Está haciendo mucho calor en Madrid este agosto, pero es un calor que da vida, energía, luminosidad, colorido, alegría.
La ciudad bulle, se regocija en sí misma este tórrido verano bajo un cielo más intensamente azul, más profundo, como un mar inverso en cuyo fondo nosotros, pececillos de la ciudad, nadáramos.
Porque somos eso, los pececillos del mundo que en la pecera de la ciudad vamos y venimos sin saber que estamos presos sin poder salir, miramos fuera a través del cristal sin comprender lo que hay más allá y no vemos sino el más acá de prisas, afanes, quimeras, somos humanos, sólo eso, nada más que eso, ignorantes pececillos de lo que hay más allá que sólo saben pensar en el más acá.
Pero la pecera es tan bella, con su luz, sus colores, un universo cerrado, confortable, multicolor, seguro y entretenido.
Y así pasamos el tiempo, en este microcosmos climatizado de la ciudad.
Por cierto, ¿quién maneja el mando de la temperatura?
Sea quien sea se está pasando un poco.
el paseante
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