REMEDIOS
PARA EL DESAMOR. (prof. Enrique Rojas )
El amor
conyugal está en crisis porque los resortes del hombre
contemporáneo
se han vuelto frágiles. Se vive sin asideros, sin soportes sólidos, en una
existencia que
tiende al vacío, o a la superficialidad o al ritmo vertiginoso de vida, pero
sin rumbo.
Muchas vidas carecen de sentido: en ella ondea la bandera del absurdo y del
nihilismo.
Desde ellas se hace dificil y costoso entender que el amor - darlo y recibirlo
-
se aprende y
que necesitas, además de esfuerzos, renuncias y sacrificios.
No hay
auténtico progreso humano que no tenga un fondo moral. El
vacío de
ideales constituye la más amarga de las carencias. Deja al hombre flotando en
un nihilismo,
en las proximidades del tedio, la apatía, la dejadez, el abandono, la deriva;
hombre
deshabitado que tira por la borda su proyecto vital.
Es mucho más
dificil mantener un amor que conquistarlo. Conseguir un
amor duradero
hoy implica ante todo conocer la metodología del amor para que éste se
vuelva amable
y penetre paulatinamente en el interior de uno, saber que el amor no se
agota en el
sentimiento, sino que se completa y se engrandece por la voluntad, la
inteligencia y
el compromiso.
Primer
remedio: borrón y cuenta nueva.
Para empezar a
arreglar una situación conyugal difícil es necesario
esforzarse por
asumir y digerir el pasado.
La incapacidad
para superar un pasado difícil y / o traumático es la llave
que abre la
puerta de la neurosis. Concluyendo en un cuadro semiobsesivo de difícil
arreglo.
Un sujeto
psicológicamente sano debe tener resortes suficientes para
digerir el
pasado, aceptarlo y mirar hacia el futuro. Una personalidad frágil, endeble,
inconsistente,
incapaz de sobreponerse a los avatares previstos e imprevistos que habrá
de atravesar
una vida, suele terminar mal e interpretar la vida desde un ángulo
imposible.
La facultad de
mirar a lo lejos le hace al hombre escoger posiciones
moderadas y
conciliadoras, que a la larga, le engrandecen.
Se suele
utilizar la "técnica de la neutralización
discursiva", por la que se
enumeran los
puntos biográficos conflictivos a superar, y se refuerzan con mensajes
positivos "convertirme
en una persona rencorosa es mal camino", "todos los
amargados
viven recuerdos dolorosos", "veo claro que se inicia una nueva etapa:
libro
en
blanco, ahora empiezo a pesar de todo...".
Segundo
remedio: Esforzarse por no sacar la lista de agravios.
La lista de
agravios es ese inventario de pequeños y grandes errores,
fallos,
defectos, y fracasos que se acumulan tras la convivencia. Suele dificultar
seriamente el
diálogo.
Las razones
que se podrían dar para evitar la lista de agravios son:
1) No es
constructivo.
2) Hace vivir
el pasado en el presente de modo recurrente, lo que
impide mirar
hacia delante.
3) Es
neurotizante: vuelve a las personas complicadas, heridas,
acomplejadas,
tensas, etc.
4) Puede hacer
que alguien quede seriamente impedido para establecer
una futura
convivencia.
Tercer
remedio: El respeto mutuo en tres direcciones.
El respeto
quiebra por tres flancos distintos pero complementarios:
palabra, obra
y gestos. Los tres tienen una raíz común: la consideración en el trato debe
basarse en el
aprecio y la dignidad de la persona.
-El
respeto de palabra tiene una gran fuerza: aprender a
controlarse, ser
dueño de uno
mismo y no perder la calma.
En las crisis
conyugales graves o en aquellas otras crónicas con gran
deterioro de
la convivencia, las palabras duras, fuertes, hirientes, venenosas, cargadas de
acusaciones y
descalificantes van a dejar una honda huella en quien las recibe.
-El
respeto de obra, el maltrato o sevicias: trato cruel, con
ensañamiento,
salvaje,
indigno de un ser humano.
La conducta
cruel descalifica al que la practica lo deja al descubierto.
-El
respeto de los gestos. Gestos de desprecio, caras
largas, aspavientos
sistemáticos
de desaprobación, maneras desafiantes, modales estereotipados negativos,
posturas de
hastío, etc, ahogan cualquier posible reconciliación. El daño que ocasiona
suele ser
mayor que las palabras más fuertes y descalificantes.
Cuarto
remedio: para estar con alguien hay que estar primero con uno
mismo.
Hay vidas cuyo
eje, cuya constante de desarrollo ha sido la inestabilidad
afectiva, lo
que denota inmadurez. De ahí que la terapia a aplicar sea el replanteamiento
de las
principales características de la propia personalidad y el deseo operativo de
cambiar. Ya
que aquella persona que no sabe lo que quiere, que no tiene las ideas claras
sobre los
temas capitales de la vida, inestable, con criterios cambiantes, que se apunta
a
lo último que
conoce, o que oye o que le llega como novedad; persona con gran
facilidad para
perder el control, poco realista con sus posibilidades (quiere demasiadas
cosas a la
vez, estar en muchas empresas humanas al mismo tiempo) y siempre
insatisfecha.
