lunes, 14 de mayo de 2012

Estoy cabreado.


Yo no estoy cabreado, es mi gato el que está cabreado.
No hay más que verle la cara.
Y cuando se cabrea se pone a maullar desaforadamente.
Y luego se sube a su sitio favorito, encima del mostrador de la cocina, justo al lado de los botes de las especias.
¿Será que el olor de las especias le embriaga?
No lo sé, y tampoco sé por qué se ha cabreado, él es así, de vez en cuando se cabrea, es un poco ciclotímico, yo pienso, pero como no habla tampoco le puedo hacer terapia.
A veces le pregunto:
Pero Pipi, ¿qué te pasa?
Y él me contesta:
Miau.
Y ya está, mi gato es de pocas palabras y de muchos miaus.
Hay noches que no me deja dormir, se pone a maullar de madrugada, menudo número, y es que maúlla en estereofónico, menudos pulmones que tiene mi gato.
Y tengo que levantarme a perseguirle por toda la casa zapatilla en mano para que se calle.
El gato y yo corriendo por la casa a las tantas de la madrugada, vaya par de locos, cualquiera que nos viera...
De momento los vecinos no dicen nada, pero deben estar un poco hartos del gato y de mí.
Seguro, no dicen nada por prudencia.
Cualquiera se enfrenta a semejante para de locos...

el paseante

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