NOCHE ESTRELLADA
Si te digo que me da miedo
dormir,cerrar mis ojos,que se interrumpan los tuyos, vivir este tiempo inerte,
reflejo de vientos, sello de estrellas amaestradas ¿me creerás si en sueños te
muestro el cielo como en realidad es?, Céfiros enzarzados en abrir una grieta en
las alturas, arañas de once patas, fanales que ven el bien y el mal más halla de
la conciencia de los tiempos, rasguñadas por soflamas arbóreas y terrenales. Si
te muestro el cielo de un hombre al que tienen por loco ¿Me creerás? Sólo
permanece a mi lado hilando con finos besos la línea que desborda esta lejanía
entre el cielo y la tierra. Al final vendrá la avenencia, la mirada en tus ojos
azules. Cuando por
fin pueda cerrar los párpados.
“Quería buscar lo sensato también
en lo enigmático”, es de lo poco que dejó Van Gogh escrito sobre este cuadro. Y
es que estamos ante uno de los lienzos más misteriosos de este pintor. Las
pinceladas marcadas, como en este caso, siempre han sugerido que creaba sus
obras en un arrebato de inspiración. Pero todos los analistas que se han
enfrentado a “La noche estrellada”, obra que lleva hasta los límites su
planteamiento de plasmar una realidad que fuese un puro símbolo, se niegan a
creer que responda a mero arrebato, y si a una planificación y significado, que
todavía lleva de cabeza a los expertos.
De entrada esta construido a
partir de un contraste brutal, un cruce nítido entre líneas ondulantes
horizontales (el cielo y el horizonte) y otras verticales: los árboles. Los
cipreses pintados como lenguas de fuego fue una constante en el pintor desde su
reclusión en Saint-Rémy y siempre sorprendió a todos aquellos que se acercaban a
la pintura de Van Gogh, el cual nunca entendió el desconcierto “Me sorprende que
nadie los haya representado como yo los veo. En cuanto a las líneas y
proporciones son tan bellos como un obelisco egipcio”.
Y que me decís de esa noche azul.
Quizás uno de los logros de Van Gogh en este cuadro fue pintar una oscuridad en
la que el protagonista no era el color negro. De hecho, puede que ni siquiera
intentara reflejar la noche: La extraña luna naranja parece dejar paso a un sol,
que solo intuimos a través de una gruesa línea amarilla en el horizonte. Ese
estado intermedio da lugar a un cielo de líneas estilizada, en movimiento que se
mueven unas contra otras. La interpretación mayoritaria de este cuadro es la
idea de que en el cielo se libra por la noche una batalla, mientras la
humanidad, reposa tranquilamente en sus casas, hay interpretaciones más
arriesgadas que van más halla y sostienen que las dos figuras espirales del
cielo son el símbolo del yin y el yang, que indican que el pintor no era ajeno
al orientalismo que tan en boga se puso a finales del siglo XIX.
Pero lo que más intriga a los
expertos son esas once estrellas que hay en el cuadro. ¿Por qué once, qué
simbolizan, cuál es su significado? Algunos astrónomos han intentado identificar
qué estrellas plasmó Van Gogh en este cuadro. Otros han buscado referentes
bíblicos: “He tenido otro sueño: el sol y la luna y once estrellas se postran
ante mi” (Génesis 37:9).
Ajeno a todo, una vista de Arles,
que es de las raras ocasiones que Van Gogh pintó usando sólo su memoria, reposa
tranquilo, esperando el amanecer.
Este cuadro se puede ver en el
Museo de Arte Moderno de Nueva York.
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