Qué pasa Jota, ¿quieres que hable
de la soledad porque me has echado de menos esta semanita? ¡pero si yo siempre
estoy contigo aunque no me veas, hombre!. En fin, hablemos de soledad si es tu
deseo.
No creo que estar solo o sentirse
solo tenga que ver con la ausencia de compañía, porque, si lo piensas bien,
siempre estamos acompañados de algo o de alguien, aunque sea de una nube. Me
parece, más bien, que la soledad está relacionada con la incomprensión. Nos
sentimos solos tanto cuando no nos comprenden como cuando no comprendemos,
entonces nos desconectamos del mundo. Reflexiones del tipo “¿qué hago yo aquí?”
ponen de manifiesto nuestra unicidad, nuestra exclusividad, y, como
consecuencia inevitable, revelan nuestra soledad. Pero esto es, de nuevo,
producto de nuestro ego. Cuando conseguimos traspasar nuestros propios límites,
mirar más allá de nuestro ombligo, nos damos cuenta de que somos piezas de un
puzzle universal cuyo dibujo da sentido a nuestra existencia y la hace
imprescindible para completarlo. Lo que pasa es que hasta que no descubrimos
nuestro lugar en dicho puzzle –que vislumbramos fugazmente en ocasiones-, hasta
que no comprendemos que estamos realmente conectados con todo y con todos, no
dejamos de estar y de sentirnos solos…
La sombra del paseante
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