La vi este fin de semana pasado en la casa del pueblo, en la buhardilla tengo con televisor y un video y algunas cintas con mis películas antiguas favoritas.
Ésta es, sin duda, de las que de vez en cuando no puedo dejar de ver, necesito su alimento de buenos sentimientos, espiritualidad y belleza.
En la aridez de este mundo empobrecido y cruel en el que vivimos, una ficción como ésta te reconforta y reconcilia con la vida.
La película está basada en la novela homónima de Rudyard Kipling, tan rica base literaria está además magníficamente trasladada al cine.
La rueda de la vida, el gran juego, la gran carretera de la existencia, la voluntad de Dios, la lealtad, la libertad, los nobles sentimientos, la solidaridad, el amor, la muerte.
Todos esos temas aparecen y reaparecen una y otra vez, como digo la novela de Kipling es un clásico de la literatura, de ese autor bastante incomprendido en vida y premio Nobel.
No podéis dejar de verla, es de esas películas que reconfortan el alma, de esas que ponían en la antigua televisión en blanco y negro las tardes de vacaciones escolares, en Especial Vacaciones, ¿lo recordáis?
De esas películas que nos fueron educando, formando en valores, a todos los de la generación del baby boom de los 60.
Películas del gran cine, de los grandes héroes, las grandes epopeyas, los heroicos sentimientos.
Películas que son ya desde hace mucho tiempo historia del séptimo arte y patrimonio cultural de la humanidad, de esta humanidad que va desapareciendo día a día.
Al terminar de verla me asomé a ver el valle desde el mirador de la buhardilla, lucía el valle esplendoroso iluminado por la luz del atardecer, por la última luz del sol que dorada parecía acariciar tiernamente las copas de los árboles y la iridiscencia color turquesa del cielo.
Por un momento pensé que ese niño, ese hombre santo, y ese vendedor de caballos que protagonizan la película iban a aparecer por el camino del fondo del valle...
Aún los estoy esperando...
Y nada más, que la disfrutéis.
el paseante
Ésta es, sin duda, de las que de vez en cuando no puedo dejar de ver, necesito su alimento de buenos sentimientos, espiritualidad y belleza.
En la aridez de este mundo empobrecido y cruel en el que vivimos, una ficción como ésta te reconforta y reconcilia con la vida.
La película está basada en la novela homónima de Rudyard Kipling, tan rica base literaria está además magníficamente trasladada al cine.
La rueda de la vida, el gran juego, la gran carretera de la existencia, la voluntad de Dios, la lealtad, la libertad, los nobles sentimientos, la solidaridad, el amor, la muerte.
Todos esos temas aparecen y reaparecen una y otra vez, como digo la novela de Kipling es un clásico de la literatura, de ese autor bastante incomprendido en vida y premio Nobel.
No podéis dejar de verla, es de esas películas que reconfortan el alma, de esas que ponían en la antigua televisión en blanco y negro las tardes de vacaciones escolares, en Especial Vacaciones, ¿lo recordáis?
De esas películas que nos fueron educando, formando en valores, a todos los de la generación del baby boom de los 60.
Películas del gran cine, de los grandes héroes, las grandes epopeyas, los heroicos sentimientos.
Películas que son ya desde hace mucho tiempo historia del séptimo arte y patrimonio cultural de la humanidad, de esta humanidad que va desapareciendo día a día.
Al terminar de verla me asomé a ver el valle desde el mirador de la buhardilla, lucía el valle esplendoroso iluminado por la luz del atardecer, por la última luz del sol que dorada parecía acariciar tiernamente las copas de los árboles y la iridiscencia color turquesa del cielo.
Por un momento pensé que ese niño, ese hombre santo, y ese vendedor de caballos que protagonizan la película iban a aparecer por el camino del fondo del valle...
Aún los estoy esperando...
Y nada más, que la disfrutéis.
el paseante
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