Te cuento algo
curioso que
me ha pasado esta mañana, vengo leyendo en el metro un libro que nunca
antes he
leído, esto es importante decirlo de antemano, se titula La invención
de la
soledad y el autor es Paul Auster.
Ya
voy como por la mitad, es interesante,
la primera parte trata sobre el padre del autor, un personaje curioso,
solitario, sobre su vida, la segunda apenas la he comenzado, parece que
trata
sobre la experiencia de el autor como escritor, a caballo entre París y
Manhattan.
Hasta aquí todo normal.
Voy
leyendo esta mañana en el metro y
empieza a contar el escritor su estancia en París, la habitación en la
que
estuvo, la visita de su padre, empieza a irse mi mente a otros
pensamientos,
levanto la vista del libro miro al andén en el que había parado el tren,
veo los
anuncios publicitarios más allá de la ventanilla de enfrente, surge el
pensamiento de los judíos, del holocausto, pienso en la barbarie que
fue,
arranca el tren, sigo leyendo, el escritor sigue hablando de París, de
Manhattan, vuelve el pensamiento recurrente, levanto la vista del libro,
me
quedo extasiado mirando a la ventanilla que hay enfrente de mí, veo mi
reflejo en ella, veo el negro vacío del túnel detrás, y, de nuevo, los
judíos,
el holocausto, los campos de concentración, me pregunto a mí mismo por
qué me
vienen a la mente en ese momento esos pensamientos recurrentes y por qué
me toca
tan de cerca todo el tema del holocausto, tal vez en mi vida anterior
fui una de
las víctimas de alguno de esos terribles campos de la muerte, vuelvo al
libro,
sigo leyendo, el vagón sigue su marcha surcando la oscuridad del túnel
hacia el
final del trayecto, mi destino, y de repente pienso en Ana Frank, ¿por
qué?, no
lo sé, seguramente porque es su historia la historia que más me ha
perturbado
conocer y con la que más he empatizado, y la llevo muy grabada dentro de
mí, pero
no logro averiguar por qué pienso en ella en ese preciso momento.
De
repente me quedo helado..., sigo leyendo y leo en el
libro que el escritor decide ir desde París a Amsterdam..., y comienza a
narrar
brevemente su estancia allí de forma que me parece idéntica a como yo la
tengo
narrada en el blog, como la de un turista más que de repente decide
seguir la
recomendación de la guía turística que hay en la habitación del hotel y
visitar
la casa de Ana Frank, y va a visitarla sin mucho convencimiento, luego
narra sus
impresiones, sentimientos, su llanto al contemplar el escenario del
cautiverio,
las fotos de actores de Hollywood que Ana tenía colgadas en la pared
delante de
su escritorio y que aún están allí tal y como ella las dejó.
Dejo
de leer y me pregunto: ¿cómo se puede
tener semejante premonición de lo que va uno a leer a continuación en un
libro?
¿y cómo puede uno leer lo que otro ha escrito y sentir que ya lo ha
sentido
y escrito uno mismo con anterioridad?
el
paseante
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