Este sería su
perfil psicológico. La síntesis de este sujeto, llevado a un
punto extremo,
sería: "No me aguanto a mí mismo, me desprecio
como persona, no me
soporto...."
Quinto
remedio: la vida conyugal tiene que ser argumental.
El
aburrimiento es uno de los grandes enemigos de las parejas
modernas.
La vida humana
tiene que ser argumental: ha de tener unos objetivos, un
programa, unos
proyectos, ilusiones y motivos para andar juntos.
Sexto
remedio: evitar discusiones innecesarias.
De las fuertes
discusiones no surge la verdad ni la aproximación de la
pareja, por lo
cual es importante saber callar en ciertos momentos difíciles.
Hay que
distinguir: diálogo, diferencia de criterios y discusión.
Dialogar
es conversar, hablar de uno y mil temas, intercambiar
experiencias y
opiniones.
Diferencia
de criterio se da cuando nuestras propias ideas se
matizan, se
refuerzan o
debilitan según los argumentos recíprocos.
Discusión
supone un fondo de desacuerdo, que se intenta vencer por la
fuerza o por
la habilidad de la descalificación.
Séptimo
remedio: tener una vida sexual sana, positiva y centrada en la
comunicación.
Por sexualidad
sana debemos entender aquella que se desarrolla
lejos de
conductas
patológicas como el sadismo, la satiriasis, el onanismo, o el masoquismo;
aquella que se
mueve en las coordenadas de la comunicación afectivo - sexual, con la
variabilidad y
plasticidad de todo comportamiento, pero siempre dentro del marco de la
dignidad
humana. Lo contrario degrada, no conduce a constituir una comunidad de
amor por mucho
que se utilice esa palabra y convierte a la pareja en depravada.
Por ello es
preciso alcanzar una educación sexual que sea a la vez
educación de
los sentimientos y de todo lo que se mueve a su alrededor, y así conducir
su desarrollo
dentro de los parámetros de la dignidad humana. Actualmente el tema
cobra unos
matices muy complejos por la vía de la permisividad que está haciendo
estragos en el
mundo moderno. Se ha distorsionado tanto la libertad que en su nombre
el ser humano
se ve arrastrado a situaciones insólitamente degradantes. Desde ahí tiene
un largo
trecho hasta recobrar su calidad y grandeza como hombre.
El tema de la
sexualidad es interminable, siendo preciso insistir en que se
viva con
espontaneidad, naturalmente, dentro de una atmósfera de comunicación.
Octavo
remedio: hacer repetidos esfuerzos de voluntad por mejorar y
pulir
las dificultades de la convivencia.
Hay que llevar
a cabo una "educación de la voluntad".
La voluntad es
energía, decidida disposición, empeño, tesón, firmeza,
tenacidad,
insistencia que no se doblega ante las dificultades, que es capaz de crecerse
ante los
obstáculos. Facultad que conduce hacia lo mejor, aunque en principio
signifique una
renuncia costosa.
El que lucha
está siempre alegre, porque nunca da batallas por perdidas.
Quien no tiene
voluntad, o quien la tiene frágil y quebradiza, de algún
modo nos
recuerda a la imagen del "niño mimado", que al no tener educada la
voluntad
se convierte
en una marioneta de las circunstancias, traído y llevado por un sinfín de
estímulos que
le llevan de acá para allá. El resultado nos muestra una persona
caprichosa,
inconstante, voluble, frívola, mudable, irresponsable, con poco contenido,
que solo hace
lo que le apetece, mal criada, echada a perder. Con éstas alforjas no
llegará muy
lejos, ni en el amor ni en ninguna otra empresa grande y seria.
Noveno
remedio: echarle a la vida sentido del humor.
Hay parejas
que se pasan la vida dramatizando, que han aprendido a
agrandar los
sucesos y a sacarlos de su perspectiva real. Viven la vida de forma trágica,
y la
convivencia llega a hacerse insoportable, pués siempre todo está destilando
infortunio,
desastre.
Hay que girar
en sentido contrario. Cultivar el sentido del humor no es
otra cosa que
ver el lado divertido de la vida; hay que ejercitar la risa, la ironía, y la
gracia para
poder tomarse las cosas con filosofía y desdramatizar las pequeñas y
grandes
incidencias de la vida. Estas estrategias combaten eficazmente el desaliento.
Cuando se
tiene sentido del humor se domina la vida y se pueden superar
las adversidades.
Su carencia, vuelve a las personas suspicaces, hipersensibles, etc.
Décimo
remedio: aprender a remontar momentos, días o situaciones
difíciles.
También aquí
rigen las leyes del aprendizaje: se necesita tiempo para
adquirir
ciertas destrezas; todo entrenamiento sigue un camino de ida y vuelta, de
avances y
retrocesos. Es la ley del efecto de Thorndike: toda respuesta se fortalece si
aplicamos
estímulos "satisfactores" y se debilita por estímulos
"perturbadores".
