Muchos años antes de visitar Egipto cayó en mis manos este libro escrito por Howard Carter, el descubridor de la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes.
La lectura me resultó apasionante, es más una novela de suspense que un libro sobre el descubrimiento de la tumba, sorprende la brillante escritura que te hace vivir las penurias previas y la emoción del descubrimiento de la tumba del rey.
Cuando más tarde visité el Valle de los Reyes y pude entrar en la tumba, hoy ya vacía de todos sus tesoros, fue como volver a vivir lo vivido a través de la lectura de este magnífico libro.
Me sentí como Howard Carter viendo por primera vez la tumba, bajando los 16 escalones y entrando por todos sus rincones y recovecos.
No sólo es interesante el libro desde un punto de vista histórico y científico, sino desde un punto de vista humano, como ejemplo de la energía de un hombre por un proyecto, por una idea, por una meta, y el sacrificio, el ingenio, la tenacidad y la pasión que pone en ello, comprometiendo su salud, su fortuna, su familia, todo.
El proyecto valía la pena porque los tesoros de la tumba, la tumba en sí, y la historia de Tutankamón, son algo fascinante, misterioso, sugerente, tremendamente poético y embriagador.
Te hace perder la cabeza Tutankamón, y así les pasó a Howard Carter y a su mecenas Lord Carnavon.
Hicieron un magnífico tándem, un equipo fantástico, y gracias al tesón del primero y al apoyo económico del segundo, hoy podemos contemplar los tesoros que contenía la tumba, enormes en su valor artístico, en su riqueza excepcional, en su creatividad, y, por supuesto, en su valor histórico.
Carter entró por primera vez en la cámara funeraria de Tutankamon tras de permanecer cerrada más de 2.000 años.
Y la encontró intacta, tal y como la dejaron antes de sellarla después de depósitar en ella la momia del faraón dentro de cuatro sarcófagos concéntricos, el último de los cuales era de oro macizo de 22 kilates y pesaba 200 kilos.
Y la máscara funeraria, por supuesto, el objeto más conocido de los más de 4.000 que contenía la tumba, la máscara funeraria de Tutankamón también de oro macizo, de una belleza única e inigualable, delicadamente pintada e incrustada de piedras preciosas.
Carter no puede contener la emoción al describir ese momento mágico en que él se encuentra con Tutankamón después de 2.000 años de olvido.
Imagino cómo se sentiría.
Te hace vivir todo aquello a través del libro, con sus emocionantes descripciones.
Y es que la mejor literatura siempre es resultado de las vivencias, las emociones, los sentimientos...
Y sin duda Howard Carter vivió, se emocionó y sintió todo lo que sucedió en aquellos momentos al máximo.
Pues, eso, vive, emociónate y siente todo aquello igual que él, leyendo el libro, no dejes de hacerlo, te va a fascinar.
Y lo mismo queda alguna otra tumba por descubrir, nunca se sabe...
Y si puedes no dejes de visitar Egipto, te a a deslumbrar.
Es el viaje más hermoso que se puede hacer, el Nilo tiene realmente algo mágico y único.
Y en el Museo Arqueológico de El cairo puedes ver todo el tesoro de la tumba expuesto, incluída la máscara funeraria.
Y ya por último decirte que tampoco puedes dejar de visitar el Valle de los Reyes y, por supuesto, la tumba de Tutankamón.
el paseante
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