Un año más te vas marchando, te vas alejando de mí para no volver hasta el próximo año, todo un año sin ti, difícil de resistir estar separado de ti, de tu ternura, de tu dulzura, de tu amor, de esa satisfacción que produces en mí, de ese bienestar que sabes crear a tu alrededor, de esa simpática armonía que siempre transmites a todos.
Te vas, me dejas, me abandonas.
Como todos los años partes.
¿A dónde va la navidad cuando desaparece?
Se queda por aquí cerca o se va a lejanas tierras como en un exilio de la emoción, del sentimiento, del amor.
Se va para dejarnos la melancolía de su partida, de su ausencia, de su recuerdo.
Tal vez se esconda durante todo el año dentro de algún armario para que no descubramos que se quedó cerca para vigilar nuestra dicha, para guardar nuestra felicidad, para preservar el amor dentro de nuestro corazón.
Tal vez si fuéramos al trastero allí la veríamos en un rincón, o dentro del horno de la cocina agazapada, o detrás del invernadero del jardín.
Siempre en lugares apartados, solitarios, poco frecuentados, allí permanece durante todo un año hasta que decidimos rescatarla de nuevo, y regresa triunfante como si nunca la hubiéramos dicho adiós, como si nunca hubiéramos dejado de querer tenerla cerca.
Nos desconectamos injustamente de la navidad, debería quedarse con nosotros todo el año y la vida sería diferente, más alegre, más ilusionada, mejor.
Pero ella nos perdona que la olvidemos durante todo un año, tiene un gran corazón.
Y dentro de un año volverá con sus cascadas de colores, con sus luces, con su torrente de emociones, de vida, de ilusión.
Y volverá a convertirnos en niños un año más, durante unos días en los que volveremos a ser mejores y a ver el mundo, la vida, con los ojos de la ilusión.
Te vas marchando querida navidad.
Te voy a echar de menos.
el paseante
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