viernes, 25 de mayo de 2012

Views from my home at the sunset.

Vista desde mi casa.
La vista es mucho más amplia, se ve todo Madrid en la lejanía con las montañas del Guadarrama de fondo, la cámara de mi móvil no da para abarcar más.
Los atardeceres son espectaculares sobre todo cuando el cielo está despejado o hay algunas nubes, llenos de contrastes, con variado colorido, el sol se va y deja en su marcha una estela de belleza que sobrecoge el alma y parece dejarla huérfana de su compañía, de su calor, de su protección.
Gracias al sol existe la vida, sin él toda la vida desaparecería, el sol, queramos o no, es el dios que nos da la vida, y su marcha nos llena, queramos o no, de cierta intranquilidad, hasta que regresa a la mañana siguiente.
Cuando el sol se va llega la luna y su reino de sombras, el alma se recoge, el hombre y el resto de seres vivos se recogen sobre sí mismos, se van al reino de los sueños, al más allá del subconsciente.
Tanta belleza en los atardeceres, momentos mágicos llenos de poesía, bello paisaje que no puedo dejar de contemplar, me asomo a la ventana y queda mi mirada suspendida en la lejanía, presa del horizonte, deleitándose en la hermosa visión de ese tránsito que día a día hace el sol sobre la tierra.
Y el sol se marcha, se pierde detrás de las lejanas montañas, se va a iluminar otras tierras, que perdidas en la distancia le esperan.


el paseante

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