Te marchaste, ya siento tu ausencia, tu vacío, te echo de menos.
Me toca echarte de menos, fue inútil tratar de retenerte, tú tienes tu vida que discurre por sus cauces, y la corriente de la vida te va separando de mí.
Me has dejado solo, muy solo, y triste, echo en falta tu comprensión, sea como sea y haga lo que haga tú me comprendes, y eso ya es bastante, es todo, con eso no necesito nada más, sólo que me comprendas.
Hoy hay luna llena y todo lo ilumina con su persistente luz, imposible no verla, imposible no pensar en ella, inútil tratar de ignorarla, inútil tratar de evitar de oir su voz.
La luna me habla de ti, es como el hilo conductor entre tú y yo, a través de su disco iluminado nos vemos, nos sentimos, nos comunicamos.
A veces la luna me parece la pantalla de un ordenador, todo luz parpadeante, una pantalla de ordenador redonda, y en ella voy escribiendo mis mensajes de amor, doy al enter y te llegan, espero ansioso después la llegada de tu respuesta, si tardas mucho pienso que ya no me quieres, que te has olvidado de mí, y cuando tu respuesta llega se me llena el alma de alegría, de ilusión, como si fuera un niño, y entonces leo tu mensaje en la cara de la luna y a veces me sabe a poco, esperaba más, y otras veces es más de lo que esperaba, o mucho más de lo que esperaba, y entonces no me creo lo que me dices.
La luna, conectada su pantalla con la CPU del universo, lo sabe todo, es más potente que el ordenador de la NASA, omnipresente, es compendio de todo el universo, todo lo sabe, todo lo ve, todo lo descubre, todo lo adivina.
La luna, la romántica luna que me mira y me pide que te diga algo, y me vuelve a mirar iluminándome con su blanca luz demandándome una respuesta, como si tú, detrás de ella, imploraras mis palabras, como si tú, desde el más allá quisieras escuchar, siquiera sea por una sola vez más, mi voz.
Luna, hermosa luna, miro al cielo y en tu manto de blanca luz no veo sino la adormecida llegada del amor.
Un beso,
el paseante lunático
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