Para mí la semana santa es la melancolía, la distancia, el olvido, el tiempo que queda atrás, la vida que vuelve a comenzar, la esperanza, la purificación, la resurrección, y el verano, ¿el verano?, sí, claro, el verano en el horizonte, mi estación del año favorita, comienza lentamente a llegar el buen tiempo y culmina en el verano, la piscina, la playa, el campo, esa alegría del verano que llena el alma de gozo, de plenitud, de amor por la vida, de esperanza en el futuro, atrás va quedando el invierno, el invierno del alma y comienza la primavera, la primavera del alma, la semana santa para mí es eso, un final y un comienzo, un punto de inflexión y una añoranza, la añoranza por todo lo que queda atrás, queramos o no, la vida va pasando como en una moviola, un trailer cinematográfico, un tren que se pierde en la lejanía que no se puede detener.
Creo que esos sentimientos se reflejan muy bien en esta foto tomada desde el puente de Brooklyn en Nueva York, la ciudad al fondo como emergiendo entre las nubes y el agua, la luz filtrándose desde el cielo por entre las nubes y reflejándose en las aguas del Hudson, y un espectador como refugiado de las inclemencias del tiempo en un recoveco del puente, contemplando desde la lejanía el horizonte que como un futuro esperanzador se abre delante de él.
A veces pienso si se tratará de un suicida que justo en el momento antes de saltar queda hechizado ante la contemplación de tanta belleza y desiste de su propósito.
el paseante
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