Sombreada sombra, te entiendo, te
comprendo, pero no te puedo dar la razón, en tu ausencia de sentimiento, de
pasión, de ardor, creo que llevas la razón, “tu razón”, igual que yo, puro
fuego, pasión, y sentimiento, tengo mi razón, ya lo verás, te lo voy a explicar:
Dice August Strindberg en su obra Los
acreedores que cuando nos vengamos es nuestro propio corazón el que se
desangra.
Debí escuchar la frase en un Estudio
Uno de mi adolescencia, yo devoraba esas obras de teatro que ponían en la tele
de Franco, interpretadas por lo más granado de nuestros mejores actores y
dirigidas magistralmente aún con pocos medios.
Fue en ese momento, hace unos 35 años
más o menos, cuando oí la frase, y me pareció una sentencia a recordar, y
prueba de ello es que me ha venido a la memoria ahora al tratar el tema, igual
que me viene a la memoria cada vez que me vengo de alguien.
Y es que tengo que reconocerte,
sombra, que soy muy vengativo, o tal vez mejor decir muy justiciero, creo que
el que la hace debe pagarla como escarmiento para que no vuelva a perjudicar a
nadie más con su conducta, que aprenda la lección, y para que la aprenda hay
que enseñársela.
La última venganza que he cometido ha
sido hace apenas unas horas, imagina, está aún calentita, reciente, como la empañadilla
de bonito que me acabo de comer.
Te puedo decir sombra que no me quita
el hambre la venganza, más bien me abre el apetito.
Después de 35 años ha llovido mucho
sobre mi vida, la frase la recuerdo aún y tal vez sea inclusive cierta, pero yo
no creo en ella.
Y es que yo me vengo como resarcimiento,
reequilibrio, con afán de escarmiento, de justicia, por el dolor que siento con
el agravio, bien sea propio o ajeno, es más, llevo mucho peor el agravio y la
injusticia con los otros que conmigo mismo.
Y en el amor soy más vengativo aún si
cabe, porque jugar interesadamente con los sentimientos, la ilusión, y la
entrega de otra persona me parece de lo más abyecto y repudiable que pueda
hacerse en el juego diario de las relaciones interpersonales.
Me sonrío, sí, me sonrío, tal vez
algún día te cuente alguna de mis más sonadas venganzas, son dignas de un gran
estratega, me encanta que el objeto-sujeto de mi venganza sea quién caiga por
sí mismo víctima de su propio juego, que sea él quién se meta por sí mismo en
la trama por mi urdida y sea autor involuntario de su propio escarmiento.
Y al final sea consciente de todo
esto.
Porque de lo que más se aprende y
escarmienta es del error en el que uno ha caído por sí mismo, de la propia
experiencia, del propio coscorrón, o bofetada.
Me sonrío sombra, bueno, tal vez
algún día te cuente más, pero necesitamos tener más confianza, aún es pronto...
Por último te diré que cuanto más compasivo es uno, más justiciero es, y, por tanto, más vengativo...
Compasivo con el agraviado, sea uno mismo u otro, justiciero y vengativo con el agresor.
Dar a probar a cada uno de su propia medicina, creo más en esta frase que en la de Strindberg.
Por último te diré que cuanto más compasivo es uno, más justiciero es, y, por tanto, más vengativo...
Compasivo con el agraviado, sea uno mismo u otro, justiciero y vengativo con el agresor.
Dar a probar a cada uno de su propia medicina, creo más en esta frase que en la de Strindberg.
Besos sombreada sombra,
el paseante justiciero a su sombra
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