domingo, 25 de marzo de 2012

La mujer trapecista. Contrasemblanza.


Frágil, vulnerable, y bajo la vulnerabilidad el dolor, el sufrimiento, la amargura, el desamparo, la soledad.
Y por encima de todo una fingida fortaleza, una supuesta invulnerabilidad, una supuesta felicidad.
¿Y qué era real? ¿Que era verdadero?
Tendemos a pensar que lo oculto es lo verdadero, ¿y por qué ha de serlo necesariamente?, tal vez no lo sea.
Todo provenía del inconformismo, de la insatisfacción, de querer conseguir siempre lo que no se tiene, de desear lo que no se ha alcanzado.
Si no nos quedamos junto a lo pequeño, lo cotidiano, lo doméstico, si no nos quedamos junto a nosotros mismos, al final lo grande nos aplasta.
Los gigantes no están hechos a la medida del hombre, lo titánico es superior al hombre y al final vence.
Y fue vencida.
 De una manera u otra, la batalla, tarde o temprano, siempre se pierde, la muerte siempre espera al final del camino, sea éste más largo o más corto, es una cuestión de medir fuerzas, energías, cuanto antes se gasten, antes se acaban y llega el final.
Y en el momento en que nos damos por vencidos esto se termina.
¿Pero vencidos de qué?, me pregunto, ésa es la clave tal vez, ¿vencidos de algo inalcanzable?, seguramente si cambiamos el punto de mira conseguiremos alargar la vida.
Moraleja, fijémonos metas alcanzables, porque sin coherencia, sin proyecto de vida, la existencia es una existencia acabada.
El mal de los tiempos modernos, tomar el camino del éxito y descubrir que el éxito no existe.
Porque el éxito es ser siempre nosotros mismos, nada más.

el paseante

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