo eso descubría una rara pureza, una especie de blancura inmaculada que nada podía destruir ni destruiría nunca, una especie de luz que hacía iluminar su sonrisa, su mirada, su voz, su ánimo, algo así como un soplo divino que pervivía en él.

Todo esto pensaba Carballo que en el fondo pensaba que al lado de Bruttini era poca cosa pese a su edad y a todo su prestigio porque se consideraba lejos de toda esa pureza, esa luz, y esa bondad, se consideraba al lado de Bruttini sucio, tal vez porque la vida sí había dejado una profunda huella en él de la que Bruttini se mantenía al margen.

Bruttini le había dicho antes de irse que no se durmiera, que no se moviera, que no se muriera…, qué le había dicho Bruttini en realidad antes de irse?, Carballo no lo recordaba ya, la conciencia se le fue apagando, no sabía bien si se estaba durmiendo o si se estaba muriendo, qué diferencia habría?, nunca antes se había muerto, tal vez morirse fuera solamente eso, dormirse, pero dormirse para siempre…, y entonces por primera vez sintió miedo de la muerte.


(continuará)


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