Las bóvedas catalanas de Rafael Guastavino tienen su primer gran ejemplo en el teatro barcelonés de Vilassar de Dalt. La ruta del arquitecto continúa por todo Estados Unidos
Esta historia podría empezar en un pequeño pueblo del Maresme catalán,
Vilassar de Dalt, testimonio de la construcción de uno de los edificios más
ingeniosos y atrevidos de finales del siglo XIX. Su autor, Rafael Guastavino
(1842-1908). La obra, el teatro La Massa (www.teatrelamassa.cat), situado en el
centro de la población barcelonesa y de medidas colosales. Un edificio tan
importante que sin él difícilmente se puede entender el resto de la obra de
Guastavino.
Pero vayamos por partes. El 13 de noviembre de 1880 se inicia la construcción del significativo teatro La Massa en Vilassar de Dalt, en la que Guastavino actúa como arquitecto y contratista. La cúpula que cubre la sala mide 17 metros de diámetro y tiene un óculo central de 4 metros. Se construyó con dos líneas de ladrillo y revoque exterior, con un grosor mínimo. Aquella inusual cúpula de Vilassar de Dalt fue el preludio de las grandes bóvedas y cúpulas de ladrillo plano que Guastavino construiría posteriormente en Estados Unidos, y que él convertiría en su sistema personal, que patentó a su nombre, Guastavino System. Partía de la rápida capacidad de fraguado de los nuevos morteros para lograr una albañilería cohesiva en ladrillo (antifuegos y salubre). Un método “en el que la capacidad adhesiva del mortero posibilita nuevos y muy económicos procesos generadores, con notable reducción, si no eliminación, de sistemas de encimbrado”, según escribe el arquitecto y profesor Javier García-Gutiérrez Mosteiro.
Personaje de cine, hombre hecho a sí mismo (un self made man), protagonista de una historia trepidante, con rasgos de genialidad y mucha perspicacia, Rafael Guastavino nació en Valencia (su abuelo era un inmigrante italiano, Giuseppe, que llegó a España como constructor de pianofortes), y a los 16 años marchó a Barcelona para formarse como maestro de obras. Se hospedó en casa de su tío y su hija adoptiva, que acabaría siendo su esposa. El guion de la película sigue cuando Rafael empieza su andadura como constructor y, gracias a los contactos con los industriales textiles del momento que le proporciona su tío, empieza la edificación de grandes naves. En aquellos inicios Guastavino ya fijó las bases de lo que sería su posterior labor. Nace el visionario. En Barcelona y Cataluña empieza a construir con bóveda volta catalana hasta una decena de fábricas textiles. “Es un personaje fundamental en cuanto a la dignificación de las técnicas tradicionales de la construcción, lo que llevará a la revolución modernista. La bóveda catalana toma el rango de monumental en el teatro La Massa y no en las fábricas que Guastavino había construido hasta entonces. El edificio, además de demostrar la extrema economía de la construcción con bóvedas a la catalana, fue el ensayo general del proceso de gigantismo que Rafael Guastavino aplicaría con esta tan delicada y sencilla técnica constructiva tradicional”, explica Xavier Fabré. El teatro, con su cúpula, se inauguró el mes de marzo de 1881, cuando Guastavino ya se había ido a Nueva York.
El matrimonio de Rafael Guastavino con la hija adoptiva de su tío iba mal. La esposa emigró con los hijos mayores a Argentina. El menor, también llamado Rafael, y el padre marcharían a Nueva York. Nacía el Guastavino emprendedor. ¿Por qué Estados Unidos? “En 1876, Guastavino presentó en la Exposición de Filadelfia una propuesta para la construcción de viviendas salubres en las colonias industriales, lo que le valió una mención especial, en la que mostraba un nuevo sistema constructivo a base de ladrillo, muy eficaz contra los incendios”, cuenta Fabré. En 1871, el fuego había calcinado la ciudad de Chicago, la mayoría de las grandes construcciones de las ciudades norteamericanas estaban hechas de madera, así que su propuesta tuvo un auditorio interesado y ávido de soluciones.
Dos años después de su llegada a Nueva York fundó su propia compañía, con la que alzó unos 360 edificios solo en esta ciudad entre 1881 y 1908, labor que continuó su hijo Rafael Guastavino Expósito (1873-1950). En total, más de un millar de intervenciones en EE UU. Entre ellas destacan, en Manhattan, las que hizo en el Museo Americano de Historia Natural, la catedral Saint John the Divine, el hospital Monte Sinaí, la entrada del Carnegie Hall y una parte de las bóvedas de la estación Grand Central, que hoy se aprecian con toda su majestuosidad en el Oyster Bar (www.oysterbarny.com).
En Estados Unidos ha sido siempre una figura venerada, como demostró el éxito conseguido por la exposición Palacios para el pueblo. Guastavino y los fabulosos espacios públicos de América, que se celebró entre marzo de 2013 y enero de 2014 en el Museo de la Ciudad de Nueva York (www.mcny.org). Murió en Carolina del Norte en 1908 y The New York Times publicó en su obituario: “Ha fallecido el arquitecto de Nueva York”.
