82 - Sorpresa!
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Sorpresa! Comisario me vengo a vivir con usted!
Carballo no podía apenas creer lo que veían sus ojos, nada
más abrir la puerta de su apartamento vio a Bruttini cargado con unas bolsas de
viaje, apenas le miró Bruttini se coló en la casa, se fue hasta el dormitorio y
soltó las bolsas sobre la cama. Esto era demasiado pensó Carballo que empezaba
a estar hasta las narices de Bruttini, no porque no le apreciara y le tuviera hasta
cariño incluso sino porque resultaba cada día más imprevisible, tenía una
conducta realmente desordenada desde que su mujer le había dejado y había
perdido a su familia. Enseguida Bruttini ante la mirada de perplejidad de
Carballo le comentó que echaba de menos al gatito Cachemir y que como él, es
decir Carballo, estaba tan solo, había decidido irse una temporada a hacerle
compañía. El gato nada más verle fue a enroscarse en sus piernas y apenas
Bruttini se sentó en el sofá del salón saltó sobre su pecho y comenzó a
darle lametones en la cara, con una emoción enorme el gatito no dejaba de
ronronear sonoramente, su ronroneo se oía por encima incluso del ruido del
tráfico de la Gran Vía que se filtraba a través de los cristales de las
ventanas del pequeño apartamento, ante esa imagen de felicidad de Cachemir
Carballo quedó desarmado y pensó que no podía hacer nada para disuadir a
Bruttini de la idea de quedarse, aunque también pensó en la que se le venía
encima, recordaba la otra vez que Bruttini se quedó unos días en el
apartamento, cuando intentó castrarle su ex mujer, Maritzia, resultó horrible, espantoso,
pesadísimo, pero Carballo prefirió pensar que ahora las cosas serían diferentes
tal vez, Bruttini seguramente habría madurado algo viviendo solo durante un
tiempo y ya no sería un niño caprichoso, seguramente se habría convertido en un
adulto por fin aunque Carballo lo dudaba.
En fin, no quedaba más remedio que esperar a ver qué
sucedía.
De momento Bruttini y el gatito se quedaron dormidos en el
sofá, los ronquidos de Bruttini se superponían al ronroneo del gato, al rugido
de la nevera y al tráfico de la Gran Vía, los ronquidos de Bruttini podían
hasta con la tercera guerra mundial si es que se declarara, que tal vez se
declarara pero circunscrita al apartamento de Carballo y en breve…
Lentamente atardecía sobre Madrid, el apartamento se iba oscureciendo, Carballo dejó las luces sin encender para no despertar a Bruttini y al gatito.
(continuará)
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