Para que la
comunicación sea efectiva se requiere que sus componentes
verbales y no
verbales sean congruentes, que el mensaje emitido sea claro, nítido, sin
ambigüedades y
que los contenidos no verbales apoyen a los verbales. Se pueden y
deben decir
cosas fuertes pero cuidando los modales.
Undécimo
remedio: saber escuchar, aprender a dialogar y adquirir
habilidades
en la comunicación.
Toda
comunicación está basada en un juego subterráneo de
transacciones;
es un intercambio de comportamientos verbales y no verbales, de
sentimientos y
reacciones vivenciales.
Para mejorar
la comunicación, el terapeuta puede diseñar una "guía
de
discusión"
según el siguiente esquema:
1) Cada
comunicante es a la vez emisor y receptor de mensajes.
2) Hay que
conseguir que el mensaje sea claro, concreto y reconocible.
3) Hay que
partir de un principio: querer buscar una solución.
4) Aprender a
eludir las áreas sensibles.
5) Aprender a
centrarse en el tema.
Duodécimo
remedio: saber utilizar la mano izquierda.
Se refiere a
la diplomacia, habilidad en el trato, artesanía de las
relaciones
humanas, cortesía, tacto, saber callar a tiempo y conocer cuándo se debe
hablar.
A veces evitar
ir de frente y escoger un camino colateral puede ser muy
beneficioso
para que la convivencia fluya mejor.
Decimotercer
remedio: los días rosas.
Se trata de
que uno de los cónyuges un día cada dos semanas o al mes
procure hacer
todo lo posible por agradar a la otra persona; esforzándose al máximo. Es
pues un
mecanismo de refuerzo de conducta, empezando por lo que es más fácil, y
siempre una
vez superados los serios problemas entre ambos.
Los días rosas
se contraponen a esa tendencia a centrarse en lo negativo,
en vertientes
destructivas, sobre todo cuando existe cierta inundación de conflictos que
se disparan
ante el más pequeño estímulo.
Decimocuarto
remedio: saber que la vida tiene activo y pasivo.
Cualquier
evolución biográfica sola y / o compartida tiene notas positivas
y negativas,
luces y sombras, transparencias y opacidades, bonanzas y oleajes.
Las personas
muy apasionadas, con tendencia a dramatizar o con una
visión sesgada
y escotomizada de su vida son incapaces de reconocer todo lo bueno que
ha circulado
por ellos, y se detienen especialmente en los apartados dolorosos y se
recrean muchas
veces en sus contenidos.
En algún caso
puede ser interesante "hacer balance" con cada uno para
ilustrar el
pasado y llevar a cabo cierta educación retrospectiva que enseñe a valorar sus
segmentos y
sus parcelas.
Decimoquinto
remedio: frenar la tendencia a controlar vigilar e
inspeccionar
al cónyuge.
Por lo general
suele tratarse de una crítica menuda, poco importante,
pero
persistente, casi diaria, que se acompaña de enfrentamientos paulatinos. Lo más
grave es que
conduce a sentirse observado y, por tanto, mantenerse en guardia,
perdiendo
espontaneidad.
La conducta se
autoanaliza moviéndose en base a bloqueos intermitentes.
Por esta línea
sólo va a haber naturalidad cuando no se esté junto al cónyuge, quien
fiscaliza todo
su funcionamiento y mecanismos psicológicos. Este hecho, en apaciencia
insignificante,
se va convirtiendo en una verdadera tortura, que puede llevar a un final
imposible y
sin salida si no se arbitran unas medidas a tiempo.
La capacidad
para respetar la libertad de acción refleja un espíritu liberal
en quien lo
practica y una aceptación del otro tal como es; aceptación que comporta
ayudarle a
mejorar, pero de otro modo, con otros resortes, con más tacto, usando la
delicadeza
como pieza intermedia.
Decimosexto
remedio: frenar el lenguaje interior negativo del
cónyuge.
La ""psicología
cognitiva" se ocupa del procesamiento de la información
a nivel
cerebral. Sus principales estructuras son la atención, la memoria, las imágenes
de
la mente, las
representaciones, el pensamiento y todos los procesos intelectuales
complejos.
En nuestro
cerebro se van archivando imágenes y esquemas de nuestras
experiencias,
desarrollados a partir de hechos anteriores. En una pareja en crisis o con
dificultades
intermitentes es relativamente frecuente que se vayan elaborando
"estructuras
cognitivas del cónyuge críticas", negativas,
acusatorias......, algo así como
opiniones
progresivamente peyorativas que van dañando la imagen de la otra persona,
aunque tengan
un derrotero casi exclusivamente interior.
¿Cómo se
fabrican esos conceptos distorsionados?.
1) Tendencia a
hacer generalizaciones negativas continuas.
2) Centrarse
en un detalle negativo y agrandarlo, sacándolo de contexto.
3)
Maximalización y minimación.
4) Pensamiento
absolutista dicotómico.
5) Adelantarse
en negativo.
De esas ideas,
pensamientos y recuerdos marcados por la hipercrítica del
otro van a ir
emergiendo sentimientos negativos que modificarán la vida afectiva en esa
línea. Se
genera un "modelo de esquema" del
otro malo, pobre, al que se le escamotea
todo plano
positivo.
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