Pues me parece que tienes un
problema, Jota, porque si tienes que casarte con todas las mujeres a las que
seduces por no romperles el corazón, me temo que vas a tener que hacerte
musulmán. Aunque sospecho que en realidad no te casarías por pena, como tú dices,
sino más bien para ponerle difícil su huida. Y es que me parece que ese impulso
escapista, ese miedo al compromiso que define al seductor está provocado por un
profundo temor a ser abandonado. Sí, Jota, el seductor tiene miedo a que, una
vez superado el deslumbramiento, la víctima descubra que es un hombre –o una
mujer- normal y corriente, entonces se aburra, pierda el interés y le abandone.
Y antes de ser abandonado, el seductor prefiere abandonar para no ver su
orgullo herido; prefiere dejar a su presa enganchada eternamente a la imagen
fabulosa que él ha creado para ella, evitando, así, desilusionarla con la
realidad. Y es que, admitámoslo, es muy difícil cumplir las expectativas que un
seductor nato genera en el otro, porque, básicamente uno se agota de ser tan
encantador todo el tiempo. Lo sé porque yo también soy una seductora como tú.
No podía ser de otra manera siendo tu sombra ¿no?…
La sombra del paseante
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