Pero vayamos por partes. El 13 de noviembre de 1880 se inicia la construcción del significativo teatro La Massa en Vilassar de Dalt, en la que Guastavino actúa como arquitecto y contratista. La cúpula que cubre la sala mide 17 metros de diámetro y tiene un óculo central de 4 metros. Se construyó con dos líneas de ladrillo y revoque exterior, con un grosor mínimo. Aquella inusual cúpula de Vilassar de Dalt fue el preludio de las grandes bóvedas y cúpulas de ladrillo plano que Guastavino construiría posteriormente en Estados Unidos, y que él convertiría en su sistema personal, que patentó a su nombre, Guastavino System. Partía de la rápida capacidad de fraguado de los nuevos morteros para lograr una albañilería cohesiva en ladrillo (antifuegos y salubre). Un método “en el que la capacidad adhesiva del mortero posibilita nuevos y muy económicos procesos generadores, con notable reducción, si no eliminación, de sistemas de encimbrado”, según escribe el arquitecto y profesor Javier García-Gutiérrez Mosteiro.
El primer laboratorio
“Creo que el teatro de Vilassar es el eslabón perdido y punto de encuentro entre el Guastavino de Barcelona y el de Nueva York, es su laboratorio, el banco de pruebas, antes de marchar al Nuevo Mundo”, explica Xavier Fabré, arquitecto y uno de los ejecutores de la recuperación del preciado teatro (www.dilme-fabre.cat). En 2002 se inauguró la rehabilitación, obra de los arquitectos Xavier Fabré, Lluis Dilmé e Ignasi de Solà-Morales, que ha mantenido intacta la cúpula guastaviana, protegiéndola con una estructura volada.Personaje de cine, hombre hecho a sí mismo (un self made man), protagonista de una historia trepidante, con rasgos de genialidad y mucha perspicacia, Rafael Guastavino nació en Valencia (su abuelo era un inmigrante italiano, Giuseppe, que llegó a España como constructor de pianofortes), y a los 16 años marchó a Barcelona para formarse como maestro de obras. Se hospedó en casa de su tío y su hija adoptiva, que acabaría siendo su esposa. El guion de la película sigue cuando Rafael empieza su andadura como constructor y, gracias a los contactos con los industriales textiles del momento que le proporciona su tío, empieza la edificación de grandes naves. En aquellos inicios Guastavino ya fijó las bases de lo que sería su posterior labor. Nace el visionario. En Barcelona y Cataluña empieza a construir con bóveda volta catalana hasta una decena de fábricas textiles. “Es un personaje fundamental en cuanto a la dignificación de las técnicas tradicionales de la construcción, lo que llevará a la revolución modernista. La bóveda catalana toma el rango de monumental en el teatro La Massa y no en las fábricas que Guastavino había construido hasta entonces. El edificio, además de demostrar la extrema economía de la construcción con bóvedas a la catalana, fue el ensayo general del proceso de gigantismo que Rafael Guastavino aplicaría con esta tan delicada y sencilla técnica constructiva tradicional”, explica Xavier Fabré. El teatro, con su cúpula, se inauguró el mes de marzo de 1881, cuando Guastavino ya se había ido a Nueva York.
El matrimonio de Rafael Guastavino con la hija adoptiva de su tío iba mal. La esposa emigró con los hijos mayores a Argentina. El menor, también llamado Rafael, y el padre marcharían a Nueva York. Nacía el Guastavino emprendedor. ¿Por qué Estados Unidos? “En 1876, Guastavino presentó en la Exposición de Filadelfia una propuesta para la construcción de viviendas salubres en las colonias industriales, lo que le valió una mención especial, en la que mostraba un nuevo sistema constructivo a base de ladrillo, muy eficaz contra los incendios”, cuenta Fabré. En 1871, el fuego había calcinado la ciudad de Chicago, la mayoría de las grandes construcciones de las ciudades norteamericanas estaban hechas de madera, así que su propuesta tuvo un auditorio interesado y ávido de soluciones.
Dos años después de su llegada a Nueva York fundó su propia compañía, con la que alzó unos 360 edificios solo en esta ciudad entre 1881 y 1908, labor que continuó su hijo Rafael Guastavino Expósito (1873-1950). En total, más de un millar de intervenciones en EE UU. Entre ellas destacan, en Manhattan, las que hizo en el Museo Americano de Historia Natural, la catedral Saint John the Divine, el hospital Monte Sinaí, la entrada del Carnegie Hall y una parte de las bóvedas de la estación Grand Central, que hoy se aprecian con toda su majestuosidad en el Oyster Bar (www.oysterbarny.com).
En Estados Unidos ha sido siempre una figura venerada, como demostró el éxito conseguido por la exposición Palacios para el pueblo. Guastavino y los fabulosos espacios públicos de América, que se celebró entre marzo de 2013 y enero de 2014 en el Museo de la Ciudad de Nueva York (www.mcny.org). Murió en Carolina del Norte en 1908 y The New York Times publicó en su obituario: “Ha fallecido el arquitecto de Nueva York”